1 de febrero, 2021
¿Confesaremos que Dios es bueno solamente cuando experimentamos experiencias de salvación? La verdad sea dicha, la bondad de Dios siempre viene a nuestras bocas cuando su mano nos libera de la experiencia de lo malo en medio de la existencia. Sin embargo, cuando no lo hace y acontece en nuestra existencia aquello que tememos, y no deseamos que nos suceda de ninguna de las maneras, ¿qué es lo que viene a nuestro corazón…?
Ahí esta la cuestión, solo ahí. Dios entiende nuestro dolor, y las palabras de queja que surgen cuando el mal que no deseamos nos tiene bajo sus botas. Sin embargo, la gracia se abre paso, y nos trae a la memoria aquellos que, también, como nosotros se han visto abrazados por el dolor. Especialmente pensamos en Jesús, nuestro Señor; al Cristo en Getsemaní, al Jesús azotado y torturado, al profeta de Nazaret colgado en el madero de la cruz… y rogamos que se cumpla en nosotros su ruego a favor de los suyos, a fin de que el mal nos los zarandee, y que su fe no falte.
La gracia nos concede la fe, a fin de que en medio de la oscuridad podamos confesar de que Dios es bueno. Sí, Dios es bueno a pesar de que no entendamos nada de lo que nos está sucediendo, y la tentación sea responsabilizarle. ¡Dios siempre es bueno!, a pesar de lo que las apariencias quieran introducirnos en un sentimiento de orfandad.
Por mi parte, recuerdo que hoy hace un año intervenían quirúrgicamente a mi esposa de tumor cancerígeno. Cuando pensábamos que todo iba bien, y el sol parecía iluminar nuestras vidas, nos comunicaron que se había reproducido el cáncer en una triple metástasis; un año después fallecía. Tenía 63 años. El próximo viernes, 6 de febrero, se cumplirán seis meses de su marcha a la casa del Padre. Dios, ¿es bueno…?
Dios entiende lo que no entendemos, y es cuestión de tiempo que nosotros también lo entendamos, lo creo, lo creemos. De ahí que cerremos los ojos, nos abracemos los unos a los otros, y todos juntos a Dios. Y confesemos, ¡Dios es bueno! Siempre es bueno. Señor, aumenta nuestra fe, ayúdanos… ¡alabado sea el Nombre que es sobre todo nombre! Amén
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