Posted On 11/04/2011 By In Teología With 1109 Views

Dios y la radicalidad de lo Otro

Inmanencia y trascendencia. Dos polos de una discusión teológica in eternum. En las últimas décadas diversas voces han denunciado esta comprensión trascendentalizada de lo divino, lo cual no implicaba más que una autorepresentación legitimante de diversas formas, moralinas y estructuras en una esfera suprahistórica incuestionable. De esta manera, distintas teologías, ideologías y eclesiologías encontraron un resguardo en la misma deshistorización de lo divino (por ende, de sus mismas propuestas).

La respuesta natural a esta situación fue reconocer la impronta histórica y cultural que posee cualquier práctica religiosa y discurso teológico, tomando la historia, sus formas y sus prácticas como el único e inevitable escenario escogido por Dios para su revelación. Esto no solo llevó al cuestionamiento de determinadas estructuras y sistemas que pretendían apoderarse de la imago Dei sino también a reconocer la manifestación de lo divino a través de proyectos históricos concretos.

Pero esta respuesta también posee sus limitaciones ya que del absolutismo de lo trascendente y universal se cayó en la clausura de los contenidos de los proyectos históricos. El hecho innegable de que Dios se manifiesta a través de la historia, de proyectos y de discursos concretos, no indica que ellos reflejen en sí mismos la totalidad de lo divino. Dios se muestra en la historia pero permanece como Otro.

Esto pone de manifiesto la aún relevante noción de otredad y alteridad. Reconocemos el peligro esgrimido al inicio sobre la legitimación de formas y discursos en una plataforma trascendentalizada de lo divino. Pero lo importante es ver que la cuestión de lo Otro no pertenece a la esfera de lo suprahistórico sino que forma parte de los filamentos más íntimos de la propia historia. “Lo otro” es ese espacio de bifurcación que forma parte intrínseca e interna de cualquier discurso o proyecto, ya que éstos no poseen una esencia homogénea y autodeterminante. Más aún, nuestra realidad se constituye en una pluralidad de sujetos, discursos, proyectos y presencias que hacen a la alteridad la condición propia de la historia y de sus mismas manifestaciones. “Lo otro” es aquella condición que permite la fluidez de la historia, el cambio de lo establecido y la dinámica de lo segmentado.

De aquí el rescate de la otredad de lo divino. Esta condición no significa un aislamiento de la realidad sino, más bien, la proyección de la apertura misma de la historia. Dios se manifiesta en ella, pero tenuemente ya que su persona siempre se mantiene escondida (Lutero). Su manifestación es tan solo un anticipo, una parte de su revelación. Lo divino es siempre distinto a su manifestación histórica, lo cual hace que la propia historia permanezca abierta a nuevas manifestaciones.

Esta dinámica debe ser proyectada en nuestra historicidad e inmanencia, comprendiendo la fe, la historia, la iglesia, la cultura, en fin, el mundo y su realidad, como elementos siempre abiertos por “lo otro” que se encuentra más allá de cualquier manifestación. Los proyectos, los discursos, las creencias y las estructuras siempre son pasajeras frente a lo diverso que se manifiesta. Ninguna realidad se nos presenta finalizada en sí misma. Nosotros y nosotras como personas podemos ser más de lo que somos. Aquí la relevancia teológica y hasta pastoral de ver la trascendencia misma de la inmanencia de la vida.

Nicolás Panotto

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