Posted On 26/04/2024 By In portada, Teología With 1009 Views

Diseño Inteligente versus Evolución Teísta. Responsabilidad e irresponsabilidad en teología | Alfonso Ropero

 Hace unos años se publicó un mastodóntico libro de mil páginas a lo largo de las cuales se somete a examen y crítica la teoría de la evolución teísta (ET) desde la posición de los teóricos del diseño inteligente (DI) y afines. Me refiero a Theistic Evolution: A Scientific, Philosophical, and Theological Critique, editado por J.P. Moreland, Stephen Meyer, Christopher Shaw, Ann Gauger, and Wayne Grudem (Crossway, Wheaton 2017). Para responder con detalle a las críticas de los autores de este libro, serían necesarias otras mil páginas, un lujo que no puede uno permitirse en esta etapa final de su carrera. Para esos hay jóvenes. De momento basta y sobra con diez.

El libro fue saludado como una obra imprescindible que:

«llena un vacío amplio y creciente para los cristianos que continúan luchando con la relación del cristianismo evangélico con las afirmaciones de la ciencia» (K. Scott Oliphint, profesor de Apologética y Teología Sistemática y decano de la facultad, Seminario Teológico de Westminster).

«Los evangélicos están experimentando una presión sin precedentes para hacer las paces con la teoría darwiniana de la evolución, y un número cada vez mayor está ondeando la bandera blanca… Los evolucionistas teístas y aquellos que se dejan llevar por sus argumentos se deben a sí mismos leer y digerir este compendio de ensayos, que son una bendición del cielo» (James N. Anderson, profesor of Teología y Filosofía en el Reformed Theological Seminary).

«Este importante libro sostiene de manera persuasiva que la evolución teísta falla como teoría, científica, filosófica y bíblicamente. Muy recomendable, tanto para quienes buscan defender el cristianismo de manera inteligente como para quienes consideran que el cristianismo es inverosímil debido a las afirmaciones del neodarwinismo» (Michael Reeves, presidente y profesor de teología de Union School of Theology).

«La evolución teísta es un desafío interdisciplinario académicamente sofisticado y cuidadosamente elaborado al intento de unir el teísmo cristiano con cualquier versión del proyecto darwiniano» (Gregory Koukl, presidente de Stand to Reason).

«Esencialmente, la evolución teísta dice que Charles Darwin y Richard Dawkins entendieron la ciencia correctamente, pero que Dios todavía está involucrado de alguna manera. Al poner este punto de vista en el punto de mira, este libro argumenta de manera convincente que la ciencia de la evolución es, de hecho, errónea, y que cualquier glosa teísta que uno le ponga es, por lo tanto, doblemente errónea» (William A. Dembski).

«Refutación definitiva de la evolución teísta y del creacionismo evolutivo» (Hugh Ross).  

Es la primera vez que el Diseño Inteligente arremete contra los que podían ser sus aliados en debate creación-ciencia aunque desde una perspectiva más receptiva de la teoría evolucionista. Y es también la primera vez que los miembros del Discovery Institute abordan la teología directamente, pues hasta ese momento, con la publicación de Theistic Evolution: A Scientific, Philosophical, and Theological Critique, el Discovery Institute, buque insignia del Diseño Inteligente, se había marcado la meta de defender la teoría del diseño inteligente sin recurrir a argumentos de tipo religioso con la esperanza de atraer la atención de audiencias no religiosas.

«Hemos interactuado con muchos líderes de DI a lo largo de los años —escribe Deborah Haarsma, directora de BioLogos, representante de la Evolución Teista), y sabemos que varios de ellos son cristianos comprometidos. ¿Podría este cambio hacia la teología ser una señal de que sus mensajes serán más explícitamente cristianos? ¿Defenderán abiertamente la fe cristiana en la plaza pública? ¿Abordarán las implicaciones bíblicas de un universo antiguo (que la mayoría de los partidarios del DI aceptan)? Nos complacería ver movimientos en estas direcciones, como áreas en las que BioLogos y Discovery tendrían un interés compartido».

Dicho esto, Deborah Haarsma lamenta que en Theistic Evolution se ofrezca un cuadro que no corresponde a la realidad, empezando por el tema del «diseño», que no es una cuestión menor, pues está muy presente en todos los teóricos del darwinismo, como ya tratamos en otro lugar[1]. Tanto en campo científico como teológico se debate el sentido y naturaleza del diseño, pero no su existencia, cuya manifestación se puede apreciar en todo cuanto existe. Simon Conway Morris, profesor en el departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Cambridge, no es nada favorable al DI, pero mantiene que es razonable aceptar un plan misterioso de Dios sobre la naturaleza sin forzar el proceso de la evolución cósmica y biológica.

Stephen Meyer, el más filosófico de los representantes del DI, critica a los evolucionistas teístas por admitir el mecanismo evolutivo postulado por Darwin (selección natural más mutaciones) como un proceso no dirigido y que a la vez afirmen que Dios está detrás de él. «Tal posición es lógicamente incoherente», afirma[2].

Podemos responder que, en líneas generales, la mayoría de los teóricos del evolucionismo teísta no niegan la acción de Dios en la evolución del mundo, al contrario, la atestiguan y la reconocen en el proceso emergente que desemboca en el ser humano inteligente mediante un maravilloso ajuste fino de las fuerzas de la naturaleza. La mencionada Deborah Haarsma, defensora de la evolución teísta, protesta de la falta de seriedad de sus críticos, afirmando:

«plena y ardientemente que el universo está diseñado. Las maravillas que encontramos, desde enormes cúmulos de galaxias hasta pequeños virus, nos sorprenden continuamente y mueven nuestros corazones y mentes para reflexionar sobre el Diseñador de todo. Para nosotros, el diseño se ve tanto en el gobierno de Dios de los procesos naturales como en la acción sobrenatural de Dios»[3].

Wayne Grudem confunde a los defensores de la evolución teísta con los deístas de antaño, según los cuales Dios creó el reloj del mundo, le dio cuerda y se retiró a su palacio celestial. Para Grudem eso es lo mismo que cree el que evolucionismo teísta: «Dios creó la materia y después de eso no ni intervino, ni actuó directamente para causar ningún cambio empíricamente detectable en el comportamiento natural de la materia hasta que todos los seres vivos evolucionaron mediante procesos puramente naturales»[4]. Como ya hemos dicho, esto equivale a una denuncia de deísmo de los defensores cristianos del evolucionismo teísta[5], que es la línea general de los creacionistas y teóricos del diseño inteligente frente a los defensores del evolucionismo teísta, como hace en nuestro país el biólogo evangélico Antonio Cruz:  El ET cree:

«que Dios sólo actuó milagrosamente al principio, en el Big Bang, y después lo dejó todo en manos de las leyes evolutivas de la naturaleza, mientras que DI, ante las numerosas lagunas de la evolución, cree que el Creador tuvo que intervenir en varios momentos o etapas cruciales»[6].

 La evolución teísta afirma saber que Dios nunca intervino para crear ninguna forma de vida en la Tierra, pero «¿cómo pueden saber esto?», se pregunta James Rochford[7]. La respuesta es muy sencilla, no malinterpretando la postura teísta. Aunque el espectro del evolucionismo teísta es tan amplio como las distintas iglesias que lo sustentan: católicos, anglicanos, presbiterianos, luteranos…, hay un acuerdo mayoritario en afirmar que Dios es el fundamento último de la materia y del universo al que ha dado lugar, que en lo que a nosotros terrícolas respecta, ha dado lugar a la vida consciente e inteligente, conforme a un proceso finamente ajustado, en el cual una mínima perturbación de las cuatro fuerzas fundamentales que gobiernan el universo: gravitatoria, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil, habrían hecho imposible la aparición de la vida en la tierra.

Por fe sabemos que Dios no es un mero espectador que se mantiene ajeno a los avatares de la vida de sus criaturas. Dios es un Dios providente implicado en su creación, aunque no siempre seamos capaces de explicación su actuación. En relación a la evolución y el misterio de la vida, podemos decir hay causas físicas que son competencia de la ciencia explicar y justificar. La visión atea se opondrá a cualquier injerencia religiosa en la explicación material del universo y sus leyes. No cabe en su método hablar de plan, diseño y guía de la evolución. Ahora bien, la perspectiva científica materialista no es la única que puede dar de la totalidad de la razón del ser del mundo.

Las explicaciones científicas de las causas naturales de un fenómeno dado son incuestionables en su campo de competencia, pero hay que admitir que los fenómenos de la vida no se reducen únicamente a lo que ciencia pueda describir y explicar. Tanto la ciencia como la teología hacen afirmaciones objetivas del mundo que nos rodea y nos conforma, pero ninguna de ellas cuenta la historia completa. De ahí la necesidad de respeto y diálogo[8].  Una de las convicciones más firmes alcanzadas por los científicos es que el mundo está caracterizado por la regularidad y la inteligibilidad, de modo que todas las ciencias estén fundamentadas en la percepción de una regularidad explicable en el mundo, susceptible de ser representada matemáticamente. El carácter ordenado del universo es un hecho sorprendente; el universo podía haber sido naturalmente caótico y, sin embargo, no es lo es, es bastante ordenado según unas matemáticas impecables. El filósofo británico Richard Swinburne, afirma que «el carácter ordenado de la naturaleza es su conformidad a la fórmula, a las leyes científicas sencillas y expresables matemáticamente»[9]. Precisamente, esta percepción de regularidad e inteligibilidad matemáticas, es, como observa Alister MacGrath, de gran importancia tanto a nivel científico como religioso. Más que «diseño», el concepto de «orden» podría ser percibido en el mundo natural como signo del misterio de Dios[10].

«La naturaleza específica del orden creado es de mucha importancia. El universo ha sido creado de una manera particular, reflejando la mente de Dios. Su orden es contingente, en cuanto que podría haber sido creado de otra manera completamente distinta»[11].

La fe en un Creador ha ido siempre de la mano de la convicción de que la raza humana juega un papel especial en la historia de la creación: hechos a imagen de Dios, somos las únicas criaturas hasta el momento capaces de tomar conciencia de nosotros mismos y de un ser superior.

Cuando los críticos de la idea cristiana de la historia del cosmos concluyen que vivimos en un universo carente de finalidad, lo que están señalando es la ausencia de un designio reconocible independientemente. El Creador no es un diseñador en sentido temporal. Y la contingencia o no de la secuencia evolutiva no afecta a si el universo creado incluye finalidad o no. Afirmar la realidad de la finalidad del cosmos en este contexto supone que el universo depende para su existencia de un Creador omnisciente»[12].

Por su parte, la crítica del DI de la ET pone de manifiesto algo que a los defensores del DI no les gusta particularmente, a saber, ser conceptuados como una versión un poco más amable y sofisticada del viejo creacionismo «científico». Según sus críticos, el «diseño inteligente» se adoptó como un reemplazo para la «ciencia de la creación»[13], una vez  que los propios creacionistas se dieran cuenta de lo frágil de posición científica, fundamentalmente religiosa, en base a una interpretación literalista de la Biblia. El DI parece otorgar a las creencias religiosas una verosimilitud científica. Lo grave del DI, que cuestiona su estatuto científico, es su rechazo visceral del darwinismo, que a lo largo de sus 150 años de existencia ha ido haciéndose cada vez más fuerte como teoría de los orígenes de los seres vivos. Francis Collins uno de los científicos más competentes en ADN (al mismo tiempo que firme cristiano), afirma que hoy día la evidencia a favor de la evolución es particularmente fuerte gracias a nuestra capacidad de estudio del ADN, «que nos permite comprobar la manera en que este refuerza desde abajo la teoría darwiniana»[14]. Lo que podemos remachar con una cita del veterano filósofo de la ciencia Michael Ruse:

«Juntando toda la amplia evidencia, el argumento a favor de la evolución se convierte en aplastante, más allá de toda duda razonable. Es posible que la evolución pase casi completamente inadvertida, pero es un hecho. Un hecho tan bien establecido como que la hija de Enrique VIII, Isabel, fue reina de Inglaterra y que un corazón late en mi pecho»[15].


Teología de hechos, la peculiaridad cristiana

El grado de falta de rigor científico se evidencia ejemplarmente en todos aquellos que recibieron alborozados la publicación de Theistic Evolution: A Scientific, Philosophical, and Theological Critique, como una respuesta académica a todos los que niegan que la humanidad entera procede de Adán y Eva:

«negando así la creación especial de un Adán histórico… Destacados académicos de una variedad de disciplinas académicas sostienen que la evolución teísta es exegéticamente infundada, teológicamente dañina, científicamente inverosímil y filosóficamente injustificable»[16].

 Ya hemos tratado anteriormente la cuestión la historicidad de Adán y Eva, y a ello me remito[17]. Baste de momento decir que el relato de Génesis no es un informe científico, ni siquiera histórico, tal como la entendemos nosotros. Hasta los llamados libros históricos en el canon cristiano, son clasificados como libros proféticos en la Biblia hebrea, pues lo que motiva a sus redactores no es solo contar la historia tal como fue, para eso ya existían las crónicas oficiales de los reyes, a las que remiten una y otra vez, sino interpretarla a la luz de la fe de Yahvé y el compromiso del pueblo de Israel con la Alianza. No pretendían ser historiadores, sino teólogos que escrutaban los acontecimientos con espíritu profético para sacar lecciones y llamar a los gobernantes y al pueblo a corregir sus malos caminos. Del mismo modo, el redactor de Génesis lee la historia de los principios a la luz de esa fe en Yahvé que la criatura debe guardar si quiere vivir largos días en la tierra. El primer quebrantamiento de la Palabra-Mandato (no comerás) es el origen de todos los males que se abaten sobre la humanidad y que se renuevan con cada acto de desobediencia a la Palabra-Alianza con Dios.

Mientras la cultura occidental ignoró la existencia de «hombres primitivos», aunque hubo pueblos más antiguos como los egipcios, que guardaban en su memoria el tiempo que los hombres no habitaban en casas sino en cuevas, y que vivían como animales de la caza y pesca, fue fácil y sencillo aceptar la juventud de la historia humana, con la misma simplicidad que se aceptaba que la tierra plana y ocupa un lugar central en el Universo. Para la mayoría de los creyentes y teólogos de entonces fue duro aceptar las observaciones astronómicas de los nuevos científicos; como fue duro aceptar la procedencia animal del ser humano según lo teorizaba Charles Darwin. Todo era más fácil antes. Se podía leer el texto bíblico tal cual, sin más complicaciones. Pero los hechos son los hechos. Y aunque siempre ha habido sectores retrógrados en el cristianismo, en nombre de la tradición y de la ortodoxia, al final los hechos acaban por imponerse. No puede ser de otra manera.

La teología cristiana, a diferencia de otras, como la islámica, que también es bien aguerrida contra el evolucionismo, es una teología de los hechos desde su comienzo. Así como a los judíos costó mucho aceptar que el Templo de Jerusalén, la Casa de Dios en la tierra (su mejor garantía de protección los enemigos), podía ser destruido por los gentiles idólatras (cf. Jer 7:4); a los discípulos de Jesús les costó muchos aceptar que su Maestro, el Mesías, iba a sufrir y ser rechazado por las autoridades de Israel, hasta que los hechos se impusieron y se vieron obligados a reinterpretar las viejas profecías a la luz de los nuevos hechos. A la primera comunidad cristiana de Jerusalén le costó mucho abrirse a los gentiles sin imponerles la señal sagrada de la circuncisión, hasta que el apóstol Pablo, uno solo contra todos, le mostró cómo también la gracia se derramaba sobre los gentiles solo por la fe de Jesús, sin la mediación de la ley. Y mira que a Pablo le costó bastante sufrimiento, y casi su vida, su libertad, sin duda. Si damos un salto en la historia veremos que a la Iglesia le costó abrirse a la filosofía de Aristóteles, hasta que Tomás de Aquino se embarcó en ello, ganándose muchos enemigos. A la cristiandad en general le ha costado centurias de sangre y fuego respetar la libertad de conciencia y el derecho a la vida del disidente, del hereje.  Otro salto nos lleva a la abolición de la esclavitud, con su largo historial de sufrimiento; si finalmente se abolió en la mayoría de los países «cristianos», no fue por la fuerza del texto bíblico —que parecía enseñar lo contrario—, sino por la fuerza de los hechos expuesto ante el Parlamento británico por John Newton y William Wilbeforce —por no hablar los «cristianos» estadounidenses que necesitaron nada menos que una cruel y cruenta guerra civil. Un nuevo salto nos lleva al parto sin dolor, a cuyos promotores se les acuso de ir contra la Palabra de Dios que dice a la mujer: «parirás con dolor» (Gn 3:16); o la paternidad responsable, que deja a la discreción de los padres el número de hijos a traer. Podríamos seguir dando saltos de un lugar a otro, baste los mencionados para darnos cuenta que los hechos sí han importado a los teólogos cristianos, pese a todas las reticencias y resistencias que han tenido que vencer para dejar hablar a los hechos, al tiempo que volvían a escuchar la Palabra divina nos nuevos oídos. Parafraseando al apóstol Pablo, nada podemos contra los hechos, sino por los hechos (2 Co 13:8). Aquí también se pone de manifiesto que la fe cristiana es una fe profética, una fe abierta a lo que Dios tenga que decirle mediante el signo de los tiempos y los hechos comprobados de un mundo en evolución.

¿Cuesta trabajo acomodar nuestra teología —y nuestra mentalidad— a los hechos de nuestro tiempo? Sin duda, pero no menos que costó en los días de Jesús, o en los tiempos de la Reforma. Acomodar no es traicionar ni renunciar al rico depósito de la ciencia cristiana labrada a lo largo de los siglos; el cristiano es heredero de un precioso legado que proteger y que desarrollar para no caer en el inmovilismo y en la infidelidad a Dios y a los hombres a quienes está llamado a servir. El prejuicio y la pereza intelectuales son grandes enemigos de la fe cristiana y de una teología de responsabilidad y servicio. No es una cuestión de ir en busca de novedades, conforme a modas del momento, sino de respeto al mensaje de los hechos que se imponen con pruebas indubitables; el respeto a esos hechos no es otra cosa que el respeto debido a la verdad de Dios en su Palabra y en el Mundo. Atentos a la una y a la otro. Se nos pedirá cuenta por nuestra fidelidad a la Escritura, pero también por la fidelidad a los hechos. Jesús supo aprender de los sabios doctores de la Escritura en el templo, pero también supo aprender de las higueras y de las flores en el campo; del vuelo de los pájaros y de las madrigueras de las zorras; de la siembra y del peligro de los caminos.

La actitud de algunos teólogos y dirigentes cristianos alimentó el prejuicio ilustrado de que la ciencia actual y su nacimiento en los siglos XV y XVI fue un logro «contra» la supuesta oscuridad del cristianismo en materia de investigación científica, ignorando así la contribución de científicos creyentes de primera magnitud, tan observadores de los hechos de la materia y la constitución del universo como el que más. Aquí no está en cuestión la fe, sino la mala teología de algunos que conducen irresponsablemente a otros a un callejón sin salida.
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[1] A. Ropero, El diseño inteligente, ¿caballo de Troya del creacionismo?, https://www.lupaprotestante.com/el-diseno-inteligente-caballo-de-troya-del-creacionismo-alfonso-ropero/

[2] Stephen Meyer, en Theistic Evolution: A Scientific, Philosophical, and Theological Critique, pp, 43-44

[3] Deborah Haarsma, A Flawed Mirror: A Response to the Book “Theistic Evolution”, https://biologos.org/articles/a-flawed-mirror-a-response-to-the-book-theistic-evolution

[4] Wayne Grudem, en Theistic Evolution: A Scientific, Philosophical, and Theological Critique, p. 67.

[5] Posteriormente, Grudem matiza su afirmación a la luz de las críticas recibidas de Deborah Haarsma, especificando: «Dios creó la materia [con propiedades diseñadas intencionalmente y regidas por “ley natural”] y después de eso [Dios continuó sosteniendo la materia y preservando sus propiedades naturales pero] no guío, ni intervino ni actuó directamente para causar ningún cambio empíricamente detectable en el comportamiento natural de la materia hasta que todos los seres vivos evolucionaron mediante procesos puramente naturales [que Dios sostuvo activamente, pero no cambió]» (Wayne Grudem, Our critique of Theistic Evolution does not misrepresent the BioLogos position, https://www.waynegrudem.com/our-critique-of-theistic-evolution-does-not-represent-misrepresent-the-biologos-position).

[6] A. Cruz, Francis Collins y el Diseño inteligente, https://protestantedigital.com/conciencia/65678/francis-collins-y-el-diseno-inteligente

[7] James M. Rochford , Theistic Evolution: A Critical Evaluation Theistic Evolution: A Critical Evaluation. https://www.evidenceunseen.com/articles/science-and-scripture/theistic-evolution-a-critical-evaluation/

[8] Véase Jim Stump, Does God Guide Evolution? https://biologos.org/series/evolution-basics/articles/does-god-guide-evolution

[9] Richard Swinburne, La existencia de Dios, p. 136. San Esteban Editorial, Salamanca 2011.

[10] El argumento del diseño por sí mismo no nos lleva al concepto del Dios bíblico, ni siquiera de un buen diseñador, hay demasiadas «chapuzas» en el mismo, algunas son demasiado imperfectas y dañinas. Por ejemplo, las mujeres tienen el conducto natal muy estrecho para el paso de la cabeza del niño como consecuencia del agrandamiento evolutivo de nuestro cerebro, de modo que miles de bebés y madres mueren durante el parto; y todos los años hay millones de abortos espontáneos, de modo que «si admitimos el DI, Dios sería el mayor abortista del mundo». Franciso Ayala, Darwin y el Diseño Inteligente: Creacionismo, cristianismo y evolución. Alianza, Madrid 2007.

[11] Alister MacGrath, en Luis Fernando Múnera, Ciencia y creación. La investigación científica de la naturaleza y la visión cristiana de la realidad, p. 157. Sal Terrae, Santander 2018.

[12] Ernan McMullin, “Contingencia evolutiva y finalidad del cosmos”, Scripta Theologica 30 (1998/1), p. 250.

[13] Alejandra A. Estrin, ¿Qué es el creacionismo Diseño Inteligente?, https://ncse.ngo/que-es-el-creacionismo-diseno-inteligente

[14] Collins termina la frese diciendo: «A pesar de ello, hemos presenciado una polarización creciente entre la cosmovisión científica y la cosmovisión espiritual, en gran parte, creo, gracias a aquellos que se sienten amenazados por las alternativas, y son reacios a considerar la posibilidad de que exista armonía entre ambos campos». Leandro Sequeiros, Francis Collins, premio Templeton 2020. https://blogs.comillas.edu/FronterasCTR/?p=5156

[15] M. Ruse, Tomándose a Darwin en serio, p. 7. Salvat, Barcelona 1987.

[16] John Stevens, Director nacional de The Fellowship of Independent Evangelical Churches.

[17] A. Ropero, La búsqueda del Adán histórico, https://www.lupaprotestante.com/la-busqueda-del-adan-historico-alfonso-ropero/; El Adán histórico y la inerrancia bíblica, https://www.lupaprotestante.com/el-adan-historico-y-la-inerrancia-biblica-alfonso-ropero/; El Adán genealógico. Un compromiso entre la historia bíblica y la ciencia evolutiva, https://www.lupaprotestante.com/el-adan-genealogico-un-compromiso-entre-la-historia-biblica-y-la-ciencia-evolutiva-alfonso-ropero/; Lo histórico y lo teológico en Génesis 1-3, https://www.lupaprotestante.com/lo-historico-y-lo-teologico-en-genesis-1-3-alfonso-ropero/

Alfonso Ropero Berzosa

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