¿Quién es el ateo?
Se dice que cuando el mártir cristiano Policarpo de Esmirna (ca. 70-155) fue llevado ante el procónsul romano acusado de ateísmo por negar a los dioses del Imperio, el juez, compadecido por su avanzada edad, le pidió que, para salvar su vida del suplicio, sólo gritara “abajo los ateos”. Entonces, este padre apostólico, renuente a evitar el martirio, señaló a la muchedumbre pagana que se encontraba congregada y gritó: “Sí, ¡abajo los ateos!” (González, 1994: 61)
En la plática cotidiana así como en esa ingente industria de insultos y señalamientos que son las redes sociales, la palabra “ateo” sigue siendo utilizada por muchos creyentes no para definir necesariamente a una persona que racionalmente no cree en Dios, sino, simplemente a quien cree en Dios de forma distinta a la suya. Poco ha cambiado en ese sentido desde el siglo I d.C.
Estos señalamientos de “ateo” suelen venir de manera muy específica de ciertos sectores evangélicos vinculados a movimientos apologéticos, o bien, de lo que pudiera llamarse de la nueva apologética, que incluyen el famoso argumento cosmológico Kalam de William Lane Craig, así como la teología analítica, principalmente en su vertiente anglófona. Según estas perspectivas apologéticas la realidad divina se puede “demostrar” tanto por argumentación lógica como de un modo científico.
Es importante decir que estas posturas no agotan, ni lejanamente, la disciplina apologética, la cual tiene muchas otras expresiones. Tal es el caso de la apologética de Paul Tillich que expone en sus ingentes tres volúmenes de Teología Sistemática. En efecto, Tillich era un apologeta. Y su perspectiva apologética lo llama “método de correlación”. Tillich entiende la apologética no como la destrucción de argumentos ateos, sino como el establecimiento del terreno en común entre la fe y la razón con el afán de brindar respuestas teológicas a las preguntas culturales (Tillich, 1981).
Sin embargo, hay que reconocer que en estos días el debate apologético ha sido cooptado por las posturas de esta nueva apologética que concibe la “defensa” de la fe en términos silogístico-demostrativos.
Derivado de esto, de forma personal, desde hace varios años, en Facebook yo mismo he sido señalado como “ateo”, “falso creyente”, o “falso cristiano” dado que mi forma de creer en Dios tiene poco que ver con la forma argumentativa que se pretende desde estos sectores evangélicos. Sin embargo, pienso que, en realidad, mi fe es con mucho, más radical que la de los aficionados a la nueva apologética. Y es lo que pretendo demostrar.
Un atisbo fideísta-reformado-agnóstico
Mi teología es reformada, pero no “calvinista” en sentido popular, sino que se enmarca en lo que recientemente se ha denominado “pensamiento calviniano” o “ética calviniana”, para distinguirla de las corrientes calvinistas centradas en la doble predestinación. Como sea, entendiendo la infinita distancia entre Dios y el hombre, yo no puedo pedirle a Dios ningún tipo de evidencia para creer en él. Si yo creo en Dios no es por convencimiento de ninguna índole. No soy creyente por que el Universo necesite una Causa Eficiente, ni porque “algo ha de haber”. Sería ridículo que abandonara mi fe al juego argumentativo o silogístico.
Por lo demás, uno de los aspectos que más me extrañan de la nueva apologética es la dependencia analítica que tienen de la filosofía aristotélico-tomista. Según Craig, si utiliza términos como “causa eficiente” para sustentar las diversas versiones de su argumento cosmológico, no es por un compromiso metafísico con Aristóteles, sino porque, considera es un concepto objetivo y tan real como el Teorema de Pitágoras. O sea que “causa eficiente” describe algo que, realmente existe (Craig, 2017). Puede discutirse mucho filosóficamente sobre esto, pero teológicamente, resulta patente que, en todo caso, no es terminología bíblica.
En lo que a mí respecta la Creación no es igual a Dios, y por lo tanto, nada en este Universo, en sí mismo, puede hablarme algo de Dios. ¡Anularía mi fe si pretendiera que puedo encontrar a Dios en un “diseño” u “orden” que sea “natural”. Porque la fe en Dios es un don (Efesios 2:8), no depende de un “argumento”.
Pero, ¿qué pasa con aquello de que “los cielos cuentan la gloria de Dios” (Salmo 19:1), o “las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad se hacen claramente visibles desde la creación del mundo (Romanos 1:20)? Bueno, esos son textos escritos por un creyente para otros creyentes, y en el caso de Romano sobre otros creyentes. Pues los paganos a los que alude como inexcusables sí creen en dioses. Pero es que aquí volvemos a la polémica de Policarpo con el procónsul: creer que alguien es ateo porque cree en un Dios distinto. Ni Salmos 19:1 ni Romanos 1:20 fundamentan una teología natural. El contexto religioso en que fueron escritos se da en las pugnas entre cultos religiosos, no son alegatos filosóficos.
Teológicamente hablado, por otra parte, hay que decir que tú solo puedes ver la gloria de Dios en la Creación si primero Dios ya te ha dado el don de la fe. Como señala Calvino, a partir de la naturaleza en sí misma no puede venir la fe en Dios porque: “es cosa malvada y perniciosa en asuntos de tanta importancia, que se deben tratar con toda sobriedad, mezclar a Dios confusamente con el curso inferior de las obras de sus manos”. (Calvino, Inst I, v, 6). Calvino rechaza que Dios sea un “Espíritu universal que sostiene al mundo”, lo cual es una clara postura en contra de la filosofía escolástica.
Dicho en el calvinianismo más explícito señalo: Pretender alcanzar la fe por cualquier otro medio que no sea el regalo supremo de Dios es pura vanagloria y egocentrismo.
Ahora bien, si llevamos este postulado de la fe como don de Dios a su expresión más realista, y a riesgo de que se considere un non sequitur, aunque, según me parece, es una conclusión natural, desde esta postura de fe hay que reconocer que el ateísmo es la postura más racional que pueda existir en relación con Dios. Acudiendo nuevamente a Calvino, señalo que este reformador no consideraba que “negar a Dios” sea un acto irracional, sino de “ingratitud” (Inst I, v, 4). Los ateos podrán ser ingratos con Dios, pero no irracionales (excepto los de Facebook).
Pero demos un respiro y pensemos lo siguiente: Si tú no tienes el don de la fe, nada, ¡pero nada!, en este mundo puede convencerte de la existencia de Dios. Un don no es algo que nazca en ti, es algo que se te otorga. No lo puedes desarrollar ni hacerte acreedor de él. Se te da o no. Por lo tanto, si alguien que no tiene el don de la fe usara su razón como se debe, lo más honesto le sería aceptar que Dios no existe.
Pero, por otra parte, cuando has sido tocado por la gracia, y la fe ha nacido en ti, hasta el más minúsculo de los insectos te habla de Dios, y de repente, como Job, comienzas a ver el poder de Dios en todas las criaturas y en toda la naturaleza (Job 42). Y no necesitas ni apologética, ni ningún otro tipo de “defensa” para tu fe. Porque cuando tienes fe, nadie te la puede robar.
Por eso, hablando teológicamente, pretender “demostrar” la existencia de Dios, es completamente insensato, un acto de idolatría hacia la razón, pretendiendo que aquello creado (la mente) es superior al Creador.
Importante: Filosóficamente la discusión sobre la existencia de Dios es un debate con larga tradición y grandes aportes. Pero se trata, precisamente, de filosofía, no de fe. «Demostrar» a Dios filosóficamente no puede gestar la fe de nadie. Esto lo presenta de forma abrumadora Mauricio Beuchot en diálogos que ha sostenido con colegas ateos que han visto argumentos apologéticos como los de Alvin Plantinga o Eric Redmond. Cuando Beuchot habló con sus colegas lógicos sobre estos argumentos, uno de ellos, quien “era un lógico competente y además honestísimo” confesó que “no sabía por qué la prueba no llegaba a convencerle”.
Beuchot continúa: “Todo ello me hizo pensar que no basta la sola razón para tener fe, para aceptar a Dios, para acceder a Él. ¿Por qué no se rendía el no creyente a la evidencia de la prueba? Parece que ese tipo de prueba aludía a la sola razón y ella no alcanza a conectar con Dios. La razón y la fe requieren de otra mediación” (Beuchot, 2017: 33).
Reitero desde mi fideísmo reformado: La única causa de la fe es Dios, siempre y solo Dios.
Llegados a este punto, daré otra vuelta de tuerca. Ya he presentado que mi fe en Dios no solo no depende de evidencias, sino que es un don de Dios mismo, sin el cual nunca podré obtener la fe. Y la razón que veo es porque, considero, Dios no es un objeto de conocimiento. En sí considerar a Dios un “objeto” es algo que no solo incomodaría a Calvino. Pues bien, en efecto, Dios no es objeto de conocimiento, Dios es la fuente de la fe.
De este modo, la reflexión fideísta ha derivado en agnosticismo. El lógico español Julián Velarde ha establecido una maravillosa distinción entre lo que puede considerarse el escepticismo y el agnosticismo. El escepticismo es una postura inconsistente porque es una apuesta entre ser o no ser. Dios puede, o no puede, existir. Pero el agnosticismo no es una mera postura de ignorancia. Para Velarde, el agnosticismo es, en realidad, un sistema de conocimiento, una teoría filosófica, un racionalismo (Velarde, 2015: 25).
El agnosticismo, dice Velarde, no versa “sobre lo que el hombre (la mente humana) es capaz de conocer”. De ser así, el agnosticismo sería una postura de ignorancia. En realidad, continúa Velarde, el agnosticismo tiene que ver con “lo que es, o no, conocimiento” (pág: 29).
Terminemos de unir los puntos. El fideísmo, como lo he presentado, más personal que dogmáticamente, considera que Dios, y no la razón, es la fuente de la fe. La “sola razón” (Beuchot dixit) no puede acceder a Dios, por lo que la creencia en Dios no puede nacer desde el conocimiento, sino solo desde Dios.
De este modo, el fideísmo (quizá solo mi fideísmo) está de acuerdo con el agnosticismo tal como lo presenta Velarde y puedo señalar tanto desde la teología reformada, como desde el fideísmo y desde la teoría agnóstica: Dios no es objeto de conocimiento.
¿Logré mi cometido? Tengo fe en que sí.
BILIOGRAFÍA
— BEUCHOT, Mauricio, «Filosofía de la Religión», Universidad Iberoamericana, México, 2017.
— CALVINO, Juan «Institución de la Religión Cristiana», Libros Desafío, 2012.
— CRAIG, William L., “Are My Theistic Arguments Dependent upon a Metaphysical System?”, en Reasonable Faith. With William Lane Craig, Marzo 5, 2017. Disponible en https://www.reasonablefaith.org/question-answer/P20/are-my-theistic-arguments-dependent-upon-a-metaphysical-system
— GONZALEZ, Justo L. “Historia del cristianismo, tomo 1. Desde la era de los mártires hasta la era de los sueños frustrados, Unilit, Miami, 1994.
— TILLICH, Paul, Teología Sistemática I. La razón y la revelación. El ser de Dios, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1981.
— VELARDE, Julián, «El agnosticismo», Trotta, Madrid, 2015.