Me encontraba haciendo clases en el centro educativo en donde presto servicios como docente en prácticas de Religión y Filosofía, con jóvenes de 15 años como edad promedio. El tema de la sesión eran los acontecimientos fundamentales de la vida de Jesús de Nazaret. Mientras avanzaban las explicaciones, el profesor titular llegó al tema de la Encarnación del Verbo. Mientras escuchaba su explicación, pensaba: sin duda es un tema fundamental que a priori no debería causar mayor problema entre los jóvenes interlocutores.
Pero cuál fue mi sorpresa al escuchar las respuestas de los mismos sobre lo que es la Encarnación. Algunos sostenían: Jesús es como un semi–Dios al estilo Hércules; u otros decían Jesús es una parte de Dios. Y mientras les escuchaba pensaba, ¿cuántos hermanos de nuestras comunidades adultas experimentan y experimentamos todos más de alguna vez confusión sobre lo que significa la radicalidad de que Dios se haya hecho hombre?
Creo que la causa de las confusiones que surgen en torno al Misterio de la Encarnación del Verbo es que es en sí una radical paradoja. Y al ser paradoja, o también ‘escándalo, nos hace experimentar la falta de categorías o conceptos para explicar una totalidad que fre´nte a nuestra indigente existencia finita no podemos vislumbrar en toda su naturaleza.
El Misterio de un Dios que opta libremente por un género humano representa un momento único en la historia de la salvación. Se había hablado innumerables veces sobre unas buenas noticias que se predicarían a los pobres. Y ¿cuál sería el contenido de ese anuncio? Y el contenido lo conoceríamos sólo al final de los tiempos, cuando Dios envía a su Hijo único a vivir en la tienda de la pobreza, de la realidad espacio-temporal, compartiendo todo lo que significa ser hombre, a excepción del pecado.
Ya no es el hombre el que busca a Dios, sino que es Dios quien busca al hombre, para amarlo y entregarle aquello que ha preparado para él: El Reino. ¡DIOS SE HACE INDIGENTE EN JESÚS DE NAZARET! ¡Y ESO CAUSA CONFUSIÓN! No puedo sino recordar a los pobres nazarenos cuando uno de sus hijos llega con una serie de acciones milagrosas “Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: «¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?». Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo” (Marcos 6,1-3).
Así como ayer, hoy también Jesús es motivo de tropiezo, confusión y escándalo. Su realidad radicalmente paradójica nos estremece e interpela. Nuestra débil condición busca respuestas y elementos de comprensión para entender lo que supone que el Verbo, la Palabra que Dios dijo al mundo se haya hecho carne, hombre y mujer, encuentro y familia, pueblo y nación, Iglesia y mundo. Sólo cuando en nuestras comunidades podamos realmente entender que el mismo Jesús está en cada uno de los hermanos, especialmente de los pequeños, predilectos de su Padre, ahí entonces estaremos nuevamente siendo testigos de este Misterio, de que Dios se hizo hombre.