Posted On 18/03/2015 By In Entrevistas With 3347 Views

Dos familias homoparentales cristianas: Reflexiones y experiencias.

Carlos¡Embarazadas! Felicidades a las dos. Supongo que el camino para llegar aquí no empezó hace sólo unos meses. ¿Cuándo te planteaste por primera vez que querías ser madre? ¿Imaginaste en aquel momento que compartirías la maternidad con otra mujer?

Esther: ¡Gracias! Kati y yo estamos contentísimas. Empezamos a pensar en tener hijos desde que empezamos nuestra relación hace 10 años, pero en ese entonces no hablábamos de embarazo sino de adopción -que todavía deseamos hacer algún día. Con el tiempo fuimos recogiendo más información al respecto de un embarazo con donante, primero en Buenos Aires en donde vivimos por unos años y en donde contactamos con una clínica de fertilidad y un banco de semen por primera vez.
Siempre me gustaron los niños/as, siempre quise tener hijos/as propios, nunca sin embargo estuve muy segura de querer parirlos! (jaja).
Antes de estar con Kati ni siquiera me imaginaba una vida posible fuera del armario, lo de la maternidad simplemente estaba fuera incluso de mis propios sueños.

Y para vos Carlos y tu marido, ¿como nació en ustedes la idea de tener hijo/as?

Carlos: La verdad es que creo que siempre dí por sentado que algún día tendría hijos, imagino que nacer en una familia numerosa tiene mucho que ver en eso. Cuando acepté mi homosexualidad, pensé que renunciaba no sólo a la familia que tenía, puesto que creía que no me aceptarían, sino también a la que podría formar en el futuro; me refiero a enamorarme y ser padre. Ser homosexual, me limitaba y me situaba en otro espacio que no era el de la familia y el amor, sino el de la soledad y el sexo esporádico.

Pero esa idea duró poco, al final me fue imposible renunciar a la posibilidad de conocer a alguien y enamorarme, no pude tampoco dejar de desear crear una familia donde la biología no fuera lo más importante. No creo que sea la opción correcta, ni la mejor, ni la que te hace mejor persona, ni la que todo el mundo debe seguir … pero es la opción que a mi me hace feliz. Tengo un marido maravilloso y dos hijas estupendas… no me creí el discurso que me marginaba, así que no pude seguir sus normas.

A diferencia de nuestra experiencia, en vuestro caso la biología juega un papel diferente, tu esposa será la gestante. ¿Cómo os planteáis ese tema? ¿Crees que eso puede ser un elemento positivo, negativo, o no le dais ninguna importancia? Supongo que ya sabéis que el mundo necesitará saber quién es la “madre de verdad” .

Esther: Una que otra persona ha preguntado “quien es la madre” como diciendo que sólo la que gesta a la criatura es la verdadera madre, felizmente la mayoría de nuestro entorno ha asimilado la idea de que las dos somos madres, aunque solo una sea la gestante. Quizá se deba a que en Chicago, el lugar en donde vivimos, las adopciones son vistas con mucha naturalidad así como las familias diversas de dos madres/padres en donde no existen el lazo biológico en uno o ambos casos. Yo soy originalmente de Paraguay, Sudamérica, y estas realidades también existen ahí pero no existe el mismo tipo de transparencia en el sentido de que no se habla del tema abiertamente justamente por la crítica y el posible rechazo. En nuestro caso particular estando fuera del armario con mucha visibilidad y hablando/escribiendo sobre nuestra experiencia quizá sea más factible que realicen comentarios acerca de la conformación de nuestra familia, ya sea en forma negativa o positiva.

Kati y yo hemos hablado mucho sobre nuestros roles de madre gestante y madre no-gestante. Hemos llegado a conclusiones interesantes sobre nuestra propia relación en estas conversaciones. Primero que la decisión de tener un hijo/a ha sido de las dos, ninguna de nosotras lo hubiera hecho sola porque en nuestro caso específico necesitamos una compañera para realizar este proyecto, lo cual no significa que no apoyemos a las personas solteras que decidan tener hijos. Entonces, desde el ¡vamos! este/a futuro bebé es nuestro/a, no solo de la que lo/a gesta en su vientre. El niño/a ha sido gestado primero en nuestro corazón. Es un proyecto de amor de las dos.

Por otro lado estamos conscientes de que preguntarán no sólo “quién es la madre”, sino también “quién es el padre”. Entendemos que en la mentalidad de todavía mucha gente la familia es concebida solamente con el componente de identidades de género binarias – hombre y mujer, o sea familia quiere decir: “papá, mamá, que procrean hijo e hija”, en este orden de importancia. Este modelo binario de revista nunca ha representado la realidad de las sociedades en donde las familias siempre han estado diversamente conformadas (abuelas/os, tías/os,padrinos/ madrinas, amigos/parientes lejanos criando hijos/as propios y ajenos, así como de personas sin vínculo biológico que deciden ser familia sin que existan niños de por medio).

En nuestro caso no hay padre, sino un donante anónimo. Lo que hay son dos madres iguales en responsabilidades y en derechos legales. Mientras más hablemos abiertamente sobre nuestras realidades los estigmas se irán desmantelando y llegará un día en el que sea común visualizar los distintos tipos de familias y será plenamente aceptado socialmente lo que hace mucho existe.

Y contame, como contestan esas preguntas?

Carlos: Podría contarte algunas de anécdotas. Recuerdo por ejemplo que cuando mi hija Natalia era pequeña solía llevarla conmigo al mercado y la mujer que nos atendía siempre me decía: “tu hija tiene tus ojos, os parecéis muchísimo”. Yo no entraba a dar explicaciones, hasta que un día Manel, mi marido, vino con nosotros y la señora casi se cae al suelo del asombro cuando Natalia le presentó a su otro padre. En otra ocasión, entramos a una tienda y la dependienta, muy maleducada, le preguntó a nuestra hija cuál era su “padre de verdad”… Natalia no entendía nada, y un poco sorprendida la acompañó hasta donde nosotros estábamos y le dijo: “ellos dos son mis padres de verdad”. También nos ocurrió una vez una situación un poco comprometida, pero con la que nos reímos mucho cuando la recordamos: nos invitaron al cumpleaños de una niña que no conocíamos, cuando llegamos le presentaron a Natalia y le explicaron que nosotros éramos sus dos padres. En ese momento la niña empezó a llorar desconsoladamente porque ella sólo tenía un padre. Su madre y su padre estuvieron un buen rato consolándola.

Pero si hemos aprendido algo en estos seis años, es que lo más importante no es lo que los demás piensen sobre nuestra familia, sino proteger a nuestras hijas de los entornos que todavía no son beneficiosos para ellas. Y para tratar de conseguirlo hemos hecho dos cosas que creemos importantes. Por un lado intentamos buscar siempre entornos seguros para ellas, controlar los espacios donde se mueven (colegios, actividades extraescolares, amistades…) y ser nosotros los que “saquemos del armario” a nuestra familia. En realidad es nuestra obligación hacerlo, no la suya. Una de las decisiones más difíciles en este sentido fue romper la relación con familiares que no aceptaban realmente nuestro modelo familiar.

En segundo lugar pensamos que es importante que nuestras hijas no vivan sólo de nuestras explicaciones, de nuestros relatos, sino que entren en contacto con modelos familiares como el suyo, y con otros modelos que les permitan ver una gran diversidad. Es por eso que formamos parte de una asociación de familias lesbianas y gays. Cuando les explicamos que existe diversidad en la forma de construir una familia o en la forma de configurarla, siempre tienen modelos cercanos para entenderlo. Tienen amigas y amigos con dos padres, o con dos madres, o con una, o con un padre… que han nacido por subrogación, han sido adoptadas, acogidos… entienden que la biología sólo es una posibilidad más cuando se habla de familia. Fue hace muy poco que Natalia nos dijo que se había dada cuenta de que existen menos familias formadas por dos hombres o dos mujeres. Le explicamos entonces que tenía razón, que pasaba algo parecido como con las personas zurdas (ella y Manel son zurdos), que hay menos… pero que en cualquier equipo de fútbol que se precie (a ella le encanta el Barça), siempre se necesita una persona que vaya por el carril izquierdo.

Lo que me gustaría preguntarte ahora, no sé si os lo habéis planteado, es si vuestro modelo familiar puede aportar algún plus a vuestra/o futura/o hija/o. ¿Le veis alguna ventaja a esto de ser dos madres?

Esther: ¡Qué bueno que tengan ese grupo de familias lesbianas y gays! En nuestra iglesia en Chicago tenemos varios modelos de familias representados y si permanecemos en esta ciudad buscaremos otros grupos que sabemos también existen aquí.

Sobre tu última pregunta, veo la ventaja, por una cuestión práctica, de que seamos dos personas apoyándonos mutuamente para criar a un niño/a, sin embargo no me he planteado que el género de los padres/madres sea una ventaja per se.
Si creo que la percepción que tiene la sociedad sobre las mujeres y los cuerpos femeninos es que la maternidad es un destino inevitable para nosotras y que indefectiblemente nos sienta bien. Por ese motivo quizá perciban que tener dos madres podría ser beneficioso para el niño, aunque en el imaginario colectivo está la idea de que “madre hay una sola”, y ese es un mito idolatrado principalmente en el Día de la Madre, que es posible sea un desafío con el cual lidiar en el futuro.
Por otro lado como somos dos mujeres existen otras expectativas sobre nosotras, como por ejemplo el sacrificio que se espera de las mujeres para ser consideradas buenas madres.

Según mi experiencia los mayores obstáculos consisten en enfrentarnos a los prejuicios de la sociedad, ya sea cuando salí del armario abandonando el ministerio cristiano estudiantil en el que trabajaba, así como cuando decidimos casarnos, y ahora por tener un hijo/a. Los defectos que nos veían y los problemas que nos auguraban tenían y tienen relación con su cosmovisión de heteronormatividad obligatoria para toda la humanidad. Sus supuestas campañas sobre “defensa de la familia” están basadas en creencias  sin fundamento con respecto a la orientación sexual y las identidades de género.

Por eso no creo que el género de los padres/madres sea indicio de tener hijos/as sanos, felices y ajustados emocionalmente sino que vez tras vez las investigaciones serias en Psicología demuestran que lo más importante en la familia es el amor, el respeto y la solidaridad que se vive y se demuestra entre los/as miembros.

Sólo añadiría que el plus de que somos dos mujeres es que ambas somos feministas y hemos desarrollado un sentido de solidaridad sororal, y espero que podamos transmitirle ese sentido de justicia y paz a nuestro hijo/a sea cual sea su identidad y expresión de género. Nuestro modelo familiar ya de por sí da la vuelta (pone de cabeza, hace queer) a las ideas fijas del modelo único de familia del patriarcado.

¿Cómo ha sido para ustedes ser dos padres de dos niñas?

Carlos: No hace mucho nuestra hija nos dijo que cuando fuese mayor le gustaría ser lesbiana, después nos preguntó si en el caso de que no fuese así nosotros la querríamos igual. Rápidamente le hicimos ver todas las personas a las que nosotros queremos y son heterosexuales, y le explicamos que lo que a nosotros nos gustaría es que fuese feliz, en pareja (sea del género que fuese), o viviendo una vida independiente. La verdad es que después cuando Manel y yo hablamos sobre lo que nos había dicho, nos preguntamos que habíamos hecho para que ella pensara que preferiríamos que fuera lesbiana… pero llegamos a la conclusión de que algo estábamos haciendo bien, porque ningún niño o niña de su clase les ha preguntado a su madre y su padre si le querrán igual si se enamora de una persona de su mismo sexo. Pienso por esa razón, y por muchas otras, que nuestras hijas serán mucho más libres a la hora de decidir, de ver el mundo de la afectividad y la sexualidad, que la mayoría de niñas y niños de su edad. Creo que serán niñas tolerantes y flexibles.

Por otra parte, nosotros vivimos en una ciudad cosmopolita e integradora como Barcelona, sin embargo cuando estábamos pensando en ser padres de lo que más hablábamos era de cómo las tendríamos que proteger de la homofobia. A la hora de la verdad esto no ha sido el problema más importante (aunque es evidente que todavía faltan muchas cosas urgentes por hacer, sin ir más lejos en los centros educativos, en los medios de comunicación, etc), sino el machismo. Sé que hay muchísimas familias heterosexuales que intentan no transmitir estereotipos de género que limitan a sus hijos e hijas, pero tal y como indican todos los estudios (y nuestra experiencia), las familias heterosexuales siguen teniendo un hándicap muy grande en este punto. Nuestras hijas sin embargo no reciben una educación sexista en casa, no creen que por ser mujeres tengan que hacer una cosa u otra, o que en el futuro en una relación tengan un papel determinado que realizar. Nuestro modelo familiar tira por la borda todo ese discurso que reparte roles y obligaciones a los géneros. Por poner un ejemplo, somos dos hombres los que nos tenemos que repartir todo el trabajo en casa, y el reparto no está decidido por nuestro género, sino por un acuerdo en el que ese elemento no tienen ninguna influencia. Nuestras hijas no sólo integran con naturalidad todo esto, sino que en realidad lo transmiten de una u otra forma a sus amigos y amigas… Sinceramente creo que nuestras familias aceleran, al menos en su entorno, los cambios sociales en temas como la igualdad de género.

Eres una persona cristiana, con formación teológica, e imagino que querrás transmitir la fe a vuestra/o hija/o. Permíteme dos preguntas: ¿Cómo te planteas este tema? ¿Crees que nuestras familias, nuestra experiencia, pueden aportar algo a las iglesias?

Esther: Es cierto, me identifico como cristiana, incluso a Kati la conocí cuando ella era misionera en Chile para el movimiento estudiantil asociado a la CIEE (Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos), luego cuando empezamos nuestra convivencia en Buenos Aires colaboramos con CEGLA (Cristianos Evangélic@s LGBT de Argentina) y con la Fundación Otras Ovejas. Ahora en los EEUU estoy en el proceso de ordenación pastoral con la Iglesia Unida de Cristo (UCC por sus siglas en inglés). La UCC es una denominación que celebra el pluralismo y el ecumenismo así como las relaciones inter-religiosas y al mismo tiempo sigue siendo una institución cristiana primordialmente.

Ya me gradué el año pasado pero quisiera mencionar que en mi seminario, Chicago Theological Seminary, hay alumnos/as y profesores/as que representan una gran variedad de denominaciones cristianas e incluso existen los/as profesan otras religiones, es así que académicos musulmanes y judíos dictan cátedras normalmente junto con los/as cristianos/as.

Definitivamente nuestras perspectivas se han expandido mucho desde los tiempos en los que éramos parte de iglesias conservadoras. E incluso para honrar la tradición familiar de Kati, que es de descendencia judía, también asistimos a la sinagoga. Son situaciones que dentro de la burbuja fundamentalista en la que estábamos jamás se nos hubiera ocurrido poder vivir. En ese sentido la búsqueda de sentido a las realidades con las que nos enfrentamos por nuestra orientación sexual dentro de la iglesia cristiana fue la que nos impulsó a descubrir otras interpretaciones sobre la vida y la fe.

Aunque será inevitable que el cristianismo sea la constante experiencia para el niño/a haremos todo lo posible para nuestro/a hijo/a tenga la posibilidad de que pueda estar expuesto/a a la diversidad de creencias y tradiciones y que tenga las herramientas para decidir por sí mismo/a llegado el momento, no es mi intención “transmitir mi fe” porque no quisiera imponerla al niño/a solo porque vivirá conmigo.

Una de las ventajas que tenemos es que nuestra iglesia es muy diversa y somos parte de un movimiento ecuménico y de relaciones entre distintos credos muy activo en Chicago que nos ofrece muchas posibilidades de participación y diálogo.

Una de los aportes de nuestras familias a la iglesia es que hemos demostrado que las interpretaciones por más misericordiosas que suenen y por más oficiales que sean pueden estar equivocadas. La homo/les/bi/transfobia enraizada y promovida desde la fe ha perdido la batalla cultural, con eso no digo que no exista y que no siga dañando a mucha gente, sino que la percepción sobre el respeto a los DDHH ya incluyen a las comunidades LGBT en varios países Latinoamericanos y ese ha sido un gran paso en la región. Todavía hay mucho por hacer en el mundo.
Igualmente nuestras familias diversas y visibles colaboran para que haya cambios de mentalidad en la re-estructuración de los modelos de familia, y renuevan el concepto familiar para hacerlo más extenso e inclusivo. Felizmente mucha gente ha llegado a reconocer y a aceptar nuestros modelos que pueden o no estar basados en la biología.  Y eso es bueno no solo para el sentido de pertenencia familiar de parejas del mismo sexo con hijos e hijas, sino también para aquellas personas que el modelo binario heteronormativo (papá/mamá/hijos) dejaba afuera como si éstas no pudieran ser ni tener familia ya sea porque sean solteras sin hijos/as, viudas, divorciadas, jóvenes, ancianas, con distintas habilidades y realidades diversas. La ampliación del concepto de familia no creó la realidad, porque esas y otras familias ya existían/existíamos, pero con la aceptación social se les/nos reconoce y nos hace sentir bien ese reconocimiento porque para nosotros/as ya era verdad que nuestros círculos de afecto, respeto, solidaridad y cariño sin lazos biológicos son tan familia como la del vecino.

¿Cuál es la posición de tu iglesia, si es que asisten a alguna, con respecto a los distintos modelos de familia?

Carlos: Tanto Manel como yo crecimos en iglesias evangélicas conservadoras… De hecho fue allí, en un momento donde ambos nos sentíamos cada vez más alejados de ese tipo de espiritualidad, donde nos conocimos. Llegó un momento en el que era absurdo permanecer en ese entorno, así que comenzamos a asistir y participar en una iglesia de origen metodista con una teología liberal, comprometida socialmente y abierta al diálogo tanto ecuménico como interreligioso. La verdad que fue como un “balón de oxígeno” para nuestra fe formar parte de esa comunidad durante casi diez años, tenemos grandes recuerdos; el día de nuestra boda por ejemplo. Pero cuando decidimos ser padres las cosas cambiaron, al menos para nosotros. Nuestra familia hubiera sido una más dentro de la comunidad, pero en realidad sin ser reconocida de manera oficial… esa fue la razón por la que decidimos dejar de formar parte de ella. No podíamos educar a nuestras hijas en una iglesia donde su familia no existe. Fue dura la decisión, pero tampoco creo que tuviéramos otra opción. La homofobia de baja intensidad puede ser a la larga más perjudicial para las familias LGTB.

Personalmente pienso que transmitir la fe forma parte de nuestra responsabilidad como padres. Es lo que hacemos también cuando las educamos dándoles unos valores, una manera de ver la vida y enfrentarse a ella, etc… Además creo sinceramente que el cristianismo tiene muchas cosas que puede hacerles mejores personas, abrirles al mundo y a la trascendencia, y dar un sentido a sus vidas. Es evidente que también tiene elementos peligrosos que podrían hacerles daño; intentamos ser críticos y honestos. Sé que otras tradiciones religiosas, espirituales o otros planteamientos vitales pueden aportarles mucho, así que intentamos que no las vean como enemigas. El respeto y el diálogo con quienes piensan (no sólo son) diferente las puede enriquecer… la diversidad no es un peligro, sino una oportunidad. Digamos que las educamos con una visión abierta del cristianismo… después ya decidirán ellas si eso les sirve, si tienen que añadir o quitar algo, o si sencillamente necesitan otras respuestas desde otros lugares.

Ahora hace tres años empezamos a reunirnos en Barcelona un grupo de cristianos LGTB, de aquí surgió la Comunitat Protestants Inclusius Barcelona, de la que formamos parte y en la que trabajamos concienzudamente para que mucha gente de nuestra ciudad pueda tener una comunidad abierta donde vivir su fe en libertad, de manera abierta y plena. Una comunidad donde la diversidad importa, también la diversidad familiar, pero no para excluir sino para compartir, para crecer. Y en ese proyecto están nuestras hijas con nosotros… acompañándonos y aprendiendo. En esta comunidad lo que le da sentido a la familia es el amor, no que tengan sexos distintos, la misma sangre, o que haya un reconocimiento legal.

Me gustaría hacerte una última pregunta antes de terminar: hace unos días el Papa Francisco definió a las familias lesbianas y gays como una “colonización ideológica” que busca destruir la familia. ¿Dónde crees que se perdieron? ¿Porqué crees que personas destacadas como él son incapaces de ver el amor de Dios en nuestras familias?¿Cómo es posible que no se alegren de la felicidad que tú y tu esposa vivís en este momento?

Esther: Son palabras desafortunadas las del Papa Francisco. No nos hacen bien como sociedad ya que reafirman los prejuicios sobre nuestras familias. El se caracteriza por la ambigüedad de sus posiciones con respecto a temas controversiales, a veces suena muy progresista y dentro de la misma entrevista afirma todo lo contrario a lo anterior.
En nuestros ambientes evangélicos/protestantes tenemos también personas con otro tipo de doble discurso, los famosos “ni fríos ni calientes”, que en los pasillos y en reuniones privadas nos dan apoyo pero se esconden cuando más los necesitamos para mostrar una figura pública del cristianismo más humano, como el de Jesús (manifestaciones  en “defensa de la familia”, congresos para “curar” gays”).
Estas personas tienen mucho miedo de perder sus posiciones de privilegio en las instituciones religiosas. Principalmente creo que es falta de amor al prójimo/a lo que los detiene de proclamar una voz profética en favor de los excluidos/as.
Están también los/as cristianos/as que creen que nuestras orientaciones sexuales, identidades de género, y relaciones de amor y afecto son intrínsecamente pecaminosas.  Muchas veces ellos/as no han escuchado la otra campana sino que repiten las teologías conservadoras que han recibido en sus templos como si fueran la única posible interpretación a los textos bíblicos. Por eso creo que la educación y el estudio bíblico con todas las herramientas hermenéuticas disponibles son clave para desmantelar la homofobia en la iglesia cristiana. He conocido personas sin conocimiento suficiente sobre el tema que tienen buena intención al predicar sobre el arrepentimiento a las personas LGBT, pero sus acciones causan mucho daño y lo saben pero prefieren defender dogmas que defender la dignidad de las personas.
Existe otro tipo de cristianos/as que han tenido la oportunidad de estudiar otros puntos de vistas, que han leído y han investigado pero aún así se niegan a cambiar de postura, rehúsan bajar de su pedestal de supuesta superioridad heteronormativa, rechazan vernos como iguales en derechos, no nos han reconocido como seres humanos, sino somos el “otro/a”, el enemigo, el “no-yo”.
Todas estas posiciones intentan deshumanizarnos, olvidando que todas y todos fuimos hechos a imagen de Dios, somos Imago Dei. Creo que la causa de esta penosa situación es el hecho de ignorar los dos mandamientos que resumen toda la ley, “amar a Dios y amar a nuestro prójimo/a como a nosotros/as mismos/as”.
Creo que yo también lo olvido a veces y no reconozco que también fui llamada para amarlos/as como a mí misma. Aunque hago la salvedad que aún en mi indignación por la injusticia que la comunidad LGBT sufre, jamás intentaría negarles derechos, humillarlos/as, excluirlos/as, ni amenazarlos/as por su forma de pensar y/o actuar distinto a mí.
Espero que más y más personas nos conozcan y conozcan a nuestras familias y puedan ver que no somos de otro mundo, sino que somos tan iguales y tan diferentes como cada habitante de este hermoso y diverso planeta. Que lo que nos une es nuestra humanidad común.

¿Cómo ves la situación de la comunidad LGBT en la Iglesia cristiana en tu ciudad/país? ¿Se dan las mismas dinámicas?

Carlos: Bueno, comparto cada una de las palabras que has dicho. En las iglesias evangélicas españolas es dominante el discurso que nos rechaza, un discurso basado en prejuicios, ignorancia y falta de empatía. Vamos, un discurso completamente alejado del evangelio. Sin embargo también es cierto que en ese contexto tan adverso también hay personas y comunidades que no se callan y se atreven no sólo a negar el discurso oficial, sino también a acompañar y ser acompañadas por personas LGTB. De aquí sencillamente uno aprende de quienes entienden que la justicia no tiene que ver sólo con lo que a ellos o ellas les ocurre, sino con lo que les ocurre a personas a su alrededor.

De todas formas uno se percata de lo peligrosos que son los planteamientos cristianos que están basados en una supuesta posesión de la verdad. Peligrosos no para la mayoría de la sociedad que los ve como radicalizados, sino para las propias comunidades evangélicas, ya que quienes padecen las consecuencias de los discursos de odio hacia las personas LGTB son las personas LGTB que forman parte de esas comunidades, al igual que sus familiares y amigos. La mayoría de personas evangélicas LGTB en España siguen dentro de iglesias, muchas están casadas con personas de distinto sexo, otras tienen responsabilidades, etc… y han interiorizado un discurso que les ha castrado, por no repensar la “verdad absoluta”  que defienden quienes tienen miedo, o son incapaces, de enfrentar el evangelio con la realidad. Esperemos que poco a poco toda esta ideología patriarcal se derrumbe como las murallas de Jericó y el evangelio pueda entrar de nuevo dentro de estas iglesias que por ahora apuestan por la ley y tradiciones heterocentradas. Para ello, algunas y algunos, seguiremos haciendo sonar las trompetas a su alrededor.

Muchas gracias Esther por tus preguntas y tus respuestas, ha sido un placer conversar contigo. Que el embarazo vaya bien, y podáis disfrutar en unos meses de una de las experiencias más gratificantes y a la vez complicadas a las que mujeres y hombres nos enfrentamos: ser madres y ser padres.

Esther: Gracias por esta conversación Carlos, Abrazos.

Carlos Osma

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