El temor a los otros
La iglesia debe aprender a vivir en una sociedad plural sin sentirse agredida ni en una actitud de permanente beligerancia. Los mismos derechos que protegen a otros, nos protegen igualmente a nosotros. Cuando existen conflictos entre personas, grupos o conceptos ideológicos, en relación con la aplicación o práctica de los derechos y libertades de individuos o comunidades concretos, las mismas leyes amparan igualmente al conjunto de los ciudadanos con independencia de su credo, condición, raza, etc. Si nos encontrásemos al final con una resolución que considerásemos que violenta nuestra conciencia y libertad de culto, podríamos optar por derecho a ejercer la objeción de conciencia. La democracia como sistema político no es perfecto, pero sin duda es, “el sistema menos malo”. Dios nos libre de los experimentos alternativos, la dictadura, sea esta del tipo que sea, o la teocracia, musulmana o cristiana. El pensamiento único, sea político o religioso, no crea más que fanáticos, fariseos e hipócritas. Deberíamos recordar que “el fin nunca justifica los medios” y los cristianos hemos sido llamados a ser “pacificadores”, no a echar más leña al fuego, justificar, o apoyar a quienes promueven la confrontación social y la exclusión. Nos vendría bien antes de dar comienzo a esta reflexión hacer memoria de las palabras del conocido pastor y teólogo alemán Martin Niemöler:
“Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté, porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a buscar a los judíos,
no pronuncié palabra, porque yo no era judío,
Cuando finalmente vinieron a buscarme a mí,
no había nadie más que pudiera protestar.”
Oficialmente, el poema fue recitado por primera vez en el sermón que el pastor Niemöller pronunció en la Semana Santa de 1946 en la población de Kaiserlautern (Alemania), y se tituló “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?,” en referencia a la apatía del pueblo alemán ante la crueldad nazi.
La política puede reformar, pero no transformar.
La política puede reformar, pero no transformar el corazón de las personas, por lo tanto, puede ser una herramienta útil, pero siempre insuficiente. Cuando yo tenía 18 años militaba en organizaciones políticas y ecologistas que intentaban cambiar el mundo para mejor, o así lo creíamos. Solía estar junto a otros jóvenes de mi edad en primera línea de manifestaciones, charlas y otros eventos. Unos años después llegó mi conversión y toda mi cosmovisión dio un giro radical de 180º. Recuerdo a mi mejor amigo preguntándome sorprendido, si ya no quería cambiar el mundo, a lo cual contesté: “…es imposible cambiar el mundo si no cambia antes el corazón de las personas.” La verdadera revolución, el cambio duradero y genuino, empieza de adentro hacia afuera y no al contrario.
Es por esta y otras razones, que me asombra la campaña mediática que tiene lugar en las redes a diario, en iglesias y en organizaciones cristianas, en apoyo de partidos ultras con tintes racistas, cuyo discurso intolerante incita al odio, llegando a autodenominarse los últimos cruzados, verdadera y única “defensa y baluarte de los valores cristianos.” Me llena igualmente de perplejidad y tristeza, la miopía de aquellos creyentes que militan y comulgan activamente en lobbies y grupos de presión, muy próximos al ultramontanismo católico-romano, sin haber hecho una reflexión teológica y ética seria de las implicaciones de dicho apoyo para la causa del evangelio. Esto, a vista de pájaro, es lo que está sucediendo ahora mismo en España, aunque en Sudamérica nuestros hermanos nos llevan ventaja, debido a la mayor influencia del populismo y ultraconservadurismo norteamericano, que desgraciadamente tiene su reflejo europeo.
Citando una escena la película “Infiltrado en el Ku Klux Klan” entre el sargento de policía de Colorado Springs y el agente Ron Stallworth, no podemos dejar de ver las similitudes con actitudes, estrategias y discursos de plena actualidad:
-Tengo un amigo que está informando sobre esos grupos. Parece que se están apartando del antiguo estilo violento y racista. Eso es lo que Duke vende ahora y está llegando al gran público.
-¿Duke?
-David Duke, el actual Gran Mago del Klan, se viste de traje, nunca se le ha visto encapuchado o con túnica en público. Se hace llamar director nacional, así que seguro que quiere llegar a un cargo más alto.
-¿Político?
-Sí, es otra forma de vender el odio.
-¿Cómo?
-¡Piénsalo!: discriminación positiva, inmigración, delincuencia, reforma fiscal… Según él, nadie quiere que le llamen fanático de derechas, las series de la tele se burlan de ellos, así que, el odio lo camufla en esos problemas, los ciudadanos pueden ir asimilándolo, apoyándolo, hasta que al final, llegue a la Casa Blanca alguien que lo represente.
-Sargento, vamos, nunca nombrarán a alguien como David Duke como presidente de los Estados Unidos de América.
-Para ser un hombre de color eres muy ingenuo, a ver si espabilas.
Valores ¿Qué valores?
Hoy en día se nos habla de valores, pero ¿qué valores?, ¿son los valores tradicionales algo que deberíamos anhelar? La familia, ¡por supuesto!, pero ¿cuál?, la predemocrática, en la cual la esposa no podía tener una cuenta bancaria a su nombre, sin el permiso de su esposo, o que cuando denunciaba maltrato en la policía la enviaban de vuelta casa, para que recibiese otra paliza por haber ido a comisaria. ¿Qué tipo de familia defendemos? ¿Qué tipo de valores? No nos confundamos ningún tiempo pasado ha sido mejor. ¡Cuidado con los melancólicos! Suelen tender a la depresión. Estoy totalmente convencido de que la ley y las leyes son impotentes para cambiar el corazón del hombre, ni lo hacen las reformas sociales, ni los sistemas políticos o filosóficos. De igual manera que las leyes que limitan la velocidad de los vehículos en carretera, no son suficientes para que los con los conductores los respeten. Aunque esto no quiere decir que las leyes no sean necesarias, incluso indispensables en un mundo caído.
Cristianismo y algo más.
El profesor y escritor C.S. Lewis, en su libro “Cartas del diablo a su sobrino” que originalmente fueron mensajes radiados por la BBC, en plena Segunda Guerra Mundial, anima así a su neófito y diabólico sobrino, recién salido del seminario luciferino: “El verdadero inconveniente del grupo en el que vive tu paciente es que es meramente cristiano. Todos tienen intereses individuales, claro, pero su lazo de unión sigue siendo el mero cristianismo. Lo que nos conviene, si es que los hombres se hacen cristianos, es mantenerles en el estado de ánimo que yo llamo “el cristianismo y…”. Ya sabes: el cristianismo y la Crisis, el cristianismo y la Nueva Psicología, el cristianismo y el Nuevo Orden, el cristianismo y la Fe Curadora, el cristianismo y la Investigación Psíquica, el cristianismo y el Vegetarianismo, el Cristianismo y la Reforma Ortográfica. Si han de ser cristianos, al menos que sean cristianos con una diferencia. Sustituir la fe por alguna moda de tonalidad cristiana. Trabajar sobre su horror a Lo Mismo de Siempre.”
La autocrítica sana ejerce un efecto beneficioso para el que la practica con frecuencia. Es un ejercicio no exento de dolor, y sin duda incómodo, pero a todas luces necesario. La Iglesia y los creyentes de nuestro tiempo deberíamos hacerlo y preguntarnos: ¿Es Cristo solo, suficiente para nosotros, o necesitamos algo más?
Me gustaría citar también un extracto de otro artículo, este de Otto Sánchez, pastor de la Iglesia Bautista Ozama (República Dominicana): “Los evangélicos en el mundo de la política, principalmente en el siglo XX van desde la ultra derecha recalcitrante de algunos sectores del “Bible Belt” del Sur norteamericano, los escándalos de corrupción, misticismo y crueldad en África y Asia, el liberalismo europeo, hasta la suma de todo lo anterior en Latinoamérica, lo cual deja un balance no muy positivo. Sin embargo, por todo esto no debemos dejar de dar respuestas a los males de la cultura desde una cosmovisión cristiana. Wilberforce y the Claphman Sect en Inglaterra, o Abraham Kuyper en Holanda son buenos precedentes de lo que podemos hacer como evangélicos y tener buenos resultados. Debemos apoyar a creyentes piadosos, preparados y llamados por Dios al ruedo político para glorificar Su nombre en estas delicadas funciones y salir bien en esa arena movediza de la política, tal como lo hicieron José, Daniel o Ester.” (El cristiano y la política I. Coalición por el Evangelio.)
El reino de Dios en la tierra.
Bueno, nadie niega que, hay, habrá, y ha habido cristianos, que a nivel individual tengan una vocación de servicio público a través de la carrera política, pero lo que deberíamos sopesar como iglesias y organizaciones, es el coste que conlleva alinearnos colectivamente con programas, personas y partidos que bien pueden ensuciar el buen nombre de la causa del evangelio. Sería largo citar aquí los más variopintos personajes políticos que buscaron y consiguieron el apoyo de la Iglesia, denominándose incluso ellos mismos como cristianos “nacidos de nuevo”, para después ser acusados de abuso de poder, corrupción, inmoralidad sexual, enriquecimiento ilícito, represión de minorías, etc. No sé si algún lector compartirá mi preocupación al ver a la iglesia actual inclinándose sin complejos políticamente, involucrada en diferentes campañas y descuidando a mi entender lo más importante, la predicación del evangelio. Muchos sueñan con establecer el Reino de Dios en la tierra, sin ser conscientes de que la utopía cristiana tendrá lugar sola y únicamente con el advenimiento de los nuevos cielos y la nueva tierra donde mora la justicia (Ap.21). Haríamos bien en recordar que Dios no ha abdicado, ni ha mermado su poder, sigue gobernándolo todo y nada ni nadie, puede impedir que lleve a cabo su voluntad, “Él quita y pone reyes” (Daniel 2:21). Quizás no estemos satisfechos con su gobierno y nos unamos inconscientemente a la petición de los ancianos de Israel al viejo profeta Samuel: “Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones” (1ª Samuel 8:5).
¿Cómo vendrá el Reino de Dios? La respuesta la encontramos usando la metáfora de la semilla en el evangelio de S. Lucas 8:11. La semilla, la palabra de Dios, es el instrumento vital por medio del cual el nuevo mundo del reino es sembrado en medio del viejo mundo. La predicación del evangelio será el agente seminal del cambio. Hará germinar la revolución cósmica de Dios, y traerá el reino. La semilla es la palabra de Dios anunciada y predicada a los hombres. No habrá reino, ni cambio duradero, ni utopía posible, si esa semilla no es sembrada, crece y da fruto en el corazón de los hombres.
Toda Reforma genuina comienza por la iglesia
En palabras del teólogo, escritor y pastor, José de Segovia: “El movimiento evangélico no viene de las campañas moralistas que buscaban promover la decencia y las buenas costumbres. Eso hacían muchas iglesias, que no eran precisamente conocidas por su fe evangélica, sino por su humanismo y actividad social. Toda reforma y avivamiento han nacido de la predicación del Evangelio. Esa es la razón por la que predicadores como Lloyd-Jones se negaban a dejar su capilla en los años 20 la Liga de la Temperancia, para que los alcohólicos no dejaran de escuchar su predicación. ¡Cuánto tenemos que aprender de nuestros antepasados, cuando apoyamos campañas contra los gays! ¿Cómo queremos que un homosexual escuche el Evangelio, si nos dedicamos a luchar contra sus derechos? (…) El anuncio del Evangelio es que “Cristo murió por nuestros pecados y resucitó” (1 Co.15:3-4). Predicamos a Cristo.”
No es la primera vez que escuchamos citar las palabras del Señor: “así alumbre vuestra luz delante de los hombres” con el propósito de animarnos a tener mayor presencia en la arena pública de nuestros países, aunque el texto no habla de esto sino de tener cuidado de practicar nuestra piedad delante de los hombres. En palabras del teólogo escocés A.B. Bruce “Tenemos que mostrar cuando estamos tentados a esconder y esconder cuando estamos tentados mostrar.” ¿Cómo pretendemos juzgar al mundo, ver su paja, sin juzgarnos a nosotros primero y ver nuestra propia viga?, “A los que están fuera ya los juzgará Dios” (1 Co.5:13). Toda verdadera reforma y avivamiento comienza por la confesión y el arrepentimiento del pueblo de Dios. No deja de llamarme la atención que la iglesia solo se movilice y levante su voz cuando salen a la palestra ciertos temas recurrentes de tipo moral, relacionados mayormente con la sexualidad, y otros con un fuerte tufo ultraconservador. Me inquieta que permanezcamos mudos cuando se habla de la corrupción, los abusos de la banca, la defensa de la sanidad, la educación pública, los salarios dignos, la solidaridad con el emigrante, y con las minorías, etc. ¿Doble moral quizás? “Gracias Señor, porque yo no soy como ese hombre”, se decía a sí mismo el fariseo al contemplar al desgraciado publicano (pecador) que veía a su lado. La oración del fariseo no fue escuchada, pero sí la del publicano, la del paria.
Política cristiana, “en el filo de la navaja”
Creo que la expresión “en el filo de la navaja” frase acuñada por el escritor británico W. Somerset Maugham, describe de forma visual, las arenas movedizas en las que nos movemos en este terreno. El problema con el posicionamiento político de la iglesia y entidades evangélicas es como la política misma: excluyente. Se trata de nosotros y ellos, azules y rojos, progresistas y conservadores, derecha e izquierda. La iglesia por el contrario llama a todos los hombres independiente de su raza, color, status social o ideología política, a abrazar las Buenas Noticias de Jesucristo. En palabras del apóstol Pablo: “Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley, para ganar a los que están sujetos a la ley; a los que están sin ley, como si yo estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar a los que están sin ley. Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos.” (1 Co.9:19-22)
¿Cómo podremos alcanzar a aquellos que consideramos y nos consideran rivales políticos? ¿Cómo podremos ganar a todos si solo nos identificamos con algunos? ¿Cómo nos escucharan aquellos que son el objeto de nuestra confrontación política? No nos engañemos, la “política de contrarios o antagonista” en este mundo caído, desgraciadamente no une a los hombres, sino que les divide y enfrenta, el evangelio derriba todo tipo de barreras culturales, raciales o políticas, así como, “todo argumento y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Co.10:5). En palabras del apóstol Pablo: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Ga.3:28). Quién tenga un llamado, una vocación política, que la ejerza por amor al prójimo, en el temor de Dios y para su gloria. En cuanto a la Iglesia, las palabras de Jesús no fueron: “id y haced política…”, sino “id y predicad el evangelio”.
Rev. Manuel López Franco
Almuñécar (Granada), 10 de agosto de 2023