Posted On 30/08/2013 By In Biblia, Opinión With 4368 Views

El Cantar de los cantares: una ecología de la equidad

“El conocimiento ecológico actual y la crisis que padecemos nos presentan la dimensión cósmica del pecado y redención en una luz nueva. La teología siempre supo que nuestro fracaso en la respuesta fiel al Dios que nos llama en Cristo y a través de toda su obra, palabra y revelación, no queda reducido a la escala de deficiencia personal. Actualmente vemos con claridad que se trata de una tragedia cósmica. Y no podemos ignorar por más tiempo que la respuesta adecuada a Dios y la responsabilidad frente a la humanidad deben manifestarse en nuestra conciencia ecológica de que hay que respetar la naturaleza, que es el sistema que sostiene la vida. No puede devastarse este sistema sin pecar contra la dimensión cósmica esencial de la creación y redención” (Bernhard Häring[1])

Entre los grandes temas del siglo XXI la conciencia sobre la crisis ecológica y el impacto de los efectos relacionados para el ser humano es uno de los más acuciantes. Nadie está a salvo de los efectos nocivos de esta crisis sin precedentes; los desastres naturales parecen aumentar en frecuencia e intensidad, existen muchas especies de seres vivos al borde de la extinción, hay gran escasez de recursos hídricos, alimenticios, prolifera la contaminación de ríos, océanos, preocupa el deshielo de los polos, etc.

Como mayordomos de la creación los cristianos somos llamados a salir al encuentro de las distintas posturas, del diálogo, de ofertar soluciones posibles y aportar nuestras reflexiones y acciones desde una perspectiva bíblica y con la iluminación del espíritu.

La Ecología Social

Desde hace algunos años algunos autores sostienen que la postura de dominación sobre la creación siempre ha estado asociada a la dominación del ser humano por el ser humano. De esto se desprende el interés por el problema de las jerarquías, y la búsqueda por una reconciliación, no sólo entre los hombres, sino de éstos con el ambiente. La ecología social es el estudio de los sistemas humanos en interacción con sus sistemas ambientales.

No se puede estudiar el ambiente como un hecho aislado a la humanidad. La perspectiva de la ecología social parte del ser humano, y en particular atendiendo a sus peculiaridades colectivas. La delimitación del ambiente se hace desde el sistema humano. El sistema ambiental es concebido como todo aquello que interacciona con el sistema humano. Así la ecología no solamente considera el ambiente entre el ser humano y su entorno sino que hace de la relación ser humano-ambiente el objeto central de sus meditaciones, de ahí que los desequilibrios en los sistemas humanos afectan a los sistemas ambientales y viceversa[2].

Leonardo Boff en su búsqueda de factores que propician el desastre ecológico ha puesto en evidencia el papel que la cultura patriarcal, fomentada por la cultura judeo-cristiana, ha traído para el desequilibrio humano. En las culturas patriarcales las mujeres son marginadas y mantenidas en el espacio de lo privado. Este reduccionismo agrede el equilibrio de los géneros y representa una ruptura en la ecología social y religiosa[3]. Esta ruptura es uno de los fundamentos de la ruptura del orden de los sistemas ambientales: desorden humano es desorden creacional.

El cantar de los cantares: cuando el amor nos hace iguales

El libro del cantar de los cantares es una colección de poemas amorosos, compuestos con toda probabilidad para celebrar la expresión del amor más sublime. A lo largo de la historia el libro ha sido objeto de interpretaciones alegóricas (se ve a Cantares como una expresión  del amor de Dios hacia su pueblo a lo largo de toda su historia), tipológicas (reconoce los hechos como reales, pero los liga con eventos o enseñanzas en el NT, o bien traza paralelos con ellos señalando que el AT los anticipa), dramáticas (la estructura del drama es relativamente simple; los caracteres principales son dos, Salomón y la pastora Sulamita, a quien el rey hace su esposa) y  literales (una serie de poemas que hablan con claridad y de manera explícita de los sentimientos, deseos, esperanzas y temores de dos jóvenes  amantes).

Me inclino a pensar, sin soslayar otras posibilidades, que el libro tiene mayor fuerza expresiva y vinculante si lo apreciamos en la sinceridad y transparencia de sus afirmaciones literales. Luis Alonso Schöckel, un gran estudioso de la biblia dijo que: «El tema del amor personal lo domina todo. La persona es la totalidad y no un reducto espiritual incorpóreo«.

Entre los muchos temas que uno puede dilucidar al aproximarse al Cantar hay uno que sobresale con particular fuerza: la relación de iguales en el cortejo mutuo, en la alabanza del cuerpo del otro, en la declaración de la belleza del otro erotizado, en la extrañeza ante la ausencia del otro, en la constante necesidad de encuentro mutuo. Nuevamente cito a Schöckel: «Al ver los amados la belleza del cuerpo amado, descubren que el mundo es muy bueno”.

Un rasgo muy propio del cantar es que la iniciativa parte de la mujer. Ella expresa sus deseos, sus necesidades, sus ansias por amar y ser amada. Ella se goza del cuerpo masculino al contemplarlo. Ella expresa su regocijo, su alegría, su felicidad, su gozo al saberse amada y saber que existe otro al que ella puede acceder, al que ella puede amar. No hay titubeos, no hay falso pudores, sino la grandilocuencia del sentimiento sincero, el poema a flor de piel que se desborda cuando los ojos de ambos se encuentran.

¡Oh, si él me besara con besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino.  A más del olor de tus suaves ungüentos, tu nombre es como ungüento derramado; por eso las doncellas te aman.” (Cantar 1:2-3).

Dice José Cardenas Pallares que “En este poema sagrado es la mujer la que expresa con toda su carga efectiva, con todos sus sentimientos y con toda su capacidad, su entrega amorosa. No es la búsqueda de una satisfacción animalesca, sino el afán de compartir la vida, de dar ternura, de recibir cariño, de gozar de las maravillas de la vida junto con otra persona. No es el desahogo egoísta, sino el hambre de amor, quien entona esta hermosa canción”.

Como el lirio entre los espinos, así es mi amiga entre las doncellas. Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes.” (Cantar 2:2-3).

Las imágenes utilizadas en el cantar para expresar la intensidad del amor al otro son plenas de referencias creacionales: cuerpo, flora, fauna, minerales, lugares, espacios, todos elementos magistralmente utilizados, es un poema de amor en donde se imbrica la creación de Dios como un tercer amante, la creación es la que proporciona el lenguaje, la plástica de la experiencia de la vida entre los amantes. Octavio Paz decía sobre erotismo y poesía: que el primero es una metáfora de la sexualidad, la segunda una erotización del lenguaje. El lenguaje amoroso deviene discurso sagrado.

Mi amado es blanco y rubio, señalado entre diez mil. Su cabeza como oro finísimo; sus cabellos crespos, negros como el cuervo. Sus ojos, como palomas junto a los arroyos de las aguas, que se lavan con leche, y a la perfección colocados.  Sus mejillas, como una era de especias aromáticas, como fragantes flores; Sus labios, como lirios que destilan mirra fragante. Sus manos, como anillos de oro engastados de jacintos; su cuerpo, como claro marfil cubierto de zafiros. Sus piernas, como columnas de mármol fundadas sobre basas de oro fino; su aspecto como el Líbano, escogido como los cedros. Su paladar, dulcísimo, y todo él codiciable. Tal es mi amado, tal es mi amigo, Oh doncellas de Jerusalén.” (Cantar 5:10-16).

No hay distinción entre la mujer y el hombre en cuanto a alabar al otro se refiere, la intensidad, el estilo y las referencias son comunes, hay una erótica de la equidad.

Hermosa eres tú, oh amiga mía, como Tirsa; de desear, como Jerusalén; imponente como ejércitos en orden. Aparta tus ojos de delante de mí, porque ellos me vencieron. Tu cabello es como manada de cabras que se recuestan en las laderas de Galaad. Tus dientes, como manadas de ovejas que suben del lavadero, todas con crías gemelas, y estéril no hay entre ellas.  Como cachos de granada son tus mejillas detrás de tu velo. Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas, Y las doncellas sin número;  mas una es la paloma mía, la perfecta mía; es la única de su madre, la escogida de la que la dio a luz. La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada; las reinas y las concubinas, y la alabaron.” (Cantar 6:4-9)

En el cantar, como en pocos escritos de la biblia se da una reivindicación de la igualdad en el aspecto central de toda relación humana: en el encuentro con el otro, en el amor. El cantar es revolucionario en tanto que, en una cultura patriarcal que desvaloriza a la mujer y fomenta la supremacía de género de los hombres, muestra una vinculación de igualdad en el plano más íntimo, menos expuesto a las relativizaciones socio-culturales, la igualdad en el amor.

Imaginemos un poema de amor sin referencias a la creación, imaginemos un poema de amor sin sujeto para ser amado, sería estéril, por no decir imposible. Por ello es necesario plantear como cristianos que una de las vías de restauración de la crisis ecológica pasa por la restauración de la igualdad fundamental entre hombres y mujeres. Preservar la creación, preservar el marco del amor, preservar al otro como sujeto de mis dones.

El cantar es un texto central para comenzar a elaborar una ética de la igualdad entre hombres y mujeres, un equilibrio vital que conduzca al equilibrio creacional.

La restauración de la ecología social pasa por la equidad del ser humano.

Colofón: plegaria ecocéntrica

Padre nuestro que estás en los cielos, en la tierra y en todo tu universo, santificado sea tu nombre.  Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.  El pan, el agua, los bosques, las selvas, los glaciares, el desierto, los animales, las aves, las flores, el aire, la sonrisa de nuestros hijos, la mujer amada, el hombre bueno, el amigo entrañable, nuestros de cada día, dánoslos hoy. Amén.


[1] Häring, B., Libertad y fidelidad en Cristo, vol. III, Herder, Barcelona 1986, pps 183-184.

[2] Gudynas, Eduardo y Graciela Evia, “La Praxis por la Vida, Introducción a las metodologías de la Ecología Social”, 1991, CIPFE – CLAES – NORDAN, Montevideo.

[3] Boff, Leonardo, “Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres”, Dabar, México, 2000.

  • Ilustración: Mar Chagall, «Cantar de los cantares»
Ezra Viveros Soto
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