« En esto los discípulos vieron a Moisés y Elías conversando con él. Pedro dijo a Jesús: ¡Señor, que bien que estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres cabañas; una para ti, una para Moisés y otra para Elías»
Mateo 17:3-4
(La Palabra, Sociedad Bíblica de España, 2010)
El texto trascurre en el monte de la transfiguración. Ante Pedro, Santiago y Juan, se aparecen Moisés y Elías para conversar con Jesús. Esta es una experiencia extraordinaria que Pedro, en un arrebato de perspicacia, propone prolongar por más tiempo. Por eso, de inmediato, le propone a Jesús construir tres cabañas y, de esa manera, asegurar que la experiencia dure un poco más.
Mientras Pedro estaba haciendo la propuesta, una nube los envolvió a todos y se escuchó una voz que dirigiéndose a Jesús decía: «Este es mi hijo amado, en quien me complazco. Escuchadlo» (Mateo 17:5). ¿Y qué fue lo que escucharon de parte de Jesús? ¿Quedarse en el monte de la trasfiguración como deseaba Pedro? No, la invitación fue a descender del monte y regresar a «donde estaba la gente» (17:14). Allí presenciaron la curación de un hombre trastornado (17:14-21). ¡Había que regresar a la realidad de la ciudad, donde estaban los enfermos, los contradictores y perseguidores de Jesús!
Las palabras de Pedro son una expresión natural de nuestro humano deseo de permanecer en los necesarios refugios que nos brinda la vida. Refugios son, por ejemplo, los momentos gratos compartidos con amistades que nos reconfortan, es el calor del hogar y las risas de nuestros seres queridos, son las experiencias de fe que nos reaniman. ¡Quién no quisiera que la vida fuera sólo amor, celebración y regocijo…sólo transfiguración! Pero el valle nos espera y hay que descender.
Otra vez, Jesús y sus balances sanadores: Montaña de la transfiguración y valle de la desesperación; descanso cordial y trabajo exigente, placer y deber o, como dicen desde la antigüedad los benedictinos, ora et labora (oración y trabajo).
Para seguir pensando:
«Guardar el día de reposo… es una forma de acomodar nuestra vida como para respetar el ritmo de las cosas: trabajo y descanso, fecundidad y letargo, dar y recibir, ser y hacer, activismo y entrega»
Ruth Haley Barton (Maestra, Directora espiritual)
Vale que nos preguntemos:
¿Considero que mi vida tiene el adecuado balance entre el trabajo y la oración? ¿Cuál es la importancia que le concedo a la vida familiar, a la comunidad eclesial y al descanso?
Oración:
Dios bondadoso, cuánto me gustaría que me dejaras construir una cabaña donde pudiera evitar el contacto con los problemas y los sufrimientos de la vida diaria. Pero por más que lo desee, no dejes que ese sentimiento me prive de la bendición de enfrentar las demandas de la vida con fe, entereza, esperanza y confianza. Es abajo, Señor, en el valle, donde me has enviado a servirte.
Amén
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