CAMINANDO HACIA UNA SOTERIOLOGÍA LIBERADORA Y UNA ECLESIOLOGÍA COMUNITARIA.
El futuro del pueblo evangélico: perspectiva teológica
El teólogo protestante E. Grässer escribió que “con el mensaje de salvación de Jesús, el acento se desplaza por completo de lo colectivo a lo individual. Se puede palpar por doquier la tendencia individualizadora. La prefiguración de la viejotestamentaria y judía relación con Dios, constituida mediante la relación Yavé / Pueblo, alianza culto, Tora pierde su fuerza normativa. Jesús la critica sin piedad hasta reducirla a la única situación y relación vinculante: “Dios-individuo”, “Padre-Hijo del hombre (=hombre)” (Lohfink, 1986:11. Subrayado mío).
Dos cosas se afirman en este enfoque que Grässer expone: (1) en el NT “el acento se desplaza por completo de lo colectivo a lo individual”, y (2) la relación Dios / pueblo “pierde su fuerza normativa”. Esta visión ha permeado la inmensa mayoría de la reflexión teológica protestante, sea liberal o conservadora. Esto ha afectado a la Soteriología y a la Eclesiología tanto como al resto de los apartados de la teología dogmática.
Por todo ello, a continuación quisiera reflexionar implícitamente sobre el futuro de las iglesias evangélicas de nuestro país a través de dos temas teológicos que, a mi parecer, se hallan indisolublemente unidos al futuro de nuestro pueblo: la soteriología y la eclesiología. Creo que debiéramos reflexionar sobre estos temas a fin de arrojar una palabra significativa en relación a ellos, y relevante para la reflexión sobre el futuro del pueblo evangélico en nuestro país.
Presente / Futuro Del Pueblo Evangélico Y Soteriología
Historia de la salvación y centro teológico
Hemos de iniciar esta parte de nuestro escrito diciendo que si los pactos que vamos encontrando a lo largo de la Biblia son exclusivamente manifestaciones del deseo redentor / salvador de Dios (revelación del pacto de gracia[1]) para con el hombre lapsario, de hecho estamos ubicando al hombre caído en el centro teológico. Si el único interés que pone de manifiesto el proyecto divino es la redención de los hombres[2], entonces todo tenderá a girar en derredor de la proclamación del evangelio con el fin de invitar a los hombres a acceder a una salvación que se consumará en la eternidad. La historia, en ese momento, se convierte en un interim hasta la llegada de la salvación, ya consumada, de los hombres.
Debemos afirmar que el pacto de gracia es un medio y no un fin en sí mismo. Lo que pretende el pacto y los pactos es manifestar la soberanía de Dios, o si se quiere, el reinado de Dios en medio de la historia de los hombres. Y por eso el Reinado de Dios no tiene que ver tanto con individuos salvados, sino con un pueblo que experimenta la salvación de Dios en medio de la historia. Entonces la historia deja de ser un interim donde tan sólo se busca la conversión de los hombres, para ser el lugar donde se anticipa el reinado de Dios mediante la experiencia de salvación de un pueblo.
El reinado de Dios como centro de toda reflexión teológica
Por lo tanto el reino de Dios se convierte en el centro teológico de la Biblia, y de toda reflexión teológica: la soberanía de Dios manifestada a través de la experiencia de un pueblo. A esa luz el proyecto de Dios no es la conversión de los hombres como individuos[3], sino la edificación de un pueblo que manifieste su soberanía en medio de la historia.
La esperanza del AT es el reinado de Dios (Is. 2,1ss; Libro de Daniel). El proyecto es manifestar ese reinado de Dios mediante un pueblo, y de esa manera seducir a las naciones y atraerlas a la soberanía de Dios, a su Reino. El centro de la predicación de Jesús fue también el Reino de Dios (Mt. 4,17), y la predicación de la primera Iglesia fue Cristo como el fundamento de ese Reino (Hch. 14,22; 19,8; 28,23; Ef. 5,5; Col. 1,13).
Salvación personal y comunitaria
Por ello hablar de salvación personal y salvación comunitaria es colocarnos ante una falsa disyuntiva[4]. Pues las mujeres y los hombres se salvan en la medida en que, por la conversión y el bautismo, se integran en ese pueblo que es manifestación anticipada del Reinado de Dios.
Desde esta posición no hay posibilidad de un centramiento en el hombre, sino más bien al contrario, lo que logra la mencionada posición es un descentramiento del hombre en dirección a Dios y la visibilización anticipada de su soberanía, es decir el centro es la construcción de la Iglesia, su edificación como realidad social diferente al mundo.
No hay experiencia integral de salvación sin comunidad, sin experiencia de pueblo, sin experiencia eclesial. Pannenberg nos dirá que «la fe cristiana… no puede existir en plenitud sin iglesia: la fe cristiana necesita de una convivencia de la fe, de una comunidad y únicamente en el contexto de una comunidad podrá desplegar su vida plenamente» (Pannenberg:118). En otras palabras, sin comunidad sólo nos queda la posibilidad de aspirar a mantener una relación íntima y trascendente con Dios, y la iglesia se convierte en un lugar donde tan sólo se comparte dicha experiencia de comunión con la deidad. Dios salva a un pueblo, no a individuos aislados. Debemos afirmar con el teólogo metodista Snyder que es un error pensar que “una persona puede hacerse cristiana sin nacer en la familia de Dios de una forma visible… eso sería desconocer la naturaleza de la iglesia tanto como la naturaleza de la salvación” (Snyder:149). La salvación es en Iglesia o no es.
Salvación y shalom bíblico
Como bien sabemos el concepto de paz veterotestamentario[5] no es la ausencia de guerra, ni siquiera la paz interior. Es la experiencia de un bienestar integral que abarca desde el nacimiento de un ser humano en el seno del pueblo de Dios hasta su muerte. Por ello se nos exhorta a abrir la «mano ampliamente al hermano necesitado, o que es pobre» (Deut 15,11), y también se desea en el AT el bienestar social, la sanidad física, el morir rodeado de los hijos y cargado de años (no morir antes de tiempo). La salvación en el AT es experimentada como paz, como shalom. Por eso, y siguiendo la misma línea, en el NT se habla de sanidades, de la ausencia de pobres en el pueblo de Dios ( Hch. 4,32ss -34.; Ro. 15,18,19), y se ve la persecución o la ausencia de calidad de vida como un período de prueba, y resultado de la injusticia ( Stgo. 1,2ss; 5,1-6; 1 Ped. 4,12-16). Jesús nos deja su paz ( Jn. 14,27), y su paz no es la paz que pueden conceder las naciones de nuestro entorno ( ej. el “estado de bienestar” -paz conforme al mundo- se construye viviendo de espaldas a la realidad de la ausencia de shalom bíblico en nuestro mundo).
Salvación y shalom son conceptos subsumidos el uno en el otro. No podemos disasociar la experiencia de salvación del shalom divino como ha hecho mucha de nuestra teología.
Dimensión social de la salvación
Por ello hablar de soteriología es hablar de la Iglesia como pueblo de Dios, y ser pueblo implica necesariamente ser una realidad social. El teólogo de Tubinga, Jürgen Moltmann afirmará que “ la comunidad cristiana… es la forma social de la justificación por la fe” (Moltmann; 1978:230). La salvación es social debido a que es espiritual, y espiritual puesto que es social. La salvación es social en el sentido de que afecta de manera radical nuestra propia realidad terrena, y es espiritual en el sentido de que es Salvación que manifiesta de forma anticipada el reinado de Dios en medio de la historia por el poder del Espíritu[6].
Presente / Futuro Del Pueblo Evangélico Y Eclesiología
Razón de ser de la Iglesia
¿ Cuál es la razón de ser de la Iglesia ? A esta pregunta se puede responder con una diversidad de respuestas. Pero hay una que sobresale en nuestro contexto eclesial: la evangelización. Dicho en otras palabras el pueblo de Dios existe para la comunicación de la buena noticia al hombre perdido. La razón de ser de la Iglesia es el hombre perdido, es su misión evangelizadora.
Sin embargo a la luz de todo lo expuesto debemos decir que la razón de ser del pueblo de Dios es la anticipación del reinado de Dios, es pues misión propia y prioritaria de la Iglesia ser Iglesia[7], construirse como pueblo y desde esa realidad social anunciar el evangelio. La evangelización queda subordinada a la construcción de la Iglesia[8] como pueblo de Dios, y no viceversa como afirma nuestra reflexión teológico-eclesial. Nuestra teología afirma, de facto, que la edificación del pueblo de Dios como tal no es tan importante como la evangelización. Y debido a que el concepto de Iglesia como anticipación del reino nos asusta, nos conformamos con el concepto de Iglesia para la evangelización. El primer concepto nos invita al seguimiento de Jesús[9] en comunidad, el otro a seguir a Jesús en la tarea única de la proclamación del evangelio. La primera comunidad se deja moldear por el Reino que viene, la segunda se deja moldear por los esquemas vigentes en la sociedad contemporánea.
Es más, si la Iglesia renuncia a esa tarea que le es prioritaria, y que es la de construirse como comunidad en medio del mundo, hará imposible la práctica de las enseñanzas de Jesús. Como escribió Lohfink, “el que trate de vivir esa enseñanza a pesar de carecer de la base de unas comunidades de cuño nuevotestamentario fracasará en seguida o tendrá que vivir en un heroísmo convulso”[10] (Lohfink, 1989: 223). Por ello necesitamos construir urgentemente una eclesiología propiciadora del seguimiento.
Individualismo eclesiológico
No hablamos de construir iglesias, sino de edificar la Iglesia. El proyecto de Jesús no habla de iglesias individuales, sino del pueblo de Dios ( Mt. 16,18). Las iglesias particulares son convocadas a participar de la Iglesia, y construir así el pueblo de Dios (1Cor. 1:1-3). Un concepto de salvación individualista nos aboca necesariamente a un individualismo eclesial, y eso es evidente en la historia reciente de nuestro pueblo. Lo importante es la iglesia local debido a que la Iglesia es, según creen muchos, un ente abstracto, metafísico, místico. Dicho en pocas palabras la Iglesia es una realidad invisible, únicamente la comunidad local es visible por ello ocupémonos de ésta, y marginemos la otra a los tratados de eclesiología. Esto está muy lejos del concepto bíblico de pueblo de Dios. Nuestra eclesiología se ha convertido en una justificación de nuestra fragmentación como pueblo.
Iglesia y Evangelio
¿Qué es el evangelio ? El evangelio puede ser definido como la presentación de Cristo, y a éste crucificado, pero también resucitado, y participando por el Espíritu Santo en la edificación de la Iglesia. Es el anuncio de la salvación acaecida en Cristo, y vivida en comunidad. Es interesante notar que en mucha de la predicación del evangelio, la iglesia aparece en letra pequeña. Pareciera que el pueblo de Dios es molesto para el evangelio, cuando es comunidad lo que quiere construir Jesús. Por eso debiéramos preguntarnos si no será la Iglesia parte integral de la buena noticia.
«Fuera de la Iglesia no hay salvación» afirmaron los “padres” de la confesión Belga (Art. 28), y podemos decir con ellos que fuera de la comunión con la Iglesia no hay experiencia de salvación[11]. La Iglesia ha llegado a ser para la evangelización un auténtico tropiezo y escándalo. Es verdad que las comunidades cristianas no son como debieran, sin embargo es a través de ellas que se debe llevar a cabo el proyecto de Dios. La Iglesia es el único espacio donde se puede experimentar la anticipación del reino que esperamos.
La Iglesia como anticipación del reinado de Dios, o la credibilidad de la Iglesia
La credibilidad de la Iglesia está asociada a su compromiso con el reino de Dios. Es la experiencia del reino en forma anticipada que hace creíble la existencia del Dios de Jesús, la obra realizada por Cristo y el poder del Espíritu Santo. El anuncio del evangelio hay que realizarlo desde la encarnación del deseo de Dios para Su Iglesia (Jn. 17,1ss), si no la buena noticia se convierte en la mala noticia de la resignación con el actual estado del pueblo de Dios, y de la sociedad en la que se halla inmerso. La Iglesia “debe vivir de forma radicalmente nueva lo social para que, finalmente, se pueda ver cómo quiso Dios que fuera la sociedad” (Lohfink, 1989:134).
No es cuestión de confesar verbalmente el Reino de Dios, o los enunciados que sobre el mismo surgen en la Escritura, sino que <<los signos de la escritura>> deben pasar a la mente de la Iglesia, a fin de que entren <<en el dominio de la vida… en el tiempo de la praxis>> (Lledó:155). El pueblo de Dios debe ser <<un discurso vivo>>, debe ser <<un texto vivo>> (Lledó:156,157), de ahí surge la credibilidad de que el proyecto del Reino de Dios sea algo viable en medio de nuestra sociedad[12].
BIBLIOGRAFÍA
Berkhof, L: 1976. Teología Sistemática. TELL: Grand Rapids, MI.
Calvino; Juan: 1967. Institución de la Religión Cristiana: 2 vols. Felire: Países Bajos.
Confesión Belga en Confesiones de fe de la Iglesia. Lit. Evangélica: Madrid.
Driver, Juan: 1994. La obra redentora de Cristo y la misión de la Iglesia. Nueva Creación: Grand Rapids, MI
Lohfink, Gerhard: 1986. La Iglesia que Jesús quería. Desclee de Brouwer: Bilbao.
Lohfink, Gerhard: 1989. El Sermón de la Montaña ¿ para quién ?. Herder: Barcelona.
Lledó, Emilio: 1994. El surco del tiempo. Círculo de Lectores:Barcelona.
Moltmann, Jürgen: 1978. La Iglesia fuerza del Espíritu. Sígueme: Salamanca.
Moltmann, Jürgen: 1993. El Camino de Jesucristo. Sígueme: Salamanca.
Pannenberg, W: 1979. Ética y Eclesiología. Sígueme: Salamanca.
Snyder, Howard: 1983. Liberating the Church. IVP: Downers Grove, ILL.
[1] El pacto de Gracia, según Berkhof, puede definirse “como aquel convenio de gracia entre Dios ofendido y el pecador ofensor pero elegido, en el que Dios promete salvación por medio de la fe en Cristo, y el pecador acepta esa salvación por la fe, comprometiéndose a una vida de confianza y obediencia” (Berkhof:330). El concepto de pueblo de Dios en el pacto de gracia se convierte en ausencia reveladora de una distorsión teológica: lo importante es el individuo pecador, y la respuesta en fe de éste y su posterior obediencia, pero esta definición no mira hacia la meta del pacto que es el Reino, ni al pueblo de Dios como forma presente de ese reino, todo gira en derredor del individuo pecador.
[2] No negamos que Dios quiera la redención de los hombres. Lo que cuestionamos es el “cómo” se da esa redención. Creemos que sólo desde un centro teólogico que no sea el pacto, es que podemos responder adecuadamente a esa pregunta. Pensamos que Dios quiere construir un pueblo que exprese su soberanía en medio de la historia, y de ahí que el interés prioritario de todo el proyecto divino sea construir comunidad, construir pueblo. Es a través de ese pueblo que Dios, en base a la muerte y la resurrección de Jesús, realiza la redención y la salvación del hombre en medio de la historia.
[3]Ese énfasis suele exigir la reforma moral de los individuos, y poco más.
[4] Siempre y cuando no leamos “salvación personal” a través de una óptica individualista.
[5] Juan Driver escribirá a propósito del concepto de shalom: “Según los profetas, la verdadera paz reinaba cuando la justicia prevalecía, cuando los hombres y mujeres eran tratados con igualdad y respeto, cuando la salvación se hacía concreta en el marco del orden social determinado por Dios en el pacto con su pueblo” (Driver: 251; subrayado y negritas míos). Ver también, Beck, H. “Paz” en Diccionario Teológico del NT. Vol. III, págs. 308-312. Sígueme, 1980.
[6] ¿ Hacia dónde vamos los evangélicos ?: no parece que queramos marchar por la vía aquí propuesta, sino por la vía del «salvase quien pueda», mantenga una relación con Dios, y compártala con sus «hermanos», y con el mundo. Porque a fin de cuentas muchos cristianos comparten únicamente sus experiencias espirituales, pero no la existencia. Y eso es experiencia de salvación conforme al mundo.
[7] “La tarea decisiva de la Iglesia consiste, pues, en edificarse a sí misma como sociedad de contraste con el mundo, como espacio de la soberanía de Cristo en el que el amor fraterno es ley de vida” (Lohfink, 1986:156).
[8] Si no existe comunidad en el sentido novotestamentario, la buena noticia del evangelio se convierte en una auténtica ironía.
[9] La ética del seguimiento es algo extraño a las iglesias hijas de la Reforma. “La ética del ‘seguimiento de Cristo’ continuó siendo un ‘hijo espúreo de la Reforma'», escribirá Moltmann (Moltmann, 1993: 171).
[10] En la misma línea Moltmann escribirá “la persona que viva para sí misma y solitaria tendrá que sentirse abrumada con tales exigencias” (Moltmann, 1993:175). También Snyder, citando a Wallis escribirá: “The making of community is finally the only thing strong enough to resist the system and to provide an adequate spiritual foundation for better and more human ways to live” (Snyder: 127).
[11] Los “padres” de la confesión Belga armonizaron con el sentir de Juan Calvino cuando escribió: “fuera del gremio de la Iglesia no hay remisión de pecados ni salvación” (Institución, IV, I, 4). También, Snyder: 149.
[12] ¿ Hacia dónde vamos los evangélicos ? ¿ Gozamos de credibilidad ? ¿Podemos anunciar que gracias al poder del Espíritu Santo es posible construir una sociedad de contraste en medio de la sociedad en que vivimos, nos movemos y somos? La dirección que tome nuestro camino como pueblo evangélico estará en estrecha relación a la respuesta que demos a esas preguntas.
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