Posted On 17/02/2023 By In Opinión, portada With 628 Views

Cansancio | Jaume Triginé

La sociedad palestina, en los tiempos de Jesús de Nazaret, era una colectividad cansada. La razón la hallamos en el estado de opresión en el que se hallaban. En clave política, se trataba de un pueblo sometido por el Imperio romano. Si bien gozaban de una cierta autonomía, sus libertades estaban condicionadas por la presencia de las legiones y gobernadores romanos en sus estructuras de gestión. Roma imponía fuertes cargas impositivas que conducía a muchos al empobrecimiento. La sumisión y la vejación, que ello representaba, provocaba el hastío en la población. Un ejemplo del cansancio por la presencia dominante del Imperio romano lo hallamos en los movimientos de resistencia, como fue el caso de los zelotes, cuyo objetivo era lograr la independencia de Roma mediante la lucha armada.

Tampoco los coetáneos de Jesús encontraban alivio en la religión. Un total de seiscientos trece preceptos, que reflejaban el alcance de la ley mosaica y rabínica, constituían el conjunto de las pautas de actuación que debían cumplir para llenar de contenido y significado su vida. Tenían que ver prácticamente con todo: alimentación, práctica de la fe, administración de justicia, relaciones interpersonales, la casa, el vestido, el trabajo, el descanso… Todo estaba pautado. Experimentaban la religión como un peso, como una carga impuesta, pues todo exceso de regulación, en detrimento de la autonomía personal y de la libertad, produce cansancio.

Nuestras actuales circunstancias políticas, sociales o económicas son diferentes. Pero no se excluye de ello un cierto paralelismo. También entre nosotros la política puede llegar a cansar, provocar el hastío o el aburrimiento. El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, una de las voces más innovadoras de estos últimos años y autor de importantes ensayos, define nuestra actual sociedad como la sociedad del cansancio que provoca individuos agotados, frustrados y deprimidos.

Estamos decepcionados con los políticos cortoplacistas que no terminan de hallar soluciones a los grandes retos de la humanidad: guerras mediáticas o silenciadas, injusta distribución de los recursos, fenómenos migratorios, pateras hundidas en el Mediterráneo (5 muertos diarios durante el año 2021), necesidad de revertir el cambio climático…

Distintas voces señalan como los gobiernos han aprovechado la situación de emergencia que ha representado el Covid-19 para debilitar derechos democráticos. Tanto que para muchas personas su objetivo vital no va más allá del mantenimiento de su actual status quo, sacrificando en el altar de la supervivencia: movilidad, contactos sociales, horas de trabajo, retribuciones irrisorias… Todo ello cansa, provoca el desapego y la desconexión.

Recuperemos a Byung-Chul Han. Uno de los aspectos novedosos del filósofo surcoreano, en su obra La sociedad del cansancio, es la consideración de la persona como agente de su propia extenuación, como resultado de su pertenencia a la «sociedad del rendimiento». Considera nuestro autor que el exceso de trabajo, propio del actual modelo social, se convierte en autoexplotación y que «esta es más eficaz que la explotación por parte de otros, porque va acompañada de un sentimiento de libertad. El explotador es, al mismo tiempo, el explotado. Víctima y verdugo ya no se pueden diferenciar».

Si consideramos el eje religioso, la situación con respecto a la sociedad palestina del primer siglo es bien distinta. La gente, en nuestro contexto europeo, ya se ha cansado del monumental descrédito de las instituciones, de su narrativa premoderna en la sociedad del conocimiento y de su carencia de significación y de sentido. El resultado es el abandono de las iglesias y, tristemente, en muchos casos de la fe. Paralelamente, crece el número de indiferentes, agnósticos y ateos.

Pero el cansancio también prende en quienes se mantienen en las instituciones religiosas. Muchos cristianos están decepcionado y cansados de esperar:

-La superación de una visión patriarcal y androcéntrica que impide la normalización del papel de la mujer en muchas comunidades, condenada al silencio o la limitación de funciones.

-Actitudes mayor inclusión.

-La defensa de derechos fundamentales como la libertad de conciencia, de participación y de transparencia.

-La actualización de la doctrina y de la praxis con respecto al tema de la sexualidad, el divorcio y las nuevas relaciones.

-Que la institución deje de dar respuesta a preguntas no formuladas. Mientras que las preguntas del hombre y de la mujer postmodernos son existenciales, vitales; los relatos de muchas iglesias continúan siendo metafísicos y alejados de lo que realmente preocupa a nuestros conciudadanos.

-La colaboración con todos aquellos que trabajan en favor de la dignidad humana, la justicia y la paz; superando esta especie de divorcio entre la iglesia y los movimientos sociales.

-Su unidad a través del camino ecuménico.

A los cansados de su tiempo y a todos los cansados de la historia Jesús se dirige con sus conocidas palabras: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar» (Mt 11,28 DHH). Jesús y el Reino de Dios como alternativa al tedio y al fastidio que produce la banalidad que nos circunda.

Jesús explicita su propuesta con este aparente contrasentido: «Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga» (Mt 11, 29-30 RV60). El yugo es un símbolo de la sumisión y de la obediencia. Y cuando el yugo, como metáfora de un poder deshumanizador, como es el caso de determinadas situaciones políticas, económicas, sociales, religiosas, nos ha limitado y condicionado negativamente, la tentación natural es no volver a asumir ninguna carga restrictiva nunca más.

¿Cómo un yugo puede ser fácil y ligero? ¿Cómo se atreve Jesús a hablar de descanso? Con esta imagen del yugo, Jesús invita a caminar con él en el camino de la vida, discerniendo la importante, que no es otra cosa que vivir las potencialidades positivas de nuestra humanidad, de lo accidental y banal.

Caminar con Jesús nos permite descubrir que la felicidad poco tiene que ver con el poder, las riquezas o el éxito social. Será el amor a todos, la ausencia de juicio, la compasión, la misericordia, la solidaridad, la justicia, el compromiso ecológico, la búsqueda del bien, el colocarnos junto a los últimos del sistema… que permitirá descubrir el sentido de la vida y la identidad humana.

Jaume Triginé

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