Posted On 04/11/2014 By In América Latina y el Caribe, Arte With 5388 Views

Dolor de América. Libertad por venir y poesía: Carlos Pellicer

Existe una pregunta, ante al carácter transmoderno de nuestro tiempo (por adoptar un concepto más o menos aceptable por la discusión académica en español) y la diversidad de propuestas teológicas (espiritualidad sin religión; teologías queer; de la liberación, etc.), en cuanto a cómo debe asimilarse y hacerse una lectura de obras poéticas y de arte que en el pasado no trataron necesariamente temas teológicos, aunque puede que sí bíblicos, como por ejemplo, en cuanto a la relación entre una fe personal y una producción estética.

La pregunta no es ociosa y ciertamente parece naïve. Sin embargo, pretende lanzar una nueva mirada a las artes desde la fe. Sin duda, algo a lo que no se puede renunciar es al carácter estético de la obra que, si bien puede hablar de temas bíblicos o incluso teológicos, no tiene por qué ser necesariamente o lo uno o lo otro, puesto que una obra de arte debe ser juzgada como tal desde sí misma y teniendo muy en cuenta sus propios elementos. A noventa años de la publicación de Piedra de sacrificios. Poema Iberoamericano (1924) de Carlos Pellicer, vale la pena hacer una relectura de su poesía. Especialmente, poemas como el no. 26:

Jesús, te has olvidado de mi América,
ven a nacer un día sobre estas tierras locas.
¿No basta odiarse tanto? La fe que tú decías
aún no arde su hilo de luz en nuestras bocas.
Es un magno crepúsculo tras un fondo de rocas.
Sobre las fuentes negras crecen las lejanías…
Danos una mirada por nuestras melodías.
Enciéndenos los ojos y sella nuestras bocas.
Que no haya «discursos» sino actos perfectos.
Yo sé (aunque no lo digas), que somos predilectos…
¡Huracanea un riesgo que hasta tus plantas grita!
¡El amor será inmenso! ¿No basta odiarse tanto?
Sobre las playas tórridas tu ola azul se agita
brotando signos turbios y acantilando un canto.

La actualidad del poema al reclamar una mirada (¿latinoamericana?) sobre las enseñanzas de Jesús, en contraste con la metáfora de la condición americana en un exilio ideológico del mundo bíblico, abre la puerta a una interpretación personalísima sobre el mismo frente a una «realidad» (la verdad del poema) americana.

En Pellicer es común hallar figuras de la naturaleza para configurar un mundo poético que se construye sobre la arquitectura humana; el artificio humano como opuesto a este lenguaje boscoso, selvático, tropical que todo lo abarca. Esta realidad última de la poesía de Pellicer enarbola el carácter del paisaje como vitalidad en la condición de los pueblos latinoamericanos.

Este poema no personaliza a Jesús como latinoamericano, sino que es mirado desde el drama americano de una tierra aparentemente abandonada por Dios. El tono es, más allá de la ironía o el reclamo explícito, una petición, una oración. Desde la teología latinoamericana puede apreciarse la identificación con la realidad del continente a lo largo de los años, sin embargo, esta identificación aún con lo teológico debe tener un límite. Se trata de una expresión en el mundo poético de Piedra de sacrificios y el conjunto de la obra de Pellicer (sincrónicamente hablando), y la verdad del poema (diacrónicamente hablando).

Si echamos un vistazo al poemario de Pellicer, observaremos que  comienza con una cita de Rubén Darío que alude a la conservación de un carácter propiamente continental, frente a la extranjería y la conquista que comienza con la lengua: «¿Hablaremos todos inglés? … Alma mía, perdura en tu idea divina». El primer poema del libro comienza diciendo:

¡América, América mía!
La voz de Dios sostenga mi ruido.
La voz de Dios haga mi voz hermosa.
La voz de Dios torne dulce mi grito.

Darío tiene un papel en la obra como anunciante de la condición de una América doliente, junto a Simón Bolívar, al que el poeta mexicano se dirige, sin dudarlo, como «Libertador de América […] / Tus videncias se cumplen»; «pecador y profeta, /desde París cantabas / para tu América».

Como los poetas antiguos, que invocan a la musa o a los dioses, o como los profetas bíblicos, que invocan a Dios en su mensaje, Piedra de sacrificios es un largo poema que considera la condición de América desde el dolor. Un sentido de tristeza baña los poemas que componen la obra. Dicha tristeza refleja un estado permanente en el que los países de América se comparan en su conjunto –al menos implícitamente- con Israel (Ver los dos últimos poemas, 26, citado en primer lugar en este texto y 27, Oda a Cuauhtémoc; «Yo sé (aunque no lo digas), que somos predilectos…»). Al mismo tiempo, puede apreciarse una comparación entre la tragedia de la soledad de un Jesús terrenal ignorado por los más cercanos a Dios con la de aquél rey mexicano que viera caer, a sus diecinueve años, el imperio azteca (Cuauhtémoc):

En mí ha quedado el instante
en que fue más terrible tu tristeza:
cuando buscaste alianzas
entre los hombres de tu raza
y tu grito se perdió entre las selvas.

Este amargo fracaso, ruina de la tierra y de la gloria ideal de los imperios americanos, se proyecta como un duelo por lo que llamamos América Latina y que Pellicer nombra simplemente América, y que sigue sufriendo la conquista de usurpadores:

¡Oh destino de la tragedia inexorable y gigantesca!
¿Nadie podrá detenerte?
¿Volverás a ponernos las plantas en el fuego?
¿Vendrás con tus manos brutales
del país de los yanquis, mediocre, ordenado y corpulento?
¿Y entre estallidos y máquinas
a robar, a matar, a comprar caciques con tu inacabable dinero?

En medio de este discurso poético, Pellicer presenta una fe sincrética que se mueve entre el cristianismo (poema 26) y una proclamación del carácter prehispánico de América como inmortal («¡Tu vida es la flecha más alta que ha herido / los ojos del Sol y ha seguido volando en el cielo!» – poema 27) en la realidad presente («Pero en el cráter de mi corazón / hierve la fe que salvará a tus pueblos»).

Casi setenta años más tarde, Carlos Fuentes diría: “Quinientos años después de Colón, los pueblos que hablamos español tenemos el derecho de celebrar la gran riqueza, variedad y continuidad de nuestra cultura. Pero el Quinto Centenario vendrá y se irá y muchos latinoamericanos se seguirán preguntando no cómo fue descubierta América o encontrada o inventada, sino cómo fue y debe seguir siendo imaginada” (Fuentes 386). Si América habrá de ser imaginada, Pellicer imagina una América con Dios, con un Jesús que tiene una deuda pendiente con estos pueblos que recibieron el mensaje evangélico a través de la destrucción; con un pasado innegable –acaso, sumamente idealizado. En otras palabras, una América en construcción de su libertad. Tres Libertadores tiene América para Piedra de sacrificios: Bolívar en los movimientos independentistas; Darío, en la palabra metafórica del sentido de lo americano y Jesús, capaz de huracanear un riesgo que grita hasta sus cimientos y cuyo nacimiento haría posible, por fin, que exista la paz entre nuestras comunidades.

Fuentes, Carlos. El espejo enterrado. México: FCE, 1992.

Pellicer, Carlos. Piedra de sacrificios. Poema iberoamericano. México: El Equilibrista, 1993.

Manuel Monroy Correa

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