Posted On 12/04/2024 By In Opinión, portada With 1007 Views

Cadena de oración | Isabel Pavón

 

Cadena: Eslabones que entrelazados atan. Con  ella pretendemos sujetar a Dios a nuestra voluntad, a nuestro horario de veinticuatro horas, a tal o cual día señalado, tal o cual época del año, en alguna fecha señalada.

Orar: Hablar con Dios, ponerse ante su presencia, rendirse, reconocer su grandeza y nuestra miseria, darle gracias.

Las cadenas de oración son modas que fueron apareciendo sin ninguna base bíblica y se han consolidado con el tiempo en muchas congregaciones.

A veces me pregunto si con esta táctica pretendemos encajonar al Señor en nuestro ambiente mundano, chantajearle, comprar su favor con ofrendas consideradas santas al regalarle las horas más duras de la madrugada, o de las comidas, o de los días de fiesta, o las que sean.

Yo me sacrifico, nos sacrificamos, para hablar contigo a la peor hora del día y así tú no tienes otra opción que concederme lo que necesito.

¿Se trata de llevar al pie de la letra la historia del amigo inoportuno que golpea la puerta una y otra vez hasta que el señor de la casa le abre y le concede su deseo? ¿Se considera este ejemplo favorable a las cadenas de oración?

Es como si nos convenciésemos de que Dios se goza con nuestra tristeza. Damos ejemplo de que el Señor se alegra ante nuestra necesidad, le satisface nuestro cansancio y presta oídos a nuestro clamor siempre y cuando nos ve sufriendo. Así lo transmitimos a los nuevos convertidos.

¿Repetir las demandas una y otra vez tiene sentido? Dios no es sordo. Más bien tenemos que aceptar que realmente somos nosotros los que necesitamos convencernos y saciar nuestra falta de fe al repetir una y otra vez, como karma, lo que pedimos.

¿Es necesario rogar durante un tiempo determinado, machacar con insistencia para que Dios termine, harto ya, de entender lo que queremos y se digne a concederlo? ¿Cuánto tiempo? ¿Quince minutos, una hora, dos meses, tres años? ¿A partir de cuánto tiempo ha de ser efectivo nuestro ruego?, ¿cómo será mejor, en voz alta o mentalmente, en soledad o en grupo, en la iglesia o en casa? Lo pregunto por preguntar.

Sabemos que el Señor no nos da siempre lo que imploramos y para esto hay otro texto que dice que posiblemente no estemos pidiendo bien. En fin, versículos hay hasta el infinito y más allá que justifican todo lo que queramos, para arrimar el ascua a nuestra voluntad.

Me hago otras preguntas. ¿Está Dios, dueño de nuestro tiempo, sujeto a él? Consideramos que unas horas determinadas de conversación con él le van a resultar más valiosas que otras, se las damos y pagamos con esto sus favores: mira qué persona más buena soy, merezco todo lo que me das.

¿Exige Dios nuestro sacrificio para concedernos la petición? ¿Lo necesita? ¿Valora más si no dormimos y vamos al trabajo sin haber descansado, si conducimos somnolientos, si no podemos rendir en nuestras responsabilidades? ¿Dónde queda aquello de que todo es por gracia, por su gracia?

Y si nos concede lo que pedimos por estos métodos nuestros ya no es por su amor sino por nuestra pesadez. Si es por nuestra pesadez quiere decir que tenemos más poder que Dios y podemos dominarlo, engatusarlo, ponerlo a nuestro servicio. Dios pasa a ser la parte débil y nosotros la fuerte.

Estos son pensamientos que me planteo de vez en cuando, disquisiciones propias que provocan dudas y que quizá también quiera crearlas en usted. Perdone si le ofende.

 

Publicado en Protestante Digital el 19/5/2017

Isabel Pavón
Últimas entradas de Isabel Pavón (ver todo)

Tags : , , , , ,

Bad Behavior has blocked 1141 access attempts in the last 7 days.