El lenguaje común que muchos cristianos evangélicos utilizan (¿utilizamos?) revela una particular concepción teológica –tanto de la vida personal, biográfica, como de la historia– que no condice con la enseñanza global de las Sagradas Escrituras. Esa concepción queda atrapada en un estadio cuasi primitivo del desarrollo de la revelación, tal como este se nos presenta en las mismas páginas del texto bíblico. O, lo que no sabemos si es mejor o peor, queda
atrapada en el propio sistema teológico formulado a priori (por las razones que sean), que no toma en cuenta aspectos fundamentales de la teología… bíblica (no necesariamente “sistemática” o “dogmática”). Nos preguntamos, con todo respeto, si, además, no se trata de haber quedado estancados en un estadio “ingenuo” de la fe, lo que en el propio lenguaje neotestamentario se explica con la metáfora de tomar leche y no comer vianda sólida (véase Hebreos 5.21-14 y cf. 1 Pedro 2.2).
Para escapar de la difícil situación en que nos coloca la pregunta sobre el mal y el dolor en su multiforme manifestación, los propios cristianos han buscado algunas “salidas” que, perdónesenos la manera cruda de expresarlo, “haganquedar bien a Dios” (como si Dios así lo necesitase)….
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