En la biología, la sinapsis corresponde a la unión entre neuronas, que al ‘relacionarse’ provocan un impulso nervioso que se traduce en una pequeña descarga eléctrica. Es interesante además conocer su etimología. La palabra sinapsis fue elaborada por Charles Scott Sherrington (1857-1952), neurofisiólogo británico. Este concepto fue elaborado de dos raíces griegas para formar la sinapteína, que quiere decir: sin (juntos) y hapteína (con firmeza). Vemos que la sinapsis, además de su sentido neurológico, posee un alto contenido antropológico y sociológico. Veamos el porqué:
1. La sinapsis dice que las neuronas se comunican o dialogan, actividad que el ser humano, que es social por naturaleza, realiza.
2. La sinapsis es un vivir juntos con firmeza. Las neuronas necesitan necesariamente de “sus prójimos” para poder enviar los impulsos nerviosos que activan el desarrollo global del sujeto. Los hombres y mujeres deben vivir unidos con firmeza para poder desarrollarse plenamente, aunque entre ellos mismos no se ‘soporten’, pensando en la insociable sociabilidad de I. Kant. Sólo en el trabajo asociado se construye mundo y se proyecta, no en todos los casos, una sociedad éticamente sustentable.
3. En la sinapsis, no sólo dialogan los neurotransmisores (biomolécula que transmite información de una neurona a otra neurona), sino que puede comunicarse con el desarrollo fetal por ejemplo. No agotan la frontera de sus iguales. En el caso de los grupos humanos, muchos de ellos atraviesan la frontera del ‘nosotros’ para ir al encuentro de los ‘otros’, de los ‘no nosotros’ para construir también un mundo más pluralista e inclusivo.
Ahora bien, ¿de qué nacen estas consecuencias antropológicas y sociológicas de la sinapsis? Nacen de una reflexión que surgió espontáneamente con jóvenes en un grupo de Pastoral Juvenil en una comunidad de Rancagua, Chile, específicamente de la Parroquia El Sagrario, el pasado día 5 de abril. Mientras hablábamos de nuestro ser imagen y semejanza de Dios, me surgió el concepto de la sinapsis, aduciendo que necesitamos de los otros para poder lograr el desarrollo equilibrado de nuestro proyecto vital.
En esto, me surgió la intuición de que el desafío actual de las Iglesias y de todos aquellos que sueñan y proclaman el ‘otro mundo posible’, usando la expresión de Juan José Tamayo, es provocar la sinapsis cósmica. ¿Qué pasaría si todos trabajásemos como las neuronas? ¿Qué pasaría si nos pudiésemos comunicar de tal manera que se provocara un chispazo eléctrico que iluminara una sociedad fragmentada? ¿Qué consecuencias teológicas y eclesiales acarrearía provocar esta sinapsis cósmica.
Pensando en esto, no puedo sino recurrir al teólogo brasileño Leonardo Boff, el cual ha hablado del “Evangelio del Cristo cósmico” para expresar la nueva conciencia planetaria que se está gestando en este sueño del ‘otro mundo posible’. Según Boff, la metáfora del Cristo Cósmico quiere expresar la necesaria relación de Jesucristo con la totalidad de lo creado, además de asumir la experiencia espiritual y sensible del movimiento franciscano. Cristo, por la Encarnación, se implica de manera radical con el conjunto de lo cósmico. Cristo es principio y fin, origen y recapitulación de todo lo creado. Finalmente, para Boff la consistencia última e indestructible es el Amor, y por la revelación hemos comprendido que Dios es el Amor en plenitud (1 Jn 4,8). Lo que la sinapsis cósmica, y a la luz de esta teología y cristología cósmica, debe realizar es lograr una mística y una praxis que una las conciencias, las espiritualidades y las renovadas inclusiones sociales, políticas, económicas y culturales. Por medio del ‘estar juntos firmemente’ podremos ir logrando aquello que el Reino de Dios representa: la radical presencia del Dios de Jesucristo en todos los ámbitos de la vida de hombres y mujeres. Sólo de esta manera y con el esfuerzo de todos podremos lograr el gran grito de las bienaventuranzas y del discurso escatológico cristiano: ¡LA LLEGADA DEL OTRO MUNDO POSIBLE!
Gracias a los jóvenes que pudieron inspirar esta reflexión…