Luis Marcos Tapia

Posted On 28/06/2011 By In Opinión With 2111 Views

Cristianismo «beta» en un mundo «beta»

 

Cuando los programadores informáticos lanzan al mercado un producto nuevo o una versión nueva de un producto anterior, sea un programa computacional o una aplicación para la Web, hacen un lanzamiento Beta, esto es, ofrecen el programa o la aplicación señalando explícitamente que el producto no está acabado o terminado, sino que se entrega, generalmente en forma gratuita, para que los usuarios trabajen con él, evalúen su funcionamiento, y lo informen a los diseñadores. En el pasado esto se hacia en forma reservada, es decir, era sólo para ciertos usuarios escogidos, quienes probaban el producto, daban sus comentarios, y luego los diseñadores hacían los arreglos pertinentes, para entregar finalmente la versión acabada. El lanzamiento Beta era una prueba o ensayo para luego entregar el producto terminado de óptimas condiciones.

Luis Marcos TapiaEn la actualidad, el lanzamiento beta ya no es un ensayo o una muestra de prueba, sino que reemplaza totalmente al lanzamiento “oficial” del producto. Esto porque el avance en la informática es tan rápido, que un producto sale al mercado un día y al día siguiente ya está obsoleto. Incluso algunas compañías como Google lanzan sus productos a la Web esperando que los usuarios no sólo prueben el producto, sino que lo manejen y le hagan sus propias modificaciones y arreglos. Es lo que se conoce como open-source software (programa de fuente o código abierto) donde el programa nunca está terminado completamente sino que, gracias a los usuarios, está en constante cambio y evolución.

Este concepto de lo Beta se puede ampliar más allá del mundo de la computación. Podemos considerarlo como una nueva manera de vivir, de pensar y de crear, y podemos usarlo para imaginar otro mundo y otro cristianismo. Lo Beta es por naturaleza lo no completo, lo no terminado, lo que espera cambiar y evolucionar. Antes de Beta, un error, un fallo, o un accidente, eran vistos como defectos, como algo negativo, pero ahora podemos considerar que lo inacabado e imperfecto no es necesariamente algo malo en sí. Desde el concepto Beta podemos liberar a nuestro mundo y a nuestro cristianismo del mito de la perfección.

En el libro del Génesis se nos dice que el mundo creado es bueno, lo que no significa necesariamente que es un mundo acabado, completo, perfecto. Al considerar el mundo como un producto Beta podemos entender la creación como comienzo, como aliciente para la creatividad y autonomía del ser humano, de la tierra y de la realidad en general. El problema del ser humano ya no estaría en una caída desde la perfección, a la que se ve arrastrada irremediablemente toda la creación, sino que estaría en la construcción de un proyecto diferente al proyecto de Dios. El proyecto de Dios está encausado hacia la vida plena de toda la creación, el proyecto que el ser humano comenzó a construir se alejó de dicho enfoque y comenzó a caminar hacia la violencia y la muerte. Desde el concepto Beta podemos comprender que ese proyecto divino de vida plena no es algo impuesto y determinado completamente desde el cielo, sino que toma en cuenta la libertad y creatividad de los seres humanos, las distintas situaciones vitales y los contextos culturales y sociales específicos. Dios nos invita a ser nosotros los protagonistas, buscar, con los pies en la tierra y la mirada hacia delante, la vida plena.

Desde el concepto Beta, al mirar el mundo como algo inacabado, podemos entender que el orden de mundo, tanto natural como moral, no es algo fijo y absoluto, sino que es una realidad en constante cambio. Por tanto, nadie puede tener la pretensión de decir que sabe como debe ser el mundo. No hay una política fija, absoluta, divina; tampoco una orientación sexual “normal” ni una concepción de género “natural”; no hay normas morales únicas que nos lleven a un buen vivir; no hay un modelo económico último, perfecto, acabado; no hay una raza “superior”. El mundo ya no se nos impone desde arriba, sino que es un open-source software que Dios nos regaló, que programamos todos juntos, desde abajo, con los pies en la tierra, en el polvo, lejos de un mundo de ideas e ideales.

El concepto Beta también nos ayuda a ver que el cristianismo, tal como el mundo, no es algo acabado y completo. El cristianismo es beta, es decir, no es una doctrina ni un dogma absoluto, tampoco es una moral fija, universal, y eterna. El cristianismo es, concretamente, la vida de personas y comunidades que, animados por la confianza en Dios y en Jesús, intentan poner el amor en el centro de sus relaciones. Por lo mismo, el cristianismo no es una idea absoluta que debe realizarse e imponerse, sino que es una invitación a la búsqueda de una vida distinta, la invitación a soñar que, desde la fe, otro mundo es posible.

El cristianismo se da sólo en comunidades de fe y seguimiento concreto, en iglesias y personas que son imperfectas e inestables. Ya no debemos crear y tratar de sostener falsas expectativas, ya no es necesario que defendamos una santa, inmutable, perfecta y única Iglesia. La Iglesia sólo es real en comunidades de fe locales y diversas, con personas de carne y hueso, con luchas y problemas reales. Esto, al contrario de ser negativo, es algo positivo. Ahora las iglesias se pueden ver a sí mismas como lo que realmente son, la prueba y el ensayo del Reino. No son un fin, no son la plenitud y perfección, no son el Reino, nunca lo serán. Por lo mismo, tampoco es necesario que sigamos considerando que la Biblia es la revelación última, inerrable y perfecta, sino que podemos abrirnos a considerarla como lo que realmente fue, el testimonio de cómo las primeras comunidades cristianas vivieron y construyeron un cristianismo Beta que apuntaba siempre hacia el Reino. La Biblia se dejó como registro de un proceso Beta con el fin de ayudar a los futuros intentos. No es absoluta, nunca tuvo la pretensión de serlo.

Lógicamente las iglesias institucionales, de funcionarios, dogmas y moralinas, no están dispuestas a considerarse como una realidad Beta. Ellas son, y, por lo mismo, buscan imponerse. La realidad es que todas las instituciones, los dogmas y las teologías son Beta, es decir, siempre habrá una versión nueva, que funcione mejor, que las reemplace. Jesús mismo denunció la realidad Beta de la religión judía que se imponía como perfecta y definitiva y que, obviamente, estaba llena de bugs[1]. Jesús expone a todas las religiones y a todos los dioses como realidades Beta. La experiencia de Dios y su voluntad no se puede absolutizar. Como el mismo Jesús lo aprendió gracias a la mujer sirofenicia.

En un cristianismo Beta, en un mundo Beta, dejamos de lado las certezas y caminamos en la confianza. Abrazamos la paradoja de la fe y el misterio de la realidad respirando tranquilos, somos cristianos Beta y seres humanos Beta, sólo estamos aprendiendo. Somos libres para crear, no importando si el resultado no es perfecto. Somos libres para volver a soñar y creer en otro cristianismo y otro mundo.



[1] “Bug” es el término inglés que se utiliza para hacer referencia a un fallo o deficiencia de un programa de computador (software).

[2] Artículo publicado originalmente en la revista Pastoral Popular Nº322 editada por el Centro Ecuménico Diego de Medellín (http://www.diegodemedellin.cl). Este pequeño escrito se debe a la invitación hecha por Philip Clayton a pensar en una teología y una iglesia después de Google.

[3] Luis Marcos Tapia es Pastor Bautista, Profesor de Filosofía e Investigador del Centro Ecuménico Diego de Medellín en Santiago de Chile.

Luis Marcos Tapia

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