(a la luz del salmo 137)
Bajo la sombra de los Tamarindos, lloramos al compartir nuestras historias.
En los árboles de nuestras tierras robadas colgamos nuestros sueños.
Allí, los que nos desplazan y nos violentan
los que todo nos lo han arrebatado,
nos piden que nos resignemos, que dejemos de luchar,
y que, en respuesta a su prepotencia,
¡cantemos canciones a la libertad y a la justicia!
¿Cantar nosotros canciones en una tierra que nos ha sido arrancada?
No voy a olvidarme de tus promesas, buen Dios.
No voy a olvidarme de tus promesas de vida, de plenitud, de abundancia,
de justicia, de dignidad, de espacios compartidos, de tierra para todos y todas.
Yo, Eunice, víctima de la violencia del poder prepotente;
yo, Narciso, que perdí a un hijo a manos de los asesinos;
yo, Marisol, desplazada una y diez veces;
yo, Ángeles, sin comida para mis hijos e hijas…
Todos, todas, cada uno y cada una,
queremos seguir creyendo… hasta que la tierra que nos prometiste
nos haga espacio, nos reciba y nos permita vivir tus bendiciones.
Gerardo Oberman
Barranquilla, Colombia, 2014
Escrita luego de visitar la comunidad El Tamarindo
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