Posted On 18/10/2012 By In Opinión With 1647 Views

Chávez, independencia, masacre indígena, y otras adicciones de la colonización

Sentimientos y pensamientos desde el corazón y la identidad latinoamericana

“Somos pobres, pero no nuevos”

Enrique Dussel

Ningún discurso se hace en el vacío, todo discurso pertenece a su contexto, y para ser comprendido es necesario reconocer desde donde se hace. Este es un discurso de pensamiento en voz alta desde el sur de América Latina. Desde una identidad latinoamericana que bebe y valora toda la pluriculturalidad que nos hace un pueblo diverso, con la  memoria de sus pueblos originarios, que se resisten al olvido. Por lo tanto, es un discurso intercultural, que reconoce sus limitaciones y potencialidades que la experiencia y la historia les proporciona para contribuir al diálogo en igualdad de condiciones.

Estos sentimientos y pensamientos no parten del paradigma epistemológico tradicional “donde el peso de la razón pura, separa el resto de la vida humana, y sobre todo del amor”[1];   sino una conjugación que se atreve a ver, sentir, imaginar y repensar críticamente la historia.

Chávez, un rarísimo dictador

Es una semana muy particular para la memoria de América Latina. La empezamos con las elecciones en Venezuela. Nunca nos hubiéramos imaginado que un país latinoamericano tendría tanta importancia para otros países; pero si se trataba solo de una simple  elección presidencial en un país democrático como la Venezuela Bolivariana de Hugo Chávez, quien superando un cáncer está de vuelta para un nuevo mandato. ¿Qué mal presidente o dictador es Don Hugo Chávez que tiene molestos a tantos? Como diría Galiano se trata de “un dictador rarísimo, que ganó ocho elecciones limpias”[2]. Miradas a favor y en contra siempre habrá, pero no podemos perder la consciencia de respeto a un pueblo que expresó su voz: su soberanía en las urnas. Y Chávez, como símbolo de los nuevos gobiernos latinoamericanos tiene para largo.

Independencia y rebelión

Por estos días mi ciudad, cuyo nombre, según la leyenda[3] surge de los  guerreros huancavilcas, el cacique Guayas y su esposa Quil, Guayaquil celebra su independencia y, como nos enseñaron en la escuela, es motivo de fiesta y civismo. Según nuestros historiadores el 9 de octubre es el día más importante en la historia de Guayaquil, de la antigua Audiencia de Quito y del Ecuador actual; porque ese es el verdadero y único día de nuestra independencia”[4]. Independencia que es sinónimo de libertad, liberación y autonomía. Históricamente hablando, es rebelión del dominio imperialista español en su estrategia colonizadora para ser dueños de nuestra propia historia.

Masacre y resistencia indígena

Después de unos cuantos días, se conmemora el mal llamado Descubrimiento de América, el 12 de octubre de 1492. Y como América ya existía antes de Colón, muchos preferimos hablar que América descubrió a Colón. También en esta fecha se suele celebrar el Día de la raza, el encuentro entre los mundos nos decían en la escuela. Aunque vale preguntarnos: ¿Qué raza celebramos? ¿La española o la de nuestros ancestros que fueron asesinados? No podemos olvidar que en nombre del “descubrimiento” se dieron grandes masacres de los pueblos indígenas. De allí que algunos países para repensar su historia se desliguen del colonialismo y  propongan el reverso de la historia, ante el genocidio y atentado a la cultura de nuestros pueblos originarios. Esto llevó a varios países latinoamericanos a declarar el 12 de octubre como: Día de la Interculturalidad y la Plurinacionalidad, en el Ecuador; Día del respeto a la diversidad cultural, en la Argentina;  Día de la resistencia indígena, en Venezuela, Día de la descolonización, en Bolivia. Además se trata del  saqueo de nuestras tierras, como el de las vetas de plata y oro de Potosí[5], en la rica Bolivia, hoy uno de los países con mayores retos en su desarrollo,  y el resto de saqueos que marcaron la pobreza en nuestras ricas tierras.

Colonialismos y otras adicciones

Se trata de una historia marcada por la colonización y la imposición del eurocentrismo, lo que afectó las identidades diversas y la sangre de los latinoamericanos y latinoamericanas. El colonialismo no es solo un registro histórico, se ha vuelto parte de la identidad y la mentalidad, lo que exige una ruptura. Una ruptura para igualar las cosas, pues no existe un Primer Mundo y un Tercer Mundo, existen ricos y más pobres en el mundo por un saqueo histórico de los pueblos colonizados. No existen unos más y otros menos desarrollados hasta el sub, solo existen más y menos oportunidades. No existe la cultura perfecta, o más culta, solo existen culturas, plurales y diversas. No existe una raza mejor que otras, somos un pueblo de todas las sangres, todas las razas fluyen por nuestras venas abiertas.

Pero sí existe memoria, y siguiendo a Enrique Dussell, es hora de juzgar la historia, no solo recordarla y asentirla. No con resentimientos enfermizos, pero tampoco con olvido cínico y  traidor. Llegó el momento de reconocer que la historia no es el encuadre de las edades: Antigua, Media, Moderna y hasta Posmoderna, eso es historia europea;  así como hablar de guerra mundial cuando no todos los países del mundo intervienen sino unas cuantas naciones imperialistas. Si no nos ubicamos en condición de igualdad, nuestras lecturas siempre serán desde el poder, desde el que cree que tiene la razón y el que está equivocado, el que sabe y el que no sabe, desde el conquistador y el conquistado.

Repensar la historia

Es necesario caerse del caballo, siguiendo la experiencia del fariseo Saulo de Tarso en su camino  a Damasco, para ver con nuevos ojos, reconociendo nuestra ceguera y caigan  las escamas del colonialismo que condicionan la manera de ver e interpretar el mundo. Urge re-pensar la historia, desde la historia total, no solo de una parte. Por ello vale preguntarnos: ¿Qué significa Chávez para la nueva  Sudamérica? ¿Qué sentido tienen las Independencias? ¿Qué descubrimientos conmemoramos? ¿Cómo superamos nuestro colonialismo?

Es momento de hablar de igual a igual, pero para hablar en igualdad es necesario escuchar nuestras historias. No se trata de tener una sola verdad de los hechos, la una sola verdad sufre de imperialismo que tiende a deslegitimar otras verdades. América ya no se arrodilla ante nadie, nuevos signos en medio del caos esperanzador surgen. Los gobiernos latinoamericanos se atreven a continuar su independencia en el siglo 21, en un panorama en que la historia parecería revertirse. El mal llamado Tercer Mundo ofrece luz al mal llamado Primer Mundo para que este se vea en su verdad, como decía Ellacuría. Es como si “el tercer mundo es el examen de heces del Primer Mundo”[6].

Liberación de la Teología

Nos toca reconocer que el dominio teológico históricamente ha estado centrado en Europa y Norteamérica, como expresión de un cristianismo colonizador;  mientras que en América Latina, apenas hay unos cuantos teólogos “no de raza”, según se dijo en su momento de la teología latinoamericana[7]. Se trata de una inculturación de la teología, cuando la teología extranjera se ha in-culturalizado en un contexto, sin darse cuenta que transmite su propia cultura e idiosincrasia; así la teología europea nos llegaba con su propio color de ojos como también la norteamericana, con sus propias ideologías.

Desde esta realidad se comienza a sospechar, sospechar  que toda teología  posee  sus propios  lentes, su propio “poncho” y que no existe teología objetiva, neutra, pura o inmaculada.

Tarea de la teología será superar su propio colonialismo e ir en pos de su independencia, en palabras de Juan Luis Segundo “liberarse a sí misma”. Solo así la teología podrá continuar aportando al pueblo latinoamericano en sus luchas y en el constante camino hacia la superación de las adicciones de los colonialismos.

 


[1] Ariruma Kowii Maldonado, Interculturalidad y diversidad. Editorial Nacional, Quito, Ecuador, 2011, p.90

[3] La leyenda cuenta que fue Sebastián de Benalcázar quien, después de fundar San Francisco de Quito en la misma ciudad ya edificada por los Incas, llegó a los territorios costeros para fundar la ciudad de Santiago en la costa. Esto fue muy difícil para el español ya que los Huancavilcas, pueblo que dominaba esta región, destruían los asentamientos europeos, liderados por el bravo cacique Guayas.

Este dirigente de los Huancavilcas estaba casado con una bella mujer llamada Quil, quien además de ser hermosa, también se la conocía por su gran espíritu guerrero y su fuerte personalidad. Ambos se negaron a rendirse ante los conquistadores españoles. Sin embargo, lamentablemente después de cierto tiempo las fuerzas españolas tomaron prisioneros a ambos. Guayas ofreció entregarles, a cambio de la libertad de ambos, grandes tesoros que solo él conocía donde estaban ocultos.

Los ibéricos aceptaron gustosos la propuesta y todos se dirigieron a la cima de un cerro, que se llamaría después Cerrito Verde y actualmente conocido como Santa Ana. Cuando llegaron al lugar donde se suponía estaba lleno de riquezas, Guayas pidió un puñal para levantar la piedra que cubría el tesoro, pero lo que hizo fue atravesar rápidamente el corazón de su amada Quil, y luego él se clavó el arma en su propio pecho.

[4] Efrén Avilés Pino. Miembro de la Academia Nacional de Historia del Ecuador. Consulte www.enciclopediadelecuador.com

[5] Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, Argentina, 2004, p. 22

[6] Jon Sobrino, Fuera de los pobres no hay salvación-Pequeños ensayos utópicos-proféticos, editorial Trota, Madrid, España, 2007, p.  23.

[7] Juan José Tamayo, teólogo y filósofo español comenta: “En los entornos culturales y cristianos del Primer Mundo se tiende a considerar a la teología de la liberación realizada en el Tercer Mundo como teología menor, rayando con la catequesis. Sus cultivadores, al decir de un influyente obispo español –antes teólogo- no son teólogos de raza, ya que no se ocupan de los grandes temas del cristianismo: Dios, Trinidad, Espíritu Santo, la gracia, etc. Si se conoce a fondo los contenidos de dicha teología, enseguida podrá comprobarse que esos grandes temas son centrales en la teología de la liberación. Lo que pasa es que la orientación difiere de la seguida por buena parte de la teología académica y de la jerarquía eclesiástica del Primer Mundo”, tomado del libro Nuevo paradigma teológico, editorial Trotta.




Ángel Manzo Montesdeoca

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