Posted On 26/01/2024 By In portada, Teología With 1048 Views

El Amor Gana. Una sonada controversia sobre el infierno |  Alfonso Ropero

 En 2011 el público evangélico estadounidense fue sorprendido por un libro de título romántico y asertivo, Love Wins (El amor gana), escrito por uno de los 25 pastores más influyentes del país, Rob Bell, fundador y líder de una megaiglesia en Michigan. Las ventas del mismo se dispararon hasta reventar el mercado americano, extendiéndose al Reino Unido y al resto del mundo angloparlante, fue tal su popularidad que se hizo viral. Pero su contenido tenía poco de inocente o sentimental. El autor venía a decir que el infierno no es una entidad real, un espacio de tormento post mortem para los infieles, el infierno es un destino al cual el amor de Dios sabrá cómo vencerlo, cómo derrotarlo, cómo convertirlo en cielo, de modo que todos, creyentes y no creyentes, serán posiblemente salvos. Tesis demasiado atrevida como para no generar una respuesta unánime de condenación. De repente, Bell, que hasta ese momento brillaba como una estrella emergente del evangelicalismo americano, se convirtió en una amenaza, en un agitador herético que abatir. La benevolencia de Bell respecto miles de millones de mortales destinados al infierno no era un triunfo del amor, sino de la increencia, de insulto a la justicia divina. Las críticas aparecieron incluso antes de la publicación del libro, pero como hace notar Martin E. Marty, no necesitan haber leído el libro:

«les basta con saber que Bell no está tan seguro de que un Dios de amor condenará a esos miles de millones que nunca escucharon de Jesucristo, o esos millones que lo han escuchado pero no lo han reconocido como su salvador, para que enciendan sus propias condenas a Bell»[1].

La tormenta estaba servida, casi de todos los líderes evangélicos representantes de las distintas denominaciones existentes, con muy pocas excepciones, se preguntaron escandalizados cómo es posible que un pastor evangélico se atreviera a afirmar semejante herejía liberal. «Lo que Bell está vendiendo no se parece en nada al cristianismo del Nuevo Testamento. Es una religión centrada en el hombre, totalmente desprovista de claridad y autoridad bíblica», dictaminó John MacArthur. El entonces editor de Christianity Today, Mark Galli, publicó todo un libro contra Bell, donde afirma que Love Wins no es lo suficientemente profundo ni rico, y que hay noticias aún mejores para la humanidad, pues quien gana realmente es Dios, vindicando su amor y su justicia[2].El revuelo y la alarma creada en torno a Love Wins saltó a la prensa secular e incluso fue portada de la revista Time, la misma revista que había incluido a Rod Bell en la lista de las 100 personas más influyentes del mundo religioso. «Un pastor evangélico abre las puertas del cielo», decía un titular del New York Times[3]. «Un nuevo libro —escribía el reportero Erik Eckholm— escrito por uno de los pastores evangélicos más influyentes del país, que desafía los puntos de vista cristianos tradicionales sobre el cielo, el infierno y la condenación eterna, ha creado un revuelo entre los líderes evangélicos, con las preguntas más antiguas siendo discutidas en una tormenta bíblica de mensajes en Twitter y publicaciones de blogs»[4]Pastoral reconciliadora

No se puede decir que Rob Bell sea un teólogo, ni siquiera que la teología se encuentre entre sus prioridades, algo muy corriente en ese tipo de pastores que les basta con leer la Biblia por sí mismos, sin preocuparse ni lo más mínimo por las reglas que regulan la interpretación y la exégesis (aunque es un graduado del Fuller Theological Seminary), suficiente con saber que su mensaje tiene éxito de audiencia dentro de los parámetros del Old Gospel, que impacta en las personas y que responden positivamente al mensaje. Lo que distingue a Bell de otros predicadores es su inquietud intelectual y su capacidad de repensar temas problemáticos, espoleado por las inquietudes de su membresía más joven. Según Kelefa Sanneh, reportero de The New Yorker, Bell atrae a una multitud sincera de jóvenes, llenos de preguntas sobre la iglesia que alguna vez amaron sin cuestionar. «Para muchos de ellos, Bell es una figura tranquilizadora: una prueba de que es posible desafiar ciertos artículos de fe sin dejar atrás la fe misma»[5].

En el prefacio de Love Wins, Bell deja claro que su obra tiene un carácter pastoral y evangelístico, destinada a corregir posturas distorsionadas sobre la suerte de los irregenerados y recuperar a aquellos que están descontentos con el cristianismo. Su libro, dice, está dirigido a esas «personas que han escuchado una versión del cristianismo que les ha hecho decir: “Yo nunca sería parte de eso” y sienten repulsión por la creencia “equivocada y tóxica” de que unos pocos elegidos van al cielo y el resto de la humanidad será atormentada en el infierno»[6]. Considera que su libro es un lugar donde se pueden plantear preguntas difíciles, a diferencia de «algunas comunidades que no permiten una investigación abierta y honesta sobre las cosas que más importan»[7].

La razón que le llevó a escribir sobre el tema del infierno, fue a raíz de la insistencia de un miembro de su iglesia que aseguraba que Mahatma Gandhi, por no ser cristiano, debía estar sufriendo en el infierno. A este tipo de personas, y no a los teólogos, es a quien Bell tiene en mente en su libro, el cual obedece a una preocupación pastoral, utilizando para ello no argumentos definitivos, sino sugerencias, alternativas. En 1999, a los 28 años de edad, Bell fundó la Iglesia Bíblica Mars Hill, en referencia a la colina de Marte desde la que el apóstol predicó sobre el Dios desconocido a los atenienses (Hch 17). En poco tiempo pasó de un puñado de creyentes a una multitud que alcanzó más de 10000 asistentes a los servicios dominicales. En 2007 la revista TheChurchReport.com, colocó a Bell entre los diez primeros de los 50 cristianos más influentes de América. Bell no entra en sutilezas teológicas en su libro. Para él, Dios es un Dios de amor, lo dice la Biblia, y dice además que quiere la salvación de todos (1 Ti 2:4), para eso envió a su Hijo para por medio de él «reconciliar a todo el universo ordenándolo hacia él, tanto lo que está en la tierra como lo que está en el cielo, haciendo la paz mediante la sangre que Cristo derramó en la cruz» (Col 1:20 DHH). Luego si Dios es Dios, siempre debe obtener lo que quiere, por lo tanto, en última instancia, existe la posibilidad, no la certeza, de que todos sean salvos de alguna manera a través de Cristo. Bell nunca responde a su propia pregunta sobre Gandhi, pero sugiere firmemente que la respuesta no podría ser que Gandhi esté en el infierno.

«De todos los miles de millones de personas que alguna vez han vivido, ¿solo un número selecto “llegará a un lugar mejor” y todas las demás personas sufrirán tormento y castigo para siempre? ¿Es esto aceptable para Dios? ¿Ha creado Dios millones de personas durante decenas de miles de años que van a pasar la eternidad angustiadas? ¿Puede Dios hacer esto, o incluso permitirlo, y aun así afirmar ser un Dios amoroso? ¿Castiga Dios a las personas durante miles de años con un tormento infinito y eterno por cosas que hicieron en sus pocos y finitos años de vida? Esto no sólo plantea preguntas inquietantes sobre Dios, sino también sobre las creencias mismas… ¿Qué clase de fe es esa? O más importante: ¿Qué clase de Dios es ese?»[8].

Bell manifiesta su disgusto con aquellos cristianos que tienen una creencia superficial en el cielo y el infierno y piensan que hacer una profesión de fe en Cristo es todo lo que necesitan a pasaporte o «boleto para el cielo», que les exime de su responsabilidad en aquí y ahora. Están tan preocupados por «ir al cielo» que no participan en las implicaciones de su fe cristiana en este mundo, como es amar al prójimo y trabajar por la paz y la justicia. Tampoco sienten ningún malestar respecto a la condenación de los incrédulos. Bell considera que no se puede tratar a la ligera la condenación eterna ni de una sola alma. Dios es amor y sabrá la manera de tratar con cada individuo para salvarle hasta después de muerto. «No importa cuán doloroso, brutal, opresivo sea, no importa cuán lejos se encuentre la gente de su hogar debido a su pecado, indiferencia y rechazo, siempre existe la seguridad de que no será así para siempre»[9]. Esto significa que posiblemente al final todos serán salvos. Por eso se le ha acusado de ser universalista, cosa que él rechaza, aunque es una cuestión de términos.

«Bell no es un universalista en el sentido de que todos se salvan sin importar lo que crean o lo que hagan. Bell es muy claro en que las personas deben ser salvas a través de Cristo y que nuestra reconciliación con Dios depende de una decisión de libre albedrío de alejarnos de nuestro pecado y volvernos hacia Dios. Sin embargo, Bell es un universalista en el sentido de que cree que todas las personas finalmente se reconciliarán con Dios, ya sea que eso suceda en esta vida o en la próxima»[10].

Desde el punto de vista cristiano «es más fiel al testimonio pleno de las Escrituras concluir que el amor gana a través de la justicia restaurativa (no meramente punitiva) de Dios. Y no, eso no es universalismo tradicional porque funciona dentro de un marco narrativo muy diferente al que suponen el universalismo, el exclusivismo y el inclusivismo tradicionales»[11].

Bell se ampara, y con razón, en que Jesús es más grande que cualquier iglesia, que él no vino a iniciar una nueva religión y que no dudó en trastocar las sacrosantas tradiciones de Israel, el pueblo de Dios. «Jesús siempre trascenderá cualquier jaula y etiqueta que se cree para contenerlo y nombrarlo, especialmente la que se llama cristianismo»[12].  El cristianismo fundamentalista tiende a olvidar que Jesús está por encima de la Biblia, no ajeno a ella, pero sí como el criterio de la misma, e intérprete e instancia final de la revelación (Heb 1:1). Y esto significa que hay que ir más allá de lo que se dice que dice la Biblia, precisamente para ser fiel a la revelación aportada por Jesús. El apóstol Pablo y los evangelios hablan de cómo la gente llegó a experimentar la salvación en Jesús, y de todos los que son confrontados con su mensaje mediante la predicación apostólica. Pero bien pronto en las comunidades cristianos surgió una pregunta inquietante. ¿Qué ocurre con los que han vivido antes de Cristo? ¿Cómo tendrán fe y serán salvos si nunca le vieron ni escucharon? ¿Se condenarán todos los que murieron antes de la venida de Jesús? De manera magnífica, la iglesia primitiva incorporó a su Credo el siguiente artículo: «Padeció bajo el poder de Poncio Pilato. Fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos. Al tercer día resucitó de entre los muertos». Descendió a los infiernos es una afirmación enigmática para nosotros. Tiene fundamento en 1 Pedro 3:18-20, donde la obra salvífica de Cristo tiene también un carácter retroactivo y en el otro lado de la vida. ¿No se podría a partir de este credo pensar una manera efectiva de comprender como al final el amor vence?

«Dios tiene un propósito. Un deseo. Una meta. Y Dios nunca deja de buscarlo… El Dios del que Jesús nos habla no se rinde hasta encontrar todo lo que se perdió. Este Dios simplemente no se da por vencido. Nunca»[13].

En general, el cristianismo evangélico estadounidense es más veterotestamentario que neotestamentario. El que la hace, la paga. Aplicación de la ley del talión, como poco. El que a hierro mata a hierro muere. ¿No es esta la mentalidad que mantiene la pena de muerte en casi todos los Estados Unidos? ¿No se alimenta lo uno, el derecho penal, de lo otro, la religión?

«La justicia humana de nuestros tribunales en esta vida con sus particulares condiciones de existencia que, por lo menos en su intención y sobre el papel, pretende que el castigo sea correctivo, establece penas tales como la cadena perpetua y la misma e irreversible pena capital, sin que nadie pueda señalar estas penas de injustas»[14].

 Hace tiempo que los países más civilizados abolieron la pena de muerte, por lo que este argumento es irrelevante. En una entrevista al teólogo británico N.T. Wright sobre las tesis de Bell sobre un infierno derrotado por el amor, entre cosas, respondió un poco molesto:

«¿Por qué los estadounidenses están tan obsesionados con el infierno? Muchos más estadounidenses me preguntan sobre el infierno que los que suceden en mi propio país. Y realmente quiero saber por qué la nación más próspera y rica del mundo está realmente decidida a asegurarse de saber exactamente quién se va a freír en el infierno y cuál será la temperatura, etc. Hay algo bastante inquietante en eso, especialmente cuando su nación y la mía han hecho mucho en la última década o dos para lanzar bombas sobre personas en otros lugares y convertir la vida de muchas otras personas en un infierno. Entonces, creo que hay algunas cuestiones bastante serias sobre por qué la gente quiere hacer esa pregunta»[15].

Como ya dijimos, la mayoría de los líderes evangélicos estadounidenses se manifestaron en contra de Love Wins y su insinuación de un perdón generalizado para todos, con un infierno clausurado por completo. Un escándalo y un error dañino que desalienta la evangelización y las misiones, y hasta el mismo sentido de la predicación y las buenas noticias de salvación. Al final la iglesia pierde protagonismo y hasta el mismo cristianismo se ve abocado a su desaparición.  «Bell representa a un Dios sin ira que nunca crearía un lugar de castigo consciente y eterno para los malvados. Nadie necesita la salvación de la ira de Dios; sólo necesitan ser rescatados de sí mismos. Nadie necesita tener fe consciente en Jesucristo en esta vida para encontrar la salvación en la próxima»[16].

¿Qué queda de la fe, entonces? ¿Cuál es el papel de las iglesias? Si se borra el infierno, ¿no se borra también a Dios? El pastor y teólogo reformado, en una extensa y pormenorizada crítica de Love Wins, concluye diciendo:

«Sin duda, Rob Bell escribe como un pastor que quiere cuidar de las personas que luchan con la doctrina del infierno. Yo también escribo como pastor. Y como pastor sé que Love Wins significa que el pueblo de Dios pierde. En el mundo de Love Wins, mi congregación no debería cantar “Solo en Cristo” porque no pueden no creer: “Allí, en la cruz donde murió Jesús, la ira de Dios fue satisfecha” […] El júbilo de “Ahora no temo ninguna condenación; ¡Jesús y todo lo que hay en él es mío!” está silenciado en Love Wins. Las malas noticias de nuestro pecado que merece la condenación están tan ausentes que las buenas nuevas del Sustituto portador de la ira de Dios no pueden cantar en nuestros corazones. Cuando Dios se reduce para adaptarse a nuestras limitaciones culturales, la cruz se reduce. Y cada vez que la cruz disminuye, dañamos los corazones del pueblo de Dios y les robamos su gozo»[17].

Por su parte, Albert Mohler, teólogo y presidente del Seminario Teológico Bautista del Suroeste, considera que el mensaje de Rod Bell es el del viejo liberalismo que niega la ira de Dios, el pecado, el juicio y la cruz de Cristo. Un viejo cuento que ya conocíamos.

«Con Love Wins, Rob Bell se mueve sólidamente dentro del mundo del liberalismo protestante. Su mensaje es un liberalismo que llega tarde a escena. Trágicamente, su mensaje confundirá a muchos creyentes, así como a innumerables incrédulos. No nos atrevemos a retractarnos de todo lo que la Biblia dice sobre el infierno. Nunca debemos confundir el Evangelio ni ofrecer sugerencias de que pueda haber alguna forma de salvación fuera de la fe consciente en Jesucristo. Nunca debemos ser confusos y subversivamente sugerentes acerca de lo que enseña la Biblia»[18].

Bell sabía de antemano que algunos líderes cristianos objetarían y criticarían su tesis, pero no previó cuántos y hasta qué punto y manera. Al final, Love Wins resultó ser una especie de despedida para Bell. Cientos de miembros de su iglesia dejaron de congregarse, entonces, haciéndose responsable del problema, Bell decidió que sería mejor para todos si dejara la iglesia que había fundado; así que en septiembre de 2011, medio año después de la publicación de Love Wins, presentó su dimisión como pastor de la iglesia.

De este caso podemos sacar la lección que pese a los esfuerzos de los teólogos liberales, el antiguo infierno no se deja cancelar, erradicar. Las encuestas muestran que la mayoría de los estadounidenses todavía cree en el infierno, aunque una mayoría aún mayor cree en el cielo. «La Biblia está llena de juicios que suenan severos, impulsados ​​por un sentido de urgencia que es difícil de explicar si, al final, no habrá consecuencias duraderas. Y así, mientras las iglesias tradicionales adoptaron doctrinas alegóricas más abstractas, las congregaciones evangélicas se aferraron a la idea del tormento eterno consciente. Piper, el teólogo que se despidió de Bell en Twitter, habla por muchos en la corriente principal evangélica:

“El infierno es indescriptiblemente real, consciente, horrible y eterno”. Muchos pastores han descubierto, como Jonathan Edwards en Connecticut, que la doctrina del infierno no necesariamente obstaculiza los esfuerzos de reclutamiento, a pesar de los temores de los liberales. Desde cierta perspectiva, la idea de un infierno punitivo puede parecer extrañamente reconfortante: una afirmación de que el sufrimiento es real y que Dios es lo suficientemente bueno para salvarte de él»[19].


El humanismo como explicación

Es común a todos los defensores de la doctrina tradicional del inferno, tormento incluido, acusar a los que lo niegan de dejarse llevar por principios humanistas y no bíblicos. Algo de esto conozco por experiencia propia. Meses después de mi conversión a Cristo y de mi decisión de formar parte del protestantismo como la vía más fiel al Evangelio, estuve discutiendo con mi antiguo párroco, don Leopoldo Lozano, sobre la condenación eterna de todos los que no creen. Él sabía que mi padre no era creyente, nunca lo fue, y me dijo paternalmente:

«Hombre, Alfonso, cómo puedes pensar que tu padre, que se ha pasado toda la vida trabajando duro y esforzándose para que tú disfrutes de una vida mejor que la de él, va a ser condenado por no tener la fe que tú tienes». Yo pensé en mi interior, puro humanismo, los sacerdotes católicos son puro humanistas.

Eso es lo que se piensa de Rob Bell y de todos los que cuestionan el infierno tormentoso. Son unos humanistas que buscan halagar a los humanistas incrédulos, e incluso gozar de fama entre ellos. Conozco bien a Rob, dice Brian D. McLaren, «y estoy bastante seguro de que él (como muchos de nosotros) comenzó a cuestionar la interpretación del evangelio que recibió no porque estuviera buscando una versión más agradable o popular. La verdad es que ya era tremendamente popular como pastor de una megaiglesia y autor de bestsellers. Un libro controvertido como este pone en riesgo su popularidad, no garantiza que la aumentara»[20], como de hecho sabemos que así fue. La estrella de Bell se ha apagado totalmente. Love Wins, Bell pierde.

Albert Mohler reprochó a Bell dejarse llevar por el sentimentalismo humanista. «El argumento de Bell se centra en su afirmación del carácter amoroso de Dios, pero aleja el amor de la justicia y la santidad… El amor se divorcia de la santidad y se convierte en mero sentimentalismo». Al Dr. Mohler no se le ocurre pensar que es quizá por consideración a la justicia que muchos tienen reparos en aceptar la idea tradicional del infierno. No hay nada de sentimentalismo ni humanismo en esto (aunque el cristianismo es y debe ser auténtico humanismo), sino un puro deseo de justicia adquirido del mismo Evangelio. «Es insultante utilizar las palabras “mero sentimentalismo” en relación con este tipo de preocupación por nuestros semejantes» (Brian McLaren).

Incluso dejando de lado por un momento la naturaleza amorosa de Dios, es muy difícil conciliar la idea del tormento consciente eterno con un Dios justo o santo, especialmente cuando Jesús nos anima repetidamente a confiar en Dios como un padre justo y santo, que nos enseña a perdonar setenta veces siete.

 «Cualquier definición de justicia y santidad que implique estar insatisfecho con que los incrédulos sufran una agonía eterna nos parece a muchos de nosotros indigna de un ser humano y, por ende, mucho más indigna de Dios, cuya justicia debe ser mejor que la nuestra»[21].

Decía el teólogo católico Urs von Baltahasar que si el infierno existe, está por estrenar. Dios ha creado la vida, no el infierno, que es imagen de las consecuencias creadas por la maldad humana. El infierno lo crean los seres humanos con sus actos, sus malos actos de egoísmo, codicia, ambición, soberbia, engaño, crimen… Hay una verdad profunda en que el infierno es el resultado de la libertad humana. Fue el ser humano, desde su libertad, el autor del infierno, no Dios. Desde este punto de vista hay que pensar que el ser humano puede optar por el mal y por el mal absoluto y, por tanto, el ser humano podría optar por su propia destrucción, que es o sería el infierno. Aunque también hay que preguntarse si alguien -en sus cabales- puede optar por el mal absoluto. Una libertad limitada, como es la humana, ¿puede elegir ante Dios el mal absoluto?

Queda mucho por reflexionar antes de dar una respuesta definitiva. Lo dejamos para otra ocasión. Pero lo que sí debemos repudiar desde ya, es esa imagen horrorosa del infierno como un espacio de tortura, conforme fue común en otros tiempos, a imagen y semejanza de las realidades sociales de su tiempo.

«No se puede negar que en épocas pasadas, con una mentalidad más bárbara y cruel, esta doctrina del infierno ha sido presentada de una manera terriblemente sádica: calderas de aceite hirviendo, tenazas, lenguas de fuego, etc., y toda la demás utilería de una película de horror. Entre muchos predicadores se establecía un campeonato para ver quién se ganaba el Oscar de la tremendez. Pretendieron hacerlo tan terrible que lo hicieron ridículo. Tomaron al pie de la letra la imaginería que usó Cristo al hablar sobre el infierno, de gusanos que roen, de rechinar de dientes y la gehenna del fuego, etc., etc., y la exageraron […] Cristo, al hablar de esta realidad, usó el lenguaje apocalíptico de su tiempo, las imágenes que se usaban para hablar de estas realidades ultraterrenas. Era una lenguaje convencional, que no hay que tomarlo al pie de la letra»[22].

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[1] M.E. Marty, Hell’s Bell, https://divinity.uchicago.edu/sightings/articles/hells-bell-martin-e-marty

[2] Mark Galli, God Wins: Heaven, Hell, and Why the Good News Is Better than Love Wins. Tyndale House, 2011.

[3] Lauren F. Winner, An Evangelical Pastor Opens the Gates of Heaven, 22 Abril 2011, https://www.nytimes.com/2011/04/24/books/review/an-evangelical-pastor-opens-the-gates-of-heaven.html

[4] Erik Eckholm, Pastor Stirs Wrath With His Views on Old Questions, https://eu.gainesville.com/story/news/2011/03/05/pastor-stirs-wrath-with-his-views-on-old-questions/31795976007/

[5] K. Sanneh, The Hell-Raiser,  https://www.newyorker.com/magazine/2012/11/26/the-hell-raiser-3

[6] Rob Bell, Love Wins: A Book About Heaven, Hell, and the Fate of Every Person Who Ever Lived, p. viii. HarperOne, New York 2011.

[7] Id, p. ix.

[8] Id., pp. 2-3.

[9] Id., p. 86.

[10] Karl Dahlfred, Review de Rob Bell, “Love Wins”, https://www.dahlfred.com/index.php/blogs/gleanings-from-the-field/458-book-review-qlove-winsq-by-rob-bell

[11] Brian McLaren, Will ‘Love Wins’ Win? We’re Early in the First Inning, https://www.redletterchristians.org/will-love-wins-win-were-early-in-the-first-inning/

[12] Bell, Love Wins, p. 150.

[13] Id., p. 101

[14] Arturo Iván Rojas, ¿Es razonable la idea de un castigo eterno? https://creerycomprender.com/el-infierno/?fbclid=IwAR1gqRgxD3J9u4GPiat_k7MqjHEiqGlIBRooBpT3QjDkZ9uSvsDClnLy_Eo

[15] Para no eludir la pregunta, N.T. Wright continúa: «Creo que es bueno agitar las cosas porque, como digo, mucha gente, particularmente en la cultura estadounidense, realmente quiere saber los últimos detalles del infierno. Y parece ser parte de su fe, a menudo una parte central de su fe, que un cierto número de personas simplemente van a ir al infierno y sabemos quiénes son esas personas. Creo que Rob está diciendo: “¡Oye, espera un minuto! Empiece a leer la Biblia de manera diferente. Dios no es un ogro horrible que simplemente está decidido a freír a tanta gente como pueda para siempre. Dios es en realidad increíblemente generoso, misericordioso, maravilloso, amoroso y afectuoso. Y si pintas una imagen de Dios distinta a esa, entonces estás produciendo un monstruo y eso tiene efectos duraderos en la vida cristiana y en la iglesia”. Eso no quita que Nuevo Testamento sea muy claro en que hay personas que sí rechazan a Dios y rechazan lo que hubiera sido su mejor voluntad para ellos, y Dios honra esa decisión. Cómo funciona eso y cómo se abordan las preguntas sobre cuyo resultado he escrito con cierta extensión». N.T. Wright reflects on Rob Bell and Hell, https://readingtheology.com/n-t-wright-reflects-on-rob-bell-and-hell

[16] Denny Burk, Revising Hell into the Heterodox Mainstream, https://www.dennyburk.com/revising-hell-into-the-heterodox-mainstream/

[17] Kevin DeYoung, God is still holy and what you learned in sunday school is still true. A review of “Love Wins” by Rob Bell, https://media.thegospelcoalition.org/static-blogs/kevin-deyoung/files/2011/03/LoveWinsReview.pdf

[18] Albert Mohler, We Have Seen All This Before: Rob Bell and the (Re)Emergence of Liberal Theology, https://albertmohler.com/2011/03/16/we-have-seen-all-this-before-rob-bell-and-the-reemergence-of-liberal-theology

[19] K. Sanneh, The Hell-Raiser,  https://www.newyorker.com/magazine/2012/11/26/the-hell-raiser-3

[20] Brian McLaren, Will ‘Love Wins’ Win? We’re Early in the First Inning, https://www.redletterchristians.org/will-love-wins-win-were-early-in-the-first-inning/

[21] Brian McLaren, Will ‘Love Wins’ Win? We’re Early in the First Inning, https://www.redletterchristians.org/will-love-wins-win-were-early-in-the-first-inning/

[22] Juan López Pedraza, El infierno o el coraje de la libertad, https://es.catholic.net/op/articulos/47249/cat/886/11-el-infierno-o-el-coraje-de-la-libertad.html#modal

Alfonso Ropero Berzosa

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