Cuando la política entra en la Iglesia
La falta de atención teológica y pastoral a temas como la política puede llegar a provocar graves problemas en la iglesia. Ciertamente Jesús dijo que su “reino no es de este mundo” (Jn 18:36), y durante años esta afirmación ha servido para decir que como individuos particulares los cristianos pueden hacer política y llegar a ocupar cargos políticos a nivel local o estatal, pero, en cuanto iglesia, esta no puede significarse políticamente a favor de un partido u otro, pues eso atentaría contra la buena armonía y hermandad de los miembros que la componen, cada cual con sus propias ideas políticas, o ninguna. Por tanto, la iglesia, o iglesias, deben ser apolíticas. Esa es la teoría, que se dice puertas afuera, pero en la práctica la realidad es otra. El alineamiento a un bando u otro puede llegar a ser descarado.
En los días pasados fue noticia el caso de Beth Moore, una popular maestra bíblica y autora de varios libros de estudio bíblico leídos por miles de personas. Todo iba bien con ella y su iglesia, de la Convención Bautista del Sur en Dallas, hasta que un día se atrevió a criticar al expresidente Donald Trump. De repente pasó de ser “un amado ícono a ser una paria en la denominación que ella había amado toda su vida”[1]. La crítica no era de carácter político, sino personal, debido al comportamiento abusivo con las mujeres del cuadragésimo quinto presidente estadounidense hacia las mujeres. Si mediar más palabras, Moore fue etiquetada de “liberal”. Beth Moore es especialmente sensible al abuso sexual, habiendo sido ella mismo una víctima sexual en su infancia. En octubre de 2016 Moore se llevó lo que ella llamó “la mayor impresión de su vida” cuando leyó las transcripciones de las cintas de Access Hollywood, donde Trump alardeaba de su acoso sexual hacia las mujeres. “Eso no era solo inmoralidad”, dijo ella. “Eso era puro acoso sexual”. Esperaba que sus colegas evangélicos, especialmente los líderes bautistas del sur en los que ella confiaba, se escandalizaran, especialmente debido a cómo habían reaccionado ante la conducta de Bill Clinton en la década de 1990. En cambio, dijo ella, se aliaron alrededor de Trump. Para entonces, Trump se había convertido en la gran esperanza del evangelicalismo de la gente blanca, la salvación de la iglesia de los Estados Unidos. Así que la críticas de Moore a Trump fueron vistas como un acto de traición. Ciertamente, Beth comenzó por censurar la aceptación acrítica de un inmoral y terminó por criticar el nacionalismo, el sexismo y la división racial. Al final, Beth tuvo que dejar Convención Bautista del Sur y comenzar a congregarse en otra iglesia.
Todo esto destapa esa caja de truenos del “testimonio político” de las iglesias, cada día más preocupante en las iglesias evangélicas del mundo entero a medida que pensamiento casi único del neoliberalismo se ha ido infiltrando en casi todas las iglesias evangélicas después de la llamada revolución conservadora de Ronald Reagan.
Un gran número de misioneros estadounidenses han esparcido por todo el mundo evangélico un radical “apoliticismo” de la política de la Mayoría Moral, fundada por el pastor fundamentalista Jerry Falwell, y de la New Right o New Christian Right, a la que los estudiosos han dedicado una atención pormenorizada[2]
Gregory A. Boyd es un reconocido pastor de la Iglesia Woodland Hills en St. Paul (Minnesota). Es un tipo interesante. Nacido en el seno de una familia católica, en su adolescencia se convirtió al pentecostalismo unitario. No satisfecho con sus doctrinas, a finales de 1979, se convirtió en cristiano ortodoxo. Después de obtener una licenciatura en Filosofía de la Universidad de Minnesota , asistió a la Escuela de Divinidad de Yale , donde se graduó cum laude con una Maestría en Divinidad (1982). Luego asistió al Seminario Teológico de Princeton, donde obtuvo un doctorado en Teología (1987). Boyd es uno de esos líderes evangélicos estadounidenses que alcanzan fama internacional: pastorean una gran iglesia; escriben libros, que se traducen a varios idiomas; dan conferencias y ofrecen retiros en mil y un lugar…, hasta que un día se topan con algo, cualquier cosa, en este caso con la política. Precisamente por ser famoso, popular, atraer multitudes, multitudes que no pasan desapercibidas a los ojos de los políticos. En 2004 tuvieron lugar las elecciones presidenciales de Estados Unidos. En ellas se enfrentaron George W. Bush, por el partido Republicano, y John F. Kerry, por el Demócrata. Como Bush Jr., no era precisamente un candidato sobrado de carisma, pero sí hijo de su padre, sus organizadores de campaña se dedicaron a tratar pescar votos en las iglesias evangélicas, no muy exigentes en cuestiones de justicia social, política internacional y derechos humanos (el único derecho del humano pecador es el infierno). Gregory Boyd confiesa que se sintió presionado para respaldar a George W. Bush como candidato a ocupar la Casa Blanca, así como otras causas conservadoras, desde el púlpito.
En lugar de eso, Boyd comenzó a predicar una serie de sermones sobre los temas que estaban en juego y dejar que su congregación eligiera libre y responsablemente el candidato más adecuado a la concepción cristiana, evangélica, de la vida, la historia y la política. En Estados Unidos los cristianos llevaban décadas dándoles vuelta a asuntos tan serios para ellos como el considerarse una nación elegida por Dios para llevar a una cabo una misión cristiana y liberadora entre todas las naciones insuficientemente democráticas e ignorantes del Dios de la Biblia, el de los Diez Mandamientos, del Juicio Final y del Castigo Eterno.
Sabemos que, finalmente, la mayoría de los evangélicos apoyaron públicamente a George W. Bush y terminaron desempeñando un papel importante en su reelección, pero Gregory A. Boyd había elegido otro camino, que no tenía nada que ver con los postulados de la derecha. Por eso, en lugar de respaldar a Bush como presidente, pidió a sus fieles que adoptaran un enfoque más humilde hacia esa política triunfalista y supremacista del llamado “nacionalismo cristiano”, “una nación bajo Dios”, etc., instándoles a tener cuidado de no alinearse con ninguna ideología política en particular, sino a centrarse en seguir a Jesús y encarnar los valores que él enseñó.
Gregory A. Boyd
Boyd narra en su libro El mito de una nación cristiana: cómo la búsqueda del poder político está destruyendo la Iglesia (2005) las consecuencias de su toma de postura y argumenta los motivos de su oposición a la política derechista, supuestamente basada en valores cristianos. Esto fue demasiado para algunos miembros de su iglesia. Vio cómo amigos y familias enteras a las que apreciaba comenzaron a manifestar su descontento dejando de congregarse. Así domingo tras domingo un cierto número de personas abandonaban la iglesia. Una verdadera prueba para cualquier pastor que se precie. Pero Boyd no podía dar marcha atrás, estaba predicando lo que en conciencia creía que era su deber como pastor cristiano. Boyd no condena a los que tomaron esta decisión, él los excusa diciendo que para ellos era una cuestión de conciencia, y entiende que algunos se sintieran ofendidos en lo que entendían como un ataque a sus convicciones políticas y patrióticas, después de tantos años de haber estado sometidos a un tipo de enseñanza contrario. Sin embargo, otros, los que quedaron y siguen formando parte de Woodland Hills Church, lloraron literalmente de gratitud confesando que siempre se habían sentido como extraños en la comunidad evangélica por no seguir los pasos de la mayoría políticamente conservadora. Algunos contaron que, como resultado de los mensajes del pastor Boyd, sus ojos se abrieron y se dieron cuenta de cómo la agenda política y nacional había oscurecido su visión de la belleza del reino de Dios.
“Creo —denuncia Boyd en su libro— que un significativo sector de evangélicos estadounidenses es culpable de idolatría política y nacionalista. Pienso que los evangélicos han confundido hasta un grado terrorífico el reino de Dios con una versión propia del reino de este mundo […] Creo que muchos evangélicos estadounidenses han permitido que nuestra comprensión del reino de Dios esté manchada por agendas, temas y tendencias políticas”[3].
Lo más ofensivo para el orgullo de los evangélicos patriotas acostumbrados a pensar que Dios es el fundamento de la nación desde su fundación, fue cuando el pastor Boyd se alejaba de la visión dorada la Biblia patriótica americana[4]. Para Boyd, América no es en este momento, ni nunca lo ha sido, una nación cristiana. “El mito de América como una nación cristiana, con la iglesia como su guardián, ha sido, y continúa siéndolo, perjudicial tanto para la iglesia como para el progreso del Reino de Dios”[5].
Cuenta Timothy Keller, que el pastor del cual él tomó el testigo en la West Hopewell Presbyterian Church de Hopewell (Virginia, 1975), el reverendo William E. Hill sufrió grandes presiones al oponerse a la costumbre de colocar la bandera en el frente, al lado del púlpito, por considerarlo un acto de idolatría. La prensa local lo tildó de “antipatriota, comunista y antiamericano”. El resultado es que la iglesia probablemente perdió entre doscientos y trescientos miembros. Pero el reverendo Hill se mantuvo firme en su puesto, creyendo como creía que se estaba incurriendo en el grave pecado de mezcla idólatra del cristianismo con el patriotismo estadounidense y los intereses blancos, y no le importaba pagar un precio por sus convicciones[6].
La religión siempre ha jugado un papel muy importante en la política de Estados Unidos, y la Biblia ha sido esgrimida generosamente en tiempos de elecciones, tanto por Republicanos como por Demócratas. Citas bíblicas salen a relucir en temas controvertidos como el medio ambiente, la emigración, el aborto, el uso de células madre, el derecho de los gays, las políticas sociales y hasta la política internacional. Si logran “demostrar” que lo que dicen “está en la Biblia”, entonces, según su lógica, las autoridades locales y federales deben tomar las medidas apropiadas. Se dice que George W. Bush dijo de la Biblia: “Este es el único manual que tú necesitas. Este manual es el mejor compañero”. Según el profesor Jacques Berlinerblau, el uso de la Biblia por parte de muchos políticos es meramente un juego cínico[7].
Ha habido épocas en la historia reciente de Estados Unidos que esto no fue así, pero después del 11-S, el lenguaje religioso ha pasado a ocupar un primer plano intensificándose el mito de ser una nación cristiana, como hace ver Burton L. Mack, profesor de cristianismo primitivo Claremont School of Theology[8].
En este ambiente se entiende la popularidad de Donad Trump entre el conservadurismo evangélico. Auténtico héroe de la Religious Right, que cada día da más miedo a más gente[9]. ¿Cómo un libertino, que carece incluso del conocimiento más básico de la fe cristiana, gana el 81 por ciento del voto evangélico blanco en 2016? ¿Y por qué los evangélicos blancos se han convertido en los partidarios más acérrimos de un réprobo presidencial? A esta cuestión trata de responder en su reciente y demoledora obra la profesora de Calvin University, Kristin Kobes Du Mez: Jesús y John Wayne. Cómo los evangélicos blancos han corrompido la fe y fracturado la nación[10]. En ella documenta el trabajo de zapa de algunos líderes evangélicos estadounidenses que a lo largo de las últimas décadas han ido reemplazar el Jesús de los Evangelios por un ídolo de masculinidad fuerte y nacionalismo cristiano, o en palabras de un capellán moderno, «un rudo espiritual». Según muestra en su obra, este es un tema muy común en los escritos evangélicos blancos sobre la masculinidad desde la década de 1960 hasta el presente, los cuales vienen a decir que es necesario tener hombres muy recios y duros que puedan proteger a las mujeres y los niños; que puedan proteger el cristianismo y a la nación estadounidense, para lo cual el fin justificará los medios.
“No todos los evangélicos blancos que votaron a Trump lo equiparan a la figura de John Wayne, pero existe un fundado tipo de justificación para su voto por Donald Trump en términos de que él es un hombre fuerte. Un hombre fuerte que a proteger el cristianismo precisamente porque no está limitado por las virtudes cristianas tradicionales”[11]. La cultura popular dentro del evangelicalismo estadounidense moderno, al tiempo que los líderes evangélicos conservadores, han contribuido y promocionado los valores autoritarios y patriarcales reflejados en ese tipo de figuras como John Wayne, Ronald Reagan y Donal Trump.
Tal es así que Todd R. Gould, un cristiano tradicional, no duda en equiparar la persona de John Wayne con la de Jesús. Hay que recordar que, aparte de su papel como actor, John Wayne como persona, defendía abiertamente los valores de la derecha conservadora. Por eso, Gould, en su libro John Wayne, Jesus Christ and Other Faded Icons, defiende esos personajes en cuando hombres de hombres de hombría y masculinidad, sin preocuparse de ser blando (slight) con las mujeres. “Hoy, la masculinidad tiene mala reputación. Las fuerzas que han tenido éxito en la destrucción de la familia se están movilizando ahora contra los cimientos de la hombría. Mi propósito es hacer que los hombres regresen a una comprensión bíblica tradicional de su papel como protector, proveedor y patriarca del hogar en obediencia al mandato de Pablo de «actuar como hombres, ser fuertes» (“portaos varonilmente, y esforzaos”, 1 Corintios 16:13)”[12]. Para Gould, Jesucristo es el máximo exponente de esa masculinidad fuerte que derrotó el pecado, a Satán y la muerte de una vez por todas.
Es alarmante observar cómo se utiliza y manipula la Biblia con fines partidistas, y lo que es más grave, como herramienta para fomentar un discurso de odio que deja al cristianismo muy mal parado. La incultura bíblica se une aquí a los prejuicios patriarcales, xenófobos y raciales que durante siglos se han resistido a ser regenerados por el mensaje de gracia y libertad introducido por el cristianismo en el mundo. Si el apóstol Pablo hablaba de una nueva creación, ante la cual se derribaban todos los muros, vallas y fronteras creados por el egoísmo y la particularidad nacionalista (cf. Ef 2:14; Col 1:20), hoy vemos que el evangelicalismo se está convirtiendo en una fuerza más de esas posturas retrógradas y divisorias que impiden avanzar hacia una auténtica fraternidad universal que el cristianismo siempre propuso. Es evidente que el reino de Cristo no es de este mundo y que sus iglesias le han enmendado la plana compitiendo políticamente para ser contados entre los poderosos de las tribus, reinos y naciones de este mundo. Los cristianos, como dice Gregory Boyd, deben una lealtad total al Reino de Dios y deben rechazar los métodos y medios coercitivos, violentos e injustos utilizados por los reinos del mundo. Los cristianos no están libres de ser involucrados de una manera u otra en la esfera política, pero no deben usarla como un medio para transformar una sociedad, cuya mano necesita de una mano experta y misericordiosa que opere esa radical cirugía del cambio de un corazón de piedra por un corazón de carne (Ez 36:26).
Este es un tema que requiere un tratamiento largo y externo, pero baste esta nota para reflexionar seriamente sobre el mismo, los interesados pueden consultar la bibliografía. El futuro del cristianismo está en juego.
Este artículo es una revisión aumentada de otro publicado anteriormente en Pensamiento Protestante.
Bibliografía:
-Lawrende E. Adams, Going Public. Christian Responsability in a Divided America. Brazos Press, Grand Rapids 2002.
-Jacques Berlinerblau, Thump It. The use and abuse of the Biblie in Today´s Presidential Politics. Westminster John Knox Press, Louisville 2008.
-George A. Boyd, The Myth of a Christian Nation. How the Quest for Political Power Is Destroying the Church. Zoondervan, Grand Rapids 2005.
-Charles Colson, God and Goverment. An inside view on the Boudaires beteween Faith & Politics. Zondervan, Grand Rapids 2007.
-Michelle Goldberg, Kingdom Coming: The Rise of Christian Nationalism. W.W. Norton & Company, 2007.
-Philip Gorski, American Covenant: A History of Civil Religion from the Puritans to the Present. Princeton University Press, 2019.
-Steven K. Green, Inventing a Christian America. The Myth of the Religious Founding. Oxford University Press 2017.
-David Mark Hall, Did America Have a Christian Founding? Thomas Nelson, Nashville 2019.
-Kristin Kobes Du Mez, Jesus and John Wayne: How White Evangelicals Corrupted a Faith and Fractured a Nation. Liveright Publishing Corporation 2020.
-Kevin M. Kruse, One Nation Under God: How Corporate America Invented Christian America. Basic Books, 2016.
-Burton L. Mack, Myth and the Christian Nation. Routledge, 2014,
-Samuel y L. Perry y Andrew Whitehead, Taking America Back for God: Christian Nationalism in the United States. Oxford University Press, Marzo 2020.
-Sarah Posner, Unholy: Why White Evangelicals Worship at the Altar of Donald Trump. Random House, Nashville 2020.
-Corwin E. Smidt, ed., In God we Trust. Religon and American Political Life. Baker Academic, Grand Rapids 2002.
-Katherine Stewart, The Power Worshippers: Inside the Dangerous Rise of Religious Nationalism. Bloomsbury Publishing, 2020.
[1] https://www.christianitytoday.com/ct/2021/march-web-only/beth-moore-deja-convencion-bautista-sur-abuso-trump-cbs-es.html
[2] William Martin, With God on our Side. The Rise of the Religious Right in America (Broadway Books, Nueva York 1996); Esther Kaplan, With God On Their Side: George W Bush and the Christian Right (The New Press 2004); Daniel K. Williams, God’s Own Party. The Making of the Christian Right (Oxford University Press, Oxford 2010); William Martin, With God on our Side. The Rise of the Religious Right in America (Broadway Books, Nueva York 1996); Sara Diamond, Roads to Dominion. Right-wing movements and Political power in the United States (Guilford Press, Nueva York 1995).
[3] Boyd, The Myth of a Christian Nation. How the Quest for Political Power Is Destroying the Church. Zoondervan, Grand Rapids 2005, p. 11.
[4] Richard G. Lee, ed., The American Patriot´s Bible. The Word of God and the Shaping of America. Thomas Nelson, Nashville 2007.
[5] Boyd, The Myth of a Christian Nation, p. 13.
[6] https://quarterly.gospelinlife.com/book-review-on-the-topic-of-christian-nationalism/?fbclid=IwAR0iuN7vvExSu1phqsjEbkfWYknJQ6Hc7H7ioRkuabPWyevrFK8XCJXm6w0
[7] Jacques Berlinerblau, Thump It. The use and abuse of the Biblie in Today´s Presidential Politics. Westminster John Knox Press, Louisville 2008.
[8] Burton L. Mack, Myth and the Christian Nation. Routledge, 2014. Cf. Steven K. Green, Inventing a Christian America. The Myth of the Religious Founding. Oxford University Press 2017.
[9] Katherine Stewart, The Power Worshippers: Inside the Dangerous Rise of Religious Nationalism (Bloomsbury Publishing, 2020); Sarah Posner, Unholy: Why White Evangelicals Worship at the Altar of Donald Trump (Random House, Nashville 2020); Tony Keddie, Republican Jesus: How the Right Has Rewritten the Gospels (University of California Press 2020); Chris Hedges, American Fascists: The Christian Right and the War on America (Free Press, 2008); Anthea Butler, White Evangelical Racism: The Politics of Morality in America (University of North Carolina Press 2021).
[10] Kristin Kobes Du Mez, Jesus and John Wayne: How White Evangelicals Corrupted a Faith and Fractured a Nation. Liveright Publishing Corporation 2020.
[11] Kristin Kobes Du Mez, Jesus and John Wayne, p. 46.
[12] Todd R. Gould, John Wayne, Jesus Christ and Other Faded Icons. Todd Gould 2019.