Posted On 19/11/2012 By In Opinión With 1504 Views

El Dios apasionado por el baloncesto

A finales de julio de este año se publicó en un medio evangélico considerado serio una noticia sobre la selección norteamericana de baloncesto. La misma había jugado contra la española en Barcelona y la había derrotado de forma holgada. Después, la noticia seguía comentando una foto en la que se veía a varios jugadores del equipo americano orando justo antes de salir a la cancha. Resaltaba lo inaudito de esta instantánea y finalizaba diciendo que mejor le iría al equipo español, tanto en baloncesto como en otras tantas cosas, si él también hiciera lo mismo.

Unos diez días antes el mismo medio había publicado una tremenda noticia. En México una serie de individuos habían asaltado un campamento cristiano y violado a siete menores. En el mismo se encontraban un total de noventa jóvenes más los monitores. Además de las violaciones, varios fueron agredidos y, durante unas horas, doce personas armadas (otros apuntaban a trece al sumarles una mujer) se habían dedicado al saqueo del campamento.

Habían entrado disparando al aire, acto seguido separaron a los varones de las mujeres y los pusieron a todos boca abajo. Fueron tienda por tienda, golpeando, robando, sembrando el terror. Un total de tres horas angustiosas en las que violaron a estas siete jóvenes.

La aparente inocencia de la primera noticia se desintegra si se contrasta con la segunda y se torna en una insensibilidad y crueldad impresionantes. Aquellos jugadores de élite habían orado y Dios, como consecuencia, había jugado a su lado porque,  ya se sabe, el Creador siente pasión por el baloncesto. Pero aquellos jóvenes que junto a sus monitores habían preparado un campamento con toda su ilusión, habían estando orando por muchos días para que Dios los guardara de todo mal, no habían sido escuchados.

Me imagino tantos padres y familiares preparando el retiro de estos chicos. Comprando lo necesario, dándoles consejos: que no se olvidaran de comer, que se portaran bien. Aquellos jóvenes llenos de vida iban a pasar unos días en comunión y en medio de la naturaleza buscarían a Dios orando y leyendo su Palabra. Otros tendrían esperanzas de encontrar pareja y también, posiblemente, habría amigos no creyentes invitados. Pero Dios no movió un dedo para evitar la tragedia. Como si de una broma atroz se tratara las violaciones fueron siete, el número perfecto y dado a Dios en las Escrituras.

Cuando este tipo de sucesos se dan las preguntas se amontonan. Si Dios sabía que esto iba a ocurrir, ¿Por qué no lo impidió? Cuando las chicas iban a ser violadas, ¿Por qué no detuvo de alguna forma a estas bestias? Los daños de todo tipo, las personas traumatizadas, destrozadas, deben contarse por decenas.

Considerando así las cosas, la comparación entre ambas noticias rompe el corazón. Si presentamos de esta forma al Todopoderoso ¿es esto serio? Parece como si buscáramos noticias debajo de las rocas de su acción a favor de sus hijos pero cuando ocurren tragedias como la anterior callamos. ¿Por qué no somos honestos y evaluamos ambos sucesos con la misma argumentación? ¿Es que tenemos más fe por ignorar aquello que no se ajusta a lo que pensamos? Y claro está, después sale un grupo de jugadores orando y las canastas empiezan a colarse con la ayuda de la Deidad. Repito ¿es esto serio? ¿Qué clase de mensaje estamos transmitiendo a creyentes y no creyentes? ¿No hace aguas este tipo de teología que además se presenta con absoluta certeza?

Pero lo anterior todavía se agrava más… aunque parezca imposible. Ello se debe a que es también mayoritario en el mundo evangélico pensar que detrás de cualquier tragedia está Dios con su permisividad. Se dice que si ha sucedido Él tendrá sus propósitos, los cuales, como no, son siempre buenos. Además cada cosa que sucede redunda para su gloria.

Esto creo que se debe al hecho de tener que responder a cada cosa que ocurre. El fundamentalismo evangélico cree saberlo todo, y aunque admita en la teoría que no es así, casi de inmediato pasa a dar una respuesta tenga lo que tenga delante. De esta forma nos encontramos que a las ya terribles preguntas anteriores se le agrega una respuesta de este tipo que no hace otra cosa que confundir aún más (y mira que esto ya es difícil). La razón exacta, se sigue diciendo, no la conocemos pero Dios sabe siempre lo que hace, lo cual además es bueno, y todo ello redundará para su gloria.

¿Nos hemos parado a pensar este tipo de declaraciones? ¿Se las diríamos a la cara a estas siete chicas violadas, las cuales ahora tienen que luchar con sentimientos enfrentados contra ese mismo Dios que se mostró impasible?  ¿Cuántos de estos jóvenes, de sus familias, me pregunto, no querrán oír hablar jamás a partir de ahora de una iglesia evangélica? ¿Dónde está la gloria de Dios en estos actos que te destrozan el alma? ¿Cómo se puede mirar a estos padres y decirles que lo que allí sucedió Dios lo va a usar para un buen fin? ¿Es que hemos renunciado a pensar?

El mal no necesita una razón para darse, para practicarse. Estos individuos sin alma se recrean precisamente cuando lo están haciendo. El único propósito claro de lo sucedido, y que han logrado a todas luces, es la de arruinar las vidas de estas chicas. Únicamente el cariño, la ternura, el apoyo y el desvincular a Dios totalmente de estos actos podrá, con mucho esfuerzo y lágrimas, traer algo de consuelo. En esto último sí que veo a Dios, en lo otro me niego.

Soy creyente. Digo esto por si pudiera haber alguna duda después de cómo he planteado las cosas. Pero no voy a disfrazar la realidad, no quiero esconder las preguntas sin respuestas y a la par deseo callar, reconocer mi ignorancia y estar siempre al lado del que sufre. Esta es la mejor forma de estar junto a ellos, en silencio y llorando.

Este tipo de pensamientos, de teologías, no son una forma más de enfocar el tema del sufrimiento. Por supuesto que es un acercamiento a este tema, pero a lo que me refiero es que es uno de tipo peligroso. Peligroso porque tienen en sí mismo un poder destructor, una capacidad increíble de hacer daño precisamente al que ya está deshecho en dolor. No niego que hay personas, creyentes, que aún en medio de su congoja siguen pensando de esta forma, pero muchas otras se quedan perplejas, no comprenden qué puede haber de bueno, santo y glorioso en la tortura de una mujer, la violación de un bebé o el intento de extermino judío por parte de los nazis. Aquí veo al mal personificado en seres humanos no a Dios.

También existe una confusión tremenda con el concepto de soberanía. Se dice que Dios es soberano y que por tanto que si tal o cual cosa ocurrió es que hay un propósito específico para ello. Soberano también lo es un tirano, un monarca absolutista que machaca a sus súbditos. Debemos escoger qué tipo de soberanía le adjudicamos al Dios bíblico.

Jesús se enfrentó de lleno, de frente al dolor y se colocó siempre del lado de la víctima. De haber estado allí el Maestro de Nazaret habría entrado por aquel campamento llorando, como lo hizo ante la noticia de la muerte de su amigo Lázaro. Iría a buscar a estas siete jóvenes y las abrazaría. Su corazón se quebrantaría en compasión. En medio de sollozos y lágrimas les hablaría de que su Padre no tiene nada que ver con aquello, que está con ellas, a su lado. Que lo allí ocurrido no tiene nada de glorioso ni de bueno, que llegaría un momento en el futuro en que todo aquello acabaría, que jamás una de sus criaturas tendría que pasar por algo tan espantoso.

Después es posible que el Galileo saliera sólo a un lugar apartado y oraría. También que le preguntará a su Padre si no había otra forma de hacer las cosas, que por qué estas víctimas se habían sentido tan desamparadas en aquellos momentos tan terribles. Él mismo en la cruz experimentó el abandono de su Padre. Después hubiera vuelto al lado de ellas.

Pese a todo, la fe de Jesús en su Padre, la nuestra, aún es posible mantenerla. Ésta es una de las claves del mensaje de Jesús. Ante tantas preguntas, el Nazareno seguiría manteniendo que Dios es bueno, compasivo y misericordioso… que a pesar de todo merece la pena tener fe. Él, que era el mensaje de Dios encarnado, no resolvió el problema del dolor, sencillamente lo experimentó. Se diga lo que se diga no hay un solo lugar en las Escrituras en donde se resuelva este misterio.

De este mensaje, de este Jesús sí que me declaro seguidor. Del otro que tanto aparece en iglesias evangélicas y en sus medios de comunicación siento decir que me es alguien desconocido.

Prefiero reconocer las tremendas preguntas sin respuesta, mi desconcierto ante sucesos que ocurren a miles cada día. Prefiero seguir al Jesús experimentado en quebrantos, y aún así lleno de compasión, que a un Dios que contesta las oraciones de un equipo de baloncesto pero que no mueve un dedo cuando siete de sus hijas están siendo violadas.

No basta decir solamente la verdad, mas conviene mostrar la causa de la falsedad (Aristóteles).

 


Alfonso Pérez Ranchal

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