Cinco panes: una revolución
Calmar el dolor acumulado,
sanar la angustia del alma,
curar la herida abierta,
alimentar el cuerpo hambriento,
saciar la sed de justicia,
animar las esperanzas empobrecidas.
Tarea imposible, en la mirada estrecha de algunos.
Pero apareció aquel jovencito
y sacó de su morral los cinco panes
y también aquellos dos peces:
y se produjo la revolución del compartir,
el milagro de la solidaridad,
la saciedad que comienza
cuando las personas se descubren pueblo,
cuando las individualidades se hacen cuerpo.
Porque es cuando los panes
dejan de ser míos para hacerse nuestros
que el proyecto de Dios comienza a revelarse.
El morral abierto, la mano extendida,
la sonrisa limpia, la mirada cálida
de aquel anónimo muchacho
abrieron las puertas a la maravillosa revolución
de la comida que alcanza
y de la utopía de tiempos nuevos
que aflora desde corazones rejuvenecidos.
Somos parte de mundos rotos,
testigos de justicias mutiladas,
víctimas de políticas que excluyen,
prisioneros de muros visibles
y de murallas invisibles
de desprecio y de discriminación.
La realidad lastima y nos desafía.
¿Qué hacer?
¡Es imposible dar vuelta la historia!
¿Será que ya nadie tiene
cinco panes, dos peces,
la vocación de ponerse de pie,
la voluntad de abrir su morral
y de abrir la mano
y de encender la llama
que todo lo transforma?
Cinco panes, dos peces,
pueden ser la chispa
que hoy se necesita.
Cinco panes: una revolución.