Que la Iglesia católica reconoce el peso de América Latina. Que por fin se hará sentir la proporción de católicos latinoamericanos a nivel mundial. Que si el pasado del cardenal argentino estuvo ligado a la dictadura militar. Que si el primer papa jesuita podrá reformar la iglesia a fondo. Que este nombramiento viene a desmentir la involución católica. Que con un papa de la región se podrá revertir el enorme avance evangélico. Mientras pasaba la sorpresa por la noticia de que Jorge Mario Bergoglio es el nuevo obispo de Roma, éstas y otras afirmaciones más ingeniosas y sintéticas iban surgiendo poco a poco, hasta saturar los medios informativos. Luego de la contagiosa y estridente moda de “vaticanología” que sacudió a los noticieros por todas partes desde antes del inicio del cónclave, el anuncio relativamente rápido de la elección vino a detener los excesos interpretativos y los pronósticos desaforados. Los nombres del italiano Angelo Scola y del brasileño Odilio Pedro Scherer sonaban hasta el cansancio. Para los observadores reconocidos, lo que ciertamente fue algo inesperado se convirtió en objeto de un análisis más mesurado y puntual que comenzó a valorar los pros y los contras del nombramiento.
Por la parte oficial, inmediatamente apareció el triunfalismo de los sectores más conservadores y el alineamiento institucional, siempre previsible, de los jerarcas de la región. El secretario general del Consejo Mundial de Iglesias hizo llegar una felicitación inmediata.[1] Lo mismo hizo el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI, http://claiweb.org). Se supo entonces, por ejemplo, que en abril de 2005 Bergoglio fue “finalista” junto con Ratzinger en el cónclave para sustituir a Karol Wojtyla, pero que declinó en favor de aquél. También se filtró que su nombre figuró sólo en el segundo bloque de “papables” debido a que su edad y hasta su salud podían ser obstáculos visibles para su elección. Muy poca gente tomó en serio que pudiera ser electo algún cardenal latinoamericano, aunque corrió el ingenuo rumor de que el arzobispo de Guadalajara José Francisco Robles Ortega comenzaba a ganar adeptos entre los cardenales electores.[2] Por otro lado, el ex sacerdote Alberto Athié hizo un gran esfuerzo para recolectar firmas y solicitar con ese respaldo que el cardenal Norberto Rivera no participase en el cónclave debido a sus omisiones para castigar a los curas pederastas, comenzando con Marcial Maciel. Hoy ya casi nadie se acuerda de eso.
Desde México, sólo Roberto Blancarte planteó la posibilidad de la elección de un latinoamericano, y matizó sus observaciones cuidadosamente, lanzando hipótesis sólidas con base en las características de los representantes del subcontinente, sin ahorrarse algunas ironías:
Para muchos periodistas y uno que otro analista sería novedoso y hasta simpático ver en el trono de San Pedro a un cardenal no europeo. Algunos piensan incluso que el lugar le corresponde ya a un latinoamericano, tomando en cuenta que la región es la que alberga, desde hace unos años, a la mayoría de los feligreses católicos en el mundo. […] Sin embargo, pocos se han puesto a pensar en las consecuencias ideológicas y doctrinales que esto implicaría. Porque elegir a un Papa del tercer mundo no necesariamente significa encontrar a un Papa de avanzada, progresista y preocupado por los problemas sociales; más bien, todo lo contrario. [3]
Agregó que si el nuevo pontífice procediera de América Latina tendría que enfrentarse a un pasado personal marcado por la simpatía o el colaboracionismo con regímenes escasamente democráticos: “Hay muchos de ellos con turbias historias que los ligan a golpes de Estado militares, otros protegieron y ocultaron a pederastas y muchos son el prototipo de lo que los católicos ya no quieren para su Iglesia: un cardenal conservador, incomprensivo de las dificultades y dilemas que enfrentan los fieles, sobre todo las mujeres y poco preocupado en la práctica por los temas de justicia social o los derechos humanos”. Y eso lo escribió 15 días antes de la elección de Bergoglio, acaso porque varios de los cardenales en cuestión comparten experiencias similares.
Al momento de escribir estas líneas, el fuego cruzado comienza a aumentar de intensidad, pues por un lado desde el Vaticano se habla de una campaña en contra de Bergoglio a causa de sus antecedentes y, por el otro, surgen denuncias de sus, al parecer, evidentes omisiones en los años de la dictadura militar argentina.[4] El vocero Federico Lombardi dijo: “No ha habido nunca una acusación concreta y creíble en su contra. La justicia argentina lo ha interrogado una vez, pero sólo como persona conocedora de hechos, pero nunca ha sido imputado por nada”,[5] refiriéndose al secuestro de los sacerdotes jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio en 1976, cuando Bergoglio era provincial de la orden en Buenos Aires y fue criticado por no actuar en su favor. Uno de los reportajes más detallados es, quizá, el de Horacio Bervitsky (autor del libro La mano izquierda de Dios. La última dictadura (1976-1983) que publicó el diario bonaerense Página 12 en abril de 2010 (reeditado por La Jornada: www.jornada.unam.mx/2013/03/14/politica/012a1pol), y que incluye cinco testimonios de personajes implicados directamente en el caso, entre ellos el de la teóloga Marina Rubino.[6] Allí, la figura de Bergoglio queda muy mal parada, pues aparece como alguien que cada vez que es cuestionado sobre su pasado, atribuía esos ataques al gobierno. Porque es muy sabida su animadversión a las iniciativas de los Kirchner-Fernández en asuntos críticos, como las uniones entre personas del mismo sexo, caso que “perdió” Bergoglio en su país. Bervitsky, en un nuevo texto (también reproducido por La Jornada), ha calificado a Bergoglio de ersatz, es decir, “esa palabra alemana a la que ninguna traducción hace honor, un sucedáneo de menor calidad, como el agua con harina que las madres indigentes usan para engañar el hambre de sus hijos”,[7] en el sentido de que no es un progresista de verdad. Y añade, con mayor dureza: “Su biografía es la de un populista conservador, como lo fueron Pío XII y Juan Pablo II: inflexibles en cuestiones doctrinarias pero con una apertura hacia el mundo, y sobre todo, hacia las masas desposeídas”.
Mirando hacia atrás, comparativamente, hace ocho años se saludó con cierto beneplácito la llegada de un teólogo al pináculo católico, sin imaginar que transcurrido ese tiempo se le daría la bienvenida de regreso, y en vida. Sobre todo, ha causado enorme desazón el hecho de que no haya actuado con la suficiente mano dura y que sus esfuerzos se hayan quedado tan cortos a la hora de tomar decisiones drásticas, máxime que se trata de alguien que conoce como pocos los entretelones de la geopolítica vaticana en todos los sentidos y de que formó parte de la burocracia cardenalicia en un lugar de privilegio, la antigua Inquisición. Parecería que Ratzinger quedó marcado por esa etapa y que tuvo que pagar el precio de su conocimiento y trayectoria, pues las explicaciones para su salida casi abrupta no han sido del todo convincentes.
En esta ocasión, el perfil eminentemente pastoral de Bergoglio y los guiños humorísticos con que ha acompañado los primeros días de su pontificado[8] lo colocan en el centro de la atención ante los enormes desafíos que se le plantean para recomponer el rumbo del catolicismo mundial, tan golpeado por los escándalos de los años recientes. De ahí que resulte tan pertinente el comentario de Martín Granovsky acerca de la sencillez de Bergoglio, pues en su opinión ella no le será suficiente para salir airoso en esta nueva e inmensa responsabilidad.[9]
Después del nombramiento, el sociólogo católico Bernardo Barranco revisó sus alcances y escribió, como para ir más allá del estereotipo de los jesuitas siempre progresistas: “Bergoglio no es, ni de lejos, un jesuita representante de la corriente renovadora de la orden religiosa que es la más importante de la Iglesia católica. Por el contrario, se distinguió por denunciar al padre Pedro Arrupe como ‘marxista’ y representar un polo conservador dentro de la compañía”. Y concluyó su análisis con estas palabras: “La pregunta concreta es: ¿se habrá equivocado Dios en la elección del Papa o el Espíritu Santo abandonó la Capilla Sixtina?”.[10] Ciertamente se está muy lejos de una interpretación teológica con suficiente perspectiva, pero tal vez con el paso del tiempo sea posible esbozarla con mayor claridad. Mientras
[1] “El secretario general del CMI felicita al nuevo Papa”, 14 de marzo de 2013, en www.oikoumene.org/es/novedades/news-management/a/sp/article/1634/el-secretario-general-del-24.html.
[2] Cf. Jorge Gutiérrez, “Consideran papable a cardenal mexicano”, en El Universal, 7 de marzo de 2013.
[3] R. Blancarte, “¿Un Papa latinoamericano?”, en Milenio Diario, 26 de febrero de 2013, www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9173510.
[4] Cf. Rodrigo Vera, “El nuevo papa y sus oscuros vínculos con la dictadura argentina”, en Proceso, 13 de marzo de 2013, www.proceso.com.mx/?p=336165.
[5] Associated Press, “Vaticano denuncia campaña contra Papa Francisco”, en El Universal, 15 de marzo de 2013, www.eluniversal.com.mx/notas/910497.html. Cf. Rodrigo Vera, “El nuevo papa y sus oscuros vínculos con la dictadura argentina”, en Proceso, 13 de marzo de 2013, www.proceso.com.mx/?p=336165.
[6] H. Bervitzky, “Recordando con ira”, en Página 12, 15 de marzo de 2013, www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-144092-2010-04-18.html.
[7] H. Bervistky, “Un ersatz”, en Página 12, 14 de marzo de 2013, www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-215796-2013-03-14.html.
[8] Cf. “Humor urbi et orbi”, en La Nación, San José, 15 de marzo de 2013, www.nacion.com/2013-03-15/Opinion/Humor-urbi-et-orbi.aspx.
[9] M. Granovsky, “¿Alcanza con ser sencillo?”, en Página 12, 14 de marzo de 2013, www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/215775-62805-2013-03-14.html; La Jornada, 15 de marzo de 2013, www.jornada.unam.mx/2013/03/15/politica/006a1pol.
[10] B. Barranco, “Interrogantes sobre el papa Francisco”, en La Jornada, 14 de marzo de 2013, www.jornada.unam.mx/2013/03/14/politica/014a1pol.
- Arcadio Morales y los 150 años de presbiterianismo en la capital mexicana | Leopoldo Cervantes-Ortiz - 14/06/2024
- Julio de Santa Ana (1934-2023): Un teólogo «más allá del idealismo» | Leopoldo Cervantes - 28/04/2023
- La cruz del Señor: martirio, trono y victoria espiritual (Mateo 27.32-50) | Dulce Flores Montes y Leopoldo Cervantes-Ortiz - 07/04/2023