La pregunta es capciosa, no hay duda, pero válida si tenemos en cuenta que vivimos en una época donde impera lo funcional y pragmático. Hoy no hay tiempo para lo incierto e intangible. El misterio de lo divino ha sido ocultado por nuestro racionalismo funcional. Por eso se nos pregunta a los* creyentes: ¿Por qué creer en lo celestial como solución para los enormes problemas terrenales? ¿No habrá medios más eficaces y decisivos para acabar con las situaciones indignas del ser humano? En otras palabras: ¿Podemos orar y estar seguros
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