Desde la cultura popular se continúa atribuyendo –al igual que en el medievo– la creencia de que todas las calamidades o desastres naturales y humanos son dadas por Dios, incluyendo esta actual pandemia de espectro mundial que estamos atravesando.
Aunque suene inverosímil creerlo, en el año 2007 el senador de Nebraska, en Estados Unidos, Ernie Chambers, literalmente sentó a Dios en un banquillo de acusados y lo demandó por permitir las inundaciones, los terremotos, los huracanes y otras calamidades. Su conclusión fue: «el demandado (Dios), no ha mostrado ni compasión ni remordimiento», argumentó Chambers. (¡Supongo más de uno estarán acusando a Dios por esta actual pandemia!).
En el fondo de estos argumentos está la idea que favorece la concepción de un Dios indolente, listo a ejecutar su justa ira o castigo y para ello se vale de cualquier instrumento para advertirlo incluyendo la Biblia. Se recurre a ciertos a ciertos pasajes bíblicos, al igual que las profecías de Nostradamus, sobre todo con matices apocalípticas fuera de contexto, para argumentar que estos acontecimientos estaban previamente escritos o profetizados y obedecen a ese juicio.
Una vez alguien me decía:
–¡Es mejor que las personas, aunque impulsadas por el temor, se acerquen a Dios antes de que se pierdan!
Creo que tal razonamiento no tiene sustento en el tiempo porque se actúa más por la coerción y temor que por el amor, y cuando se supera la catástrofe se olvidan las promesas porque fueron fundamentados en medio del amedrentamiento.
No obstante, nada de lo anterior mencionado refleja el corazón de Dios por su humanidad, la cual ama hasta lo más ¡profundo de sus entrañas!
Notemos la actitud de Jesús por ejemplo ante un hecho concreto: Santiago y Juan pidieron consentimiento para ¡mandar fuego del cielo y consumir a los samaritanos por no mostrar hospitalidad! (Lucas 9:54). El Señor los reprende, sin embargo, ellos tan solo respondían a las enseñanzas y tradiciones religiosas con las que fueron moldeados por siglos, según la interpretación de la ley.
Los seguidores de Jesús poco a poco fueron descubriendo y conociendo en la práctica, otros rostros de la naturaleza divina que había disminuido u opacado la ley, hasta que se encontraron el Dios de gracia, pregonero de su amor y bondad, pudieron comprender con plenitud el mensaje de amor, perdón que Jesús encarnaba.
Nos toca a nosotros desenmascarar esas versiones las cuales empequeñecen o reducen el amor de Dios y lo transforman en un tirano y opresor listo para ejecutar su juicio a la primera intención de maldad en la humanidad.
1 Timoteo 2:4 expresar el deseo de Dios para su humanidad que se concreta en amar antes que castigar, perdonar antes que juzgar (Juan 3:16).
Por supuesto, las enseñanzas en las escrituras a plenitud no desconocen las exigencias éticas y morales, y hay pecados estructurales y personales que Dios no pasará por alto los cuales tendremos que dar cuenta al Creador. ¡La gracia tiene sus márgenes!
Recordemos que la actual pandemia es un producto de la negligencia de unos cuantos cuyas consecuencias nos afectarán a todos en general y no un castigo directo de Dios.
Lo censurable es que mientras millones de personas están sufriendo por este flagelo, algunos otros han encontrado un medio para reforzar sus lucrativas y nada despreciables ganancias, y de todo esto ellos también darán cuenta al Creador.
Pasaremos está página estoy seguro de eso, aunque tendremos que reconsiderar muchos aspectos de nuestro estilo de vida. Por eso creo que estos son tiempos para meditar y reflexionar en nuestro rol como creyentes llamados a sanar, restaurar y consolar en vez de juzgar.
Es tiempo para tender nuestra mano dentro de nuestras posibilidades y ofrecer palabras de ánimo al desconsolado o desolado. Y es tiempo de hacer efectivo el mensaje de las Buenas Nuevas pregonadas por Jesús al mostrar su amor, perdón y reconciliación.
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