Posted On 23/06/2011 By In Opinión, Teología With 1921 Views

Dios no es un parricida

En la actualidad, si hay algo en común entre la mayoría de los cristianos, pese a su multiplicidad de expresiones, es la creencia en Jesús como el Hijo de Dios que vino a este mundo para salvar a la humanidad del pecado. La mayoría cree que su muerte fue un sacrificio compensatorio ofrecido a Dios para aplacar su “justa” ira para con una humanidad corrompida, depravada y malévola. En el fondo, la muerte de Jesús es el sustituto de nuestra propia muerte.

Edgardo MontecinosHoy en día somos cada vez más los cristianos que no estamos de acuerdo con esta imagen tradicional y dogmática de Jesús de Nazaret. En primer lugar, no estamos de acuerdo con esta imagen porque enfatiza la muerte de Jesús como el objetivo central de su existencia relegando a un segundo plano su vida y enseñanzas. En consecuencia, su ministerio público no es más que una anécdota, un agregado a lo que va a ser realmente “trascendental”, es decir, su muerte. En segundo lugar, no compartimos esta imagen de Jesús porque manifiesta abiertamente un razonamiento mágico inconcebible que viola nuestra forma de razonar. En tercer lugar, porque en esta concepción de Jesús el verdadero monstruo es Dios al necesitar de una víctima para satisfacer su sed de ira. En la actualidad cualquier padre que clave en una cruz a su hijo por cualquier motivo que aduzca sería condenado a la cárcel por abuso infantil y parricidio.
Creo estar en lo cierto cuando digo que, la concepción que tengamos de la identidad de Jesús genera una praxis cristiana. Es decir, la imagen que poseamos de Jesús va a tener importantes consecuencias para el desarrollo de nuestra vida cristiana. En definitiva, dicha concepción contiene los presupuestos que modelan nuestro actuar en la totalidad de nuestra vida aquí y ahora.

Teniendo en cuenta lo anterior, se deduce claramente que la imagen tradicional y dogmática de la comprensión de Jesús y su muerte compensatoria se traduce en una vida cristiana centrada en el pecado, la culpa y el perdón. El hombre y la mujer son culpables del pecado que habita en ellos. Pero gracias a Jesús el hombre y la mujer pueden acceder al perdón si se reconocen como pecadores y aceptan el sacrificio ofrecido por Jesús. La iglesia es esencialmente el grupo de los que han recibido el perdón de Dios y que ahora se dedican a dar gracias por tan grande sacrificio.

¿Quién fue Jesús realmente? ¿Cuál fue el motivo central de su ministerio? ¿Fue realmente su muerte un sacrificio ofrecido a Dios? ¿Existe la posibilidad de comprender la vida de Jesús fuera del marco interpretativo tradicional del sacrificio compensatorio? ¿Qué consecuencias tendría una nueva imagen de Jesús para la vida cristiana? ¿Qué imagen de Dios se desprendería de una nueva visión de Jesús que no sea ya la del Dios sádico y parricida?

Creo que estas preguntas son centrales para la reflexión teológica contemporánea. De su debida respuesta depende, en gran parte, el futuro del cristianismo.

Edgardo A. Montecinos Mundaca / Blog personal de Edgardo Montecinos

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