Posted On 03/08/2014 By In Biblia With 5258 Views

¿Capricho divino o función narrativa? El caso de Balaam.

Introducción

El episodio recogido en el libro de Números  es un bloque narrativo acerca de cómo un profeta no hebreo, que mantiene una comunicación con el Di-s de Israel, es contratado por el rey Balak para maldecir al pueblo liberado de Egipto. Los resultados son totalmente inesperados. En este artículo, me centraré en los momentos de las visiones (el ángel y la visión profética) de este pasaje.

La cuestión es que resulta significativo este paréntesis en la historia de Israel y su salida de Egipto, por varias razones que son comúnmente inquietantes desde la teología (la mayor, quizá, es que Balaam sea un profeta que habla con Di-s sin ser, en principio, del pueblo de Israel, sino un explícito y malvado pagano –en el NT se le considera como tal (2Pe 2:15)–; también encontramos una interesante interpretación de este carácter en el libro Ilaná Dejayé  p. 240-241, ed. Jerusalén de México).

Juego de espejos

Digno de un estudio de historia de las religiones y los cultos, el episodio tiene su más fino carácter en la estructura de la narración. Me llaman la atención los siguientes aspectos:

  1. Las veces que Di-s prohibe a Balaam ir con Balak; el mismo número de su aparente arrepentimiento (es decir, dejarlo ir).
  2. Las veces que aparece el ángel para matar a Balaam.
  3. Las veces que Balaam bendice a Israel.
  4. El orden de la percepción de las visiones (la visión del ángel y la visión profética de Israel).

Esta estructura revela más que los numerosos intentos teológicos e interpretativos que hay por explicar los aspectos anecdóticos de la historia.

Parece caprichoso que Dios conjure a Balaam para prohibirle que vaya con Balak y luego dejarle que lo haga. Después, que mande a un ángel con el fin de matarle (según las palabras del mismo cuando aparece ante los ojos de Balaam), denotando de forma contundente (3 veces) que está en completo desacuerdo para que, al final, vuelva a dejarlo ir.

¿De qué se trata? ¿Es este Dios caprichoso? ¿Es un sí o es un no? Esta aparente indecisión, ¿habla del carácter divino o de una función narrativa en la que se permite continuar con la historia para determinar un final sorprendente? Dios tenía que servirse de Balaam para sus fines –de los cuales Israel jamás se enteraría, por lo menos, hasta que se escribiera este pasaje–. El texto parece decir que las advertencias son firmes, pero el carácter codicioso y soberbio de Balaam (soberbia de la que el texto hace burla al final) es útil para hacer notar al lector que sin ello la historia no se hubiera desarrollado.

Ahora bien, el ángel aparece tres veces sin que pueda ser visto hasta la tercera, cuando le hace saber que lo habría matado si no fuera por su burra. Del mismo modo, son tres veces las que Balaam intenta maldecir a Israel por orden de Balak, y no es sino hasta al final cuando ve proféticamente una visión extraordinaria que comúnmente se ha identificado como mesiánica.

Las coincidencias de estos dos microrrelatos no sólo están determinadas por el número, sino por una graduación en la tensión de la historia que alcanza el climax de la revelación: en primer lugar, a Balaam se le revela un ángel incapaz de ser visto las dos apariciones anteriores, excepto por la burra. En segundo lugar, Balaam logra “ver” proféticamente sólo la última de tres veces en que bendice a Israel.

Puede echarse un vistazo a la actitud de Balak, que es tan condescendiente como la de Dios con Balaam, en permitirle a éste seguir maldiciendo a Israel a pesar de suceder lo contrario (Dios, por su parte, le prohíbe ir pero no se lo impide). Al final, este paralelismo contrasta la voluntad y el ejercicio soberano de un rey humano y un Rey divino (Dios es llamado Rey por Balaam, Nm. 23:21, versión masorética).

Volviendo a las visiones, decíamos que la tercera es aquella en la que se accede a lo sobrenatural, hasta el punto de que estando en el último monte, Balaam dice ser “el hombre que tiene el ojo abierto”; “mientras yace con los ojos descubiertos”; “¡Estoy viendo…!” (Nm 24:15-17). Estas afirmaciones pueden tomarse como un alarde del propio Balaam frente a Balak –sobre todo porque se dicen como introducción a una gran visión– en relación con la sumisión a las palabras de Dios, sin negar por ello que tenía una experiencia profética. Sin embargo, estas parecen ser más una ironía frente a las primeras veces en las que fue incapaz de ver que, frente a sus narices, su vida corría peligro.

Números especulares

Los números no deben escapar a nuestra atención, ni las repeticiones. Cada uno tiene una función en el relato. En el primer caso: Dos convocaciones a Balaam por parte de Balak; dos prohibiciones de Dios de ir con Balak. Tres veces en las que el ángel se aparece a la burra de Balak –como muestra de la ira de Dios contra él–; tres veces en las que Balaam bendice a Israel en tres montes. Finalmente una vez en la que Balaam ve al ángel (al final de la tercera aparición; una vez en que este profeta ve el destino profético de Israel, al final de la tercera bendición).

La función, claro está, es evidenciar la firmeza de una prohibición (la de ir a ver a Balak y la insistencia de Balaam); la contundencia de los designios divinos frente a los humanos (Israel es bendito, a pesar de la invocación al mismo YHVH y a pesar de las desavenencias en el desierto); y, por supuesto, contrastar los caracteres (ambiciones de Balaam, temores de Balak; confianza e ignorancia de Israel, etc.), las perspectivas (el designio divino y la esperanza en lo mágico de una maldición, y los poderes (el poder de invocación a YHVH y la voluntad de YHVH).

Los personajes

Dios y Balak son, extrañamente, personajes paralelos pero contrastados (en un conjunto de elementos especulativos) conduciéndose de una manera parecida con Balaam. Si es cierta la aseveración de que una persona es engañada, primeramente debía estar dispuesta al engaño, y, por tanto, Balak es alguien así.

En cuanto a Balaam, y viéndolo de esta manera, Dios prepara un escenario para ridiculizar a Balak y a Balaam juntos frente a la inamovible, buena y misteriosa voluntad de un Dios que Balak no conoce.

La burra y Balak son también personajes paralelos. El diálogo que sostiene con ella, en lugar de ser inverosímil, es hilarante. El sentido del humor que el narrador dejó plasmado en el texto ridiculiza la ceguera del profeta al servicio de reyes y “visionario” de YHVH, mediante la hipérbole.

No es necesario hacer notar la falta de sorpresa de Balaam ante el hecho de escuchar a su burra hablando. Esto sólo puede tener sentido en el carácter humorístico del fragmento. En otras palabras, Balaam es tan ciego y tan tonto ante un peligro de muerte, que tiene que percatarse de ello a través de un animal de carga –inocente de ser golpeado–.

El aspecto sobrenatural de esta parte no está necesariamente en que haya hablado –pues el texto bíblico es fiel a la regla interpretativa de que “nada hay imposible para Dios”, sobre todo, después de los milagros de la salida de Egipto–, sino en la presencia del ángel temible.

Fin del relato

Este relato es especial por su inclusión en un libro que cuenta las hazañas de Israel en el desierto; no tiene como personaje principal a Israel ni a Dios, sino a Balaam. Fuera de toda relación con Israel y toda regla teológica para la existencia de profetas no hebreos, el meollo de la narración puede reducirse a una frase esencial del relato: “no hay adivinación en Iaacov ni brujería en Israel” (Nm 23:23). Por lo que, a grandes rasgos, es una narración didáctica y humorística sobre el sentido del conjuro del mal contra Israel como estandarte de Dios.

Balaam y Balak están lejos de Israel (se sitúan en los montes donde apenas atisban a su número) y son inútiles; pero cuando se acercan y tocan su misma carne, como sucederá en la narración que le sigue, alcanzan sus objetivos.

Manuel Monroy Correa

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