El pasado día 10 de marzo, el Senado de West Virginia (EE. UU.) rechazó un proyecto de ley que contemplaba la enseñanza del Diseño Inteligente en las escuelas públicas como alternativa a la teoría evolutiva[1]. Las controversias sobre la enseñanza de la evolución tienen una larga historia en el sistema educativo descentralizado de Estados Unidos. La polémica creció desde el intento de prohibir la enseñanza de la evolución en las aulas, hasta los esfuerzos de dar al creacionismo un estatus igual al de la ciencia evolutiva. Cada una de estas tácticas finalmente fracasó, y los tribunales sostuvieron consistentemente que todas estas explicaciones de la diversidad y la historia natural de la vida derivadas del creacionismo son fundamentalmente de naturaleza religiosa, de hecho, reflejan las creencias de una religión en particular, y por lo tanto su enseñanza representa una violación de la separación de la Iglesia y el Estado. El presidente George W. Bush lo volvió a intentar con el Diseño Inteligente. Él era partidario de enseñar en las escuelas tanto la evolución como el «diseño inteligente», con vistas a que la gente pudiera darse una idea de la naturaleza del debate. A fin de combatir este intento de intromisión de teorías no científicas en las escuelas se dio origen a la fundación del National Center for Science Education (NCSE), organización de educación científica sin fines de lucro que apoya la enseñanza de la ciencia evolutiva[2]. A pesar de la claridad de la situación legal general, no dejaron de producirse nuevos intentos de eludir el precedente establecido. Solo en 2019, se presentaron proyectos de ley en ocho Estados con el objetivo de poner en entredicho la enseñanza de la evolución e introducir el Diseño Inteligente. Entre otros factores, esto se debe a que en Estados Unidos la teoría evolución se percibe ampliamente como un sistema de creencias, no como una explicación del mundo natural basada en la evidencia. Muchas personas, aclara Ann Reid, antigua directora de NCSE, equiparan la evolución con el ateísmo y creen que un principio fundamental de la evolución es que no hay Dios.
«En la práctica, la evolución docente es difícil cuando la formación en el tema ha sido mínima o nula en muchas partes del país durante décadas. […] La capacitación explícita sobre cómo enseñar un tema que se percibe como controvertido es rara. Superar años de preparación inadecuada es un gran desafío. […] El concepto erróneo más problemático que encuentran los maestros es la idea de que aceptar la evolución requiere rechazar las creencias religiosas. Si los estudiantes piensan que deben elegir entre su identidad religiosa y un tema en la clase de ciencias, es muy probable que las ciencias pierdan. Antes de discutir la evolución, es extremadamente eficaz para superar este concepto erróneo en particular»[3].
Planteamiento de la cuestión
El problema de fondo de la teoría del Diseño Inteligente no es si la naturaleza manifiesta o no un diseño en la constitución de todo cuanto existe, sino, si ese diseño es natural, espontáneo, aleatorio, o programado, dirigido. El mismo Darwin no ignoraba ni rechazaba la existencia del diseño en la naturaleza. Desde sus días de estudiante conocía bien la obra William Paley, cuya Natural Theology era asignatura obligada en la universidad. En su Autobiografía dice que «la lógica de la Natural Theology me proporcionó tanto disfrute como lo hizo Euclides. […] En aquella época no me preocupé por las premisas de Paley; y aceptándolas a ojos cerrados estaba encantado y convencido por la larga línea de la argumentación»[4]. Incluso después de la publicación de su obra magna, On the Origin of Species by Means of Natural Selection (1859), en una carta del 22 de Mayo de 1860 dirigida a Asa Gray, Darwin le confiesa:
«No puedo contentarme con ver este maravilloso universo, y especialmente la naturaleza del hombre, y concluir que todo es el resultado de la fuerza bruta. Me inclino a mirar todo como resultado de leyes diseñadas»[5].
En el mencionado Origen de las especies, Darwin no emplea el término «evolución», tal como lo entendemos en la actualidad. De hecho, su aportación principal consistió en resolver desde un punto de vista material el problema que representaba para Paley explicar de manera científica el diseño de los organismos, que para él era un indicio de un Artífice muy sabio. Darwin que indudablemente llevaba mucho tiempo meditando esta cuestión, luego de su experiencia en los distintos lugares que visitó en su periplo del Beagle, llegó a la conclusión novedosa, y a vez tremendamente simple, de que el diseño de los organismos, su complejidad, diversidad y maravillosos ingenios, era el resultado de procesos naturales. De manera que, «la evidencia de la evolución surge porque la evolución es una consecuencia necesaria de la teoría del diseño de Darwin»[6]. Así fue en el principio de este debate, y así seguimos hoy día: no se niega el diseño, sino la naturaleza del mismo. Tanto si enfocamos nuestra atención en cuestiones de física o biología detectamos la presencia del diseño.
«Desde el principio del tiempo hasta ahora, cada criatura y cada especie ha contribuido al despliegue inteligente de la vida. El proceso de fotosíntesis, que empezó hace billones de años, es una conducta inteligente y altruista de un planeta vivo en que todas las partes cooperan bajo la influencia de una inteligencia superior que es más grande que la suma de las partes»[7].
Recordemos una de las últimas obras de Stephen Hawking, que luce en su portada el título El gran diseño. En él, sus autores reconocen que el comportamiento asombroso de las cosas que se dan en la tierra y en el universo es tan complicado y a la vez tan ordenado, que es razonable pensar qué o quién hay detrás de este mundo y sus leyes tan ajustadas, y que se responda que Dios es la Mente o la Inteligencia que ha creado todo con sabiduría. Pero esta respuesta no satisface a nuestros autores, pues sería salirse del campo científico, que no siente necesidad alguna de invocar a ninguna divinidad.
«El hecho de que nosotros, los humanos —que somos, a nuestra vez, meros conjunto de partículas fundamentales de la naturaleza—, hayamos sido capaces de aproximarnos tanto a una comprensión de las leyes que nos rigen a nosotros y al universo es un gran triunfo. Pero quizá el verdadero milagro es que consideraciones lógicas abstractas conduzcan a una teoría única que predice y describe un vasto universo lleno de sorprendente variedad. […] Entonces habremos hallado el Gran Diseño»[8].
Por su parte, el popular y reconocido ateo Richard Dawkins, es el primero en admitir la inteligencia tan compleja como asombrosa que se advierte en todo lo creado. A esclarecer este punto dedicó su obra El relojero ciego (The Blind Watchmaker, 1986):
«Escribí este libro porque me sorprendió la cantidad de gente que no sólo parecía ignorar esta elegante y bella solución a un problema tan profundo, sino que en muchos casos ignoraban, realmente, que hubiese un problema. Se trata de un problema de complejidad de diseño. El ordenador con el que estoy escribiendo estas palabras tiene una capacidad de almacenamiento de unos 64 Kb). El ordenador fue diseñado de una manera consciente, y fabricado deliberadamente. El cerebro con el que se están comprendiendo mis palabras es un conjunto de unos diez millones de kiloneuronas. Muchas, entre estos miles de millones de células nerviosas, tienen más de mil “cables eléctricos” cada una, que las conectan con otras neuronas. A nivel genético molecular, cada célula somática, de las más de un billón existentes, contiene una información digital, meticulosamente ordenada, unas mil veces mayor que la de mi ordenador. La complejidad de los organismos vivos va pareja con la elegante eficiencia de su diseño aparente. Si alguien no está de acuerdo con que este diseño tan complejo pide a gritos una explicación, me rindo. Pero no, pensándolo bien, no me rindo, porque una de las finalidades de este libro es la de transmitir algunas de las verdaderas maravillas de la complejidad biológica a aquellos cuyos ojos no han sido abiertos a las mismas»[9].
Nosotros los animales somos las cosas más complejas del universo conocido, continúa diciendo. Las cosas complejas merecen siempre una explicación muy especial. «Queremos saber cómo empezaron a existir y por qué son tan complejas».
«La biología es el estudio de las cosas complejas que dan la apariencia de haber sido diseñadas con un fin»[10].
Dawkins repasa las ideas de Paley y admite que su argumento está formulado con una sinceridad apasionada e ilustrado con los conocimientos biológicos más avanzados de su tiempo, pero su deducción es errónea, «gloriosa y rotundamente errónea»[11]. Dawkins es un escritor brillante, meticuloso y prolijo en su argumentación, y como zoólogo es un buen conocer del mundo animal, por esta razón, en El relojero ciego aporta con mucho detalle un ejemplo extraordinario de diseño complejo tomado del radar de los murciélagos. Toda una pieza maestra de zoología y de buena literatura. La inusitada habilidad que han desarrollado los murciélagos en la utilización de los ecos producidos por los ultrasonidos que ellos mismos emiten sirve a Dawkins para ejemplificar el extraordinario grado de sofisticación que han alcanzado los órganos de los seres vivos.
«Los murciélagos son como aviones espía en miniatura, repletos de instrumentos sofisticados. Sus cerebros son paquetes de electrónica mágica miniaturizada delicadamente sintonizada, programada con el complejo software necesario para decodificar un mundo de ecos en tiempo real. Sus caras están con frecuencia distorsionadas en forma de gárgolas, y nos parecen feas hasta que nos damos cuenta para lo que son: instrumentos diseñados de forma exquisita para emitir ultrasonidos en la dirección deseada»[12].
Uno de los argumentos preferidos por los defensores del diseño inteligente es el de que un órgano tan ejemplo como el ojo, que es útil solo cuando está totalmente desarrollado, precisa una operación de ingeniería dirigida. Dawkins responde, que el ojo es un mecanismo que ha evolucionado poco a poco desde lo más ínfimo de una mancha cutánea que comenzó por percibir movimientos, y que es mejor ver un poco y mal, que no ver nada. De hecho, entre las especies actuales existen numerosos ejemplos de órganos «a medio hacer», o chapuceramente terminados, según el criterio de un diseñador exigente, que sin embargo representan una ventaja evidente para sus poseedores en la lucha por la supervivencia. Por esta razón, Dawkins, cree que el diseño que observamos es aparente. Ese «buen diseño», se puede explicar sencillamente con la teoría de la selección natural acumulativa que se comporta como «un relojero ciego».
«La selección natural es un relojero ciego; ciego porque no ve el más allá, no planifica las consecuencias, no tiene una finalidad en mente. Aun así, los resultados vivos de la selección natural nos impresionan de forma irresistible, por su apariencia de haber sido diseñados por un maestro relojero, nos impresionan con la ilusión del diseño y la planificación»[13].
Es lo mismo que defendía François Jacob, Premio Nobel de Medicina en 1965, cuando afirmaba que «el ser viviente representa la ejecución de un diseño, pero sin que este haya sido concebido por inteligencia alguna. Tiende hacia un objetivo pero sin que voluntad alguna lo haya elegido»[14]. O más recientemente: «Todo esto [la aparición de la vida] ha sucedido a través del proceso de evolución por selección natural, a ciegas y sin dirección, pero con una creatividad extraordinaria», según el Premio Nobel de Fisiología de 2001 Paul Nurse[15].
En este contexto es fácil comprender el revuelo que armó la hipótesis del diseño inteligente defendida por un bioquímico como Miche Behe en su caja negra de Darwin (1996). Muchos teólogos y científicos cristianos ya se habían acostumbrado a reconciliar el evolucionismo con el cristianismo, pero viene este señor y dice que existen algunas estructuras demasiado complejas en un nivel bioquímico que no pueden ser explicadas como el resultado de mecanismos de evolución; son sistemas de irreducible complexity (complejidad irreductible) compuestos de varias partes bien coordinadas que interaccionan para desempeñar la función básica de un sistema individual, de modo que si se eliminara cualquiera de esas partes dejaría de funcionar por completo.
«Un sistema irreductiblemente complejo no puede ser producido directamente (es decir: por el mejoramiento continuo de la función inicial, que continúa actuando a través del mismo mecanismo) mediante leves modificaciones, sucesivas, de un sistema precursor, porque cualquier precursor de un sistema irreductiblemente al cual le falte una parte es, por definición no-funcional»[16].
El Departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad Lehigh (donde trabaja Behe) se echó las manos a la cabeza y se apresuró a publicar una declaración con su posición oficial en la que se distanciaba de esta teoría: «Nuestra posición colectiva es que el diseño inteligente no tiene su base en la ciencia, no ha sido comprobado experimentalmente, y no debe ser considerado como científico». Behe, curándose en salud, ya al final de su Caja negra, pedía comprensión para su postura, exponiendo que el criterio de quienes se niegan a admitir cualquier tipo de explicación sobrenatural, no debería ser un determinante para quienes piensan de manera de diferente[17]. El argumento de Behe se justifica en parte como una reacción al modo «primitivo» de la biología de considerar los fenómenos biológicos como simples conjuntos materiales llamados células, que formaban organismos como quien construye con piezas de lego.
«La simplicidad que en un tiempo se consideraba el fundamento de la vida ha resultado ser una fantasmagoría; en cambio, sistemas de intrincada e irreductible complejidad habitan la célula. La resultante comprensión de que la vida fue diseñada por una inteligencia constituye una conmoción para nosotros, en el siglo XX, porque nos hemos acostumbrado a pensar que la vida deriva de simples leyes naturales»[18].
Pero en su obra, ni en una sola ocasión menciona Behe a Dios como autor del diseño que él postula. En este punto, Behe no quiere invadir un campo que no le compete.
Unos pocos años antes de La caja negra, Fred Hoyle, distinguido físico teórico, publicó en 1983 su interesante e instructiva obra The Intelligent Universe. Hoyle es bien conocido por su teoría de que la vida no se originó en la Tierra, sino que procede del espacio exterior.
«Los aspectos cruciales de la vida, su origen y la información que contiene, no surgieron en la Tierra. Pese a la amplia adhesión que suscita la obra de Darwin, la vida terrestre ni siquiera ha evolucionado tal como él lo propuso. Sin embargo se ha producido en verdad una evolución, de ello no cabe ninguna duda, pero conducida por una fuente muy distinta de la que propone la teoría que se limita al marco terrestre»[19].
Hoyle llega a esta conclusión al considerar la improbabilidad de que la vida haya aparecido en la tierra de forma espontánea. Las proteínas se cuentan entre los componentes químicos más complicados de nuestro cuerpo. Cada una de ellas realiza tareas específicas. La probabilidad de que una sola de las proteínas de nuestro cuerpo hubiese evolucionado al azar, por casualidad, es altamente improbable.
«Si tenemos en cuenta que tenemos unos 200.000 tipos de proteínas en nuestras células, y la probabilidad de que se cree una proteína al azar es igual a la de encontrar al azar una solución al cubo de Rubik, entonces la probabilidad de que se hayan creado al azar las 200.000 es un número prácticamente inimaginable»[20].
Lo mismo ocurre al considerar las enzimas. Estas son los equivalentes de la programación militar. Se trata de proteínas utilizadas como armas por una célula en la batalla de su supervivencia contra el entorno físico. En total hay unas 2.000 enzimas, cuyas estructuras son básicamente iguales a lo largo y ancho del mundo. «La probabilidad de dar con una enzima individual al juntar al azar cuentas de aminoácidos es, de nuevo, similar a la de que una persona resuelva a ciegas el cubo de Rubik»[21].
La teoría de Hoyle desplaza el problema del origen de la vida a algún lugar desconocido del planeta, lo cual resulta muy difícil de probar, aunque sus observaciones nos han servido para advertir la complejidad de la vida para surgir por sí misma. Max Planck, uno de los grandes científicos de la historia, Premio Nobel de Física de 1918, dijo lo siguiente en una conferencia pronunciada en 1944:
«Como hombre que ha dedicado su vida entera a la más clara y superior ciencia, al estudio de la materia, puedo decirles, como resultado de mi investigación acerca del átomo, lo siguiente: No existe la materia como tal. Toda la materia se origina y existe sólo por la virtud de una fuerza que causa que las partículas atómicas vibren, manteniéndolas juntas en el más diminuto de los sistemas solares: el átomo. Debemos asumir que detrás de esta fuerza existe una mente consciente e inteligente. Esta mente es la matriz de toda la materia»[22].
Esa mente, ¿es Dios? Ni siquiera Behe, católico profeso, es capaz de decirlo. Esa cuestión, de carácter especulativo, pertenece a otro campo, ya filosófico, ya teológico. A pesar de esto, y de que los promotores del Diseño Inteligente, con Behe a la cabeza, se abstuvieron desde el principio de cruzar el límite de lo estrictamente científico, han recibido ataques por partes de y todo género[23].
Llegados a este punto, sería bueno recordar que el evolucionismo no es enteramente científico según los criterios de Popper y Khun. Como dice el zoólogo Colin Patterson, «la teoría de la evolución no es ni completamente científica, como la física, ni completamente no científica, como la historia»[24]. La teoría evolutiva no es testable de la misma manera que una teoría física, o química o genética, mediante experimentos diseñados para contrastar su falsabilidad. Con esto no queremos negar ni menospreciar la teoría de la evolución, sino delimitar bien sus fronteras. «Hoy por hoy —como dice el mismo Patterson—, la teoría neo-darwiniana con todos sus fallos sigue siendo la mejor que podemos tener. Es una teoría fructífera, un estímulo para el pensamiento y la investigación y debemos aceptarla hasta que a alguien se le ocupa otra mejor»[25].
El Diseño Inteligente, ¿la nueva cara del creacionismo?
La crítica más recurrente a los teóricos del Diseño Inteligente, es que este no es más que una sofisticada reedición del creacionismo bíblico, o científico, al que ya se daba por vencido. «La “teoría” del Diseño Inteligente ha sido bien descrita como creacionismo en un esmoquin barato. Uno de sus luminarias, nos dice, ha “negado airadamente que el Diseño Inteligente es un creacionismo sigiloso”. Tiene razón. No hay ningún sigilo al respecto. Es creacionismo. Desafortunadamente, los “teóricos” del Diseño Inteligente tienen un profesionalismo político callejero que compensa el carácter amateur de su ciencia y, por lo tanto, no podemos ignorarlos» (Richard Dawkins). Sospecho que hay algo más que ciencia en la descalificación y crítica tan radical del Diseño Inteligente, al que no solo se acusa de mala ciencia, sino de estar relacionado en lo político con la extrema derecha[26], lo cual es una acusación muy grave para un público determinado. Niall Shanks, profesor de historia de la filosofía, afirma que el crecimiento del Diseño Inteligente en las dos últimas décadas del siglo XX se debe a la creciente influencia de la derecha religiosa estadounidense[27], dando a entender la complicidad de lo uno con lo otro.Se comprende que los defensores de mantener la religión fuera de las aulas se indignen por lo que consideran un intento de introducir una teoría religiosa o filosófica como alternativa seudocientífica a la teoría de la evolución, aunque no olvidemos que también hay algunos científicos que caen en el mismo defecto que critican, presentando especulaciones filosóficas y afirmaciones dogmáticas como si fuesen teorías científicas verificables.
Para Barbara Forrest, profesora de filosofía, y Paul R. Gross, biólogo, el diseño inteligente es el caballo de Troya del creacionismo, la cuña con la que destruir la teoría evolutiva. Forrest y Gross rastrean la historia de la estrategia de la «cuña», mostrando que, a pesar de su nueva apariencia, los neocreacionistas están haciendo los mismos viejos trucos[28]. La tesis principal de dichos autores es que el diseño inteligente y su hogar institucional, el Discovery Institute, forman parte de un siniestro complot para abolir las libertades civiles, unificar Iglesia y Estado y «sustituir el método científico por la creencia en Dios». Como era de esperar, uno de los directivos de la institución aludida, Jonathan Witt, protesta y responde aclarando que cualquiera que esté familiarizado con el Discovery Institute percibirá de inmediato que se trata de una calumnia.
«Ningún destacado teórico del diseño se opone a la separación de Iglesia y Estado, y menos aún el Discovery Institute, un grupo de reflexión laico cuyos directivos y colaboradores representan una amplia gama de puntos de vista religiosos, desde el presbiteriano hasta el católico romano, pasando por el judío y el agnóstico. […] ¿Cómo ha llegado la pareja a la conclusión de que el diseño inteligente forma parte de una conspiración fundamentalista para establecer una teocracia global? Su cadena inferencial es difícil de reconstruir. Hacen mucho ruido sobre la afirmación de la teoría del diseño de ser agnóstica en cuanto a la identidad del diseñador, caracterizando esta afirmación como un plan inteligente para introducir el creacionismo en las escuelas públicas. ¿Cómo saben que no es más que una estratagema? Respuesta: Los principales teóricos del diseño son cristianos y, por tanto, creen que el diseñador es Dios. Se podría perdonar un razonamiento tan erróneo por parte de un biólogo, pero Forrest, un filósofo de formación, debería saberlo mejor. […] Las máquinas biológicas irreduciblemente complejas señalan diseño, no la identidad del diseñador. El argumento bioquímico se detiene en una inferencia de diseño porque ahí es donde terminan las pruebas en el mundo bioquímico»[29].
Witt está en lo cierto. Tal es la política oficial de los promotores del Diseño Inteligente: la detección de diseño no necesariamente hace posible determinar la identidad del agente inteligente responsable de cualquier sistema o artefacto diseñado en particular, solo que dicho sistema o artefacto fue diseñado por un agente inteligente de algún tipo. El diseño inteligente basa en evidencia científica y en métodos establecidos de razonamiento científico, no en creencias o autoridades religiosas. Todo esto es verdad, pero como dice Stephen C. Meyer, director del Centro para la Ciencia y la Cultura del Discovery Institute, aunque el diseño inteligente depende de la evidencia científica y los métodos de razonamiento, «bien puede tener implicaciones teístas mayores», tal como como argumenta en su libro El retorno de la hipótesis de Dios, «la evidencia del diseño inteligente en la vida y en el universo, cuando se consideran juntos, apunta fuertemente a una inteligencia diseñadora trascendente, es decir, Dios, en lugar de a un agente diseñador inmanente, dentro del cosmos mismo»[30].
Es un hecho demostrado que, aunque los teóricos del Diseño Inteligente no tratan de probar a partir de ahí la existencia de un dios en particular, la mayoría de los seguidores del Diseño Inteligente lo hacen en un sentido partidista muy acentuado contra la teoría de la evolución y a favor de una visión cercana al creacionismo bíblico.
La cuestión del diseño es un dato problemático con el pretender demostrar, probar o inferir la existencia de Dios, ya que se puede replicar señalando a los fallos de ese supuesto diseño «inteligente», que en muchos casos demuestra ser bastante «imperfecto»[31]. El diseño por sí solo no apunta a un diseñador. Puede tratarse de un «diseño sin diseñador», como algunos científicos modernos afirman, señalando a la selección natural como el ingeniero invisible detrás de ese diseño aparente.
«La selección natural moldea los seres vivos como un alfarero que prueba varios diseños para acabar quedándose con el que más se vende; no porque responda a un plan preconcebido, sino precisamente porque es el que más aceptación genera en su entorno… La biología del siglo XXI es la Biología de los Sistemas; una biología que concibe los seres vivos como un proyecto de ingeniería. A sabiendas de que muchos años de ensayo y error producen resultados similares a trabajos de ingeniería, biólogos, informáticos e ingenieros, analizan miles de componentes buscando el plan general que los organiza y les permite funcionar como máquinas bien diseñadas. La hipótesis del diseño es una herramienta útil aun sabiendo que los seres vivos no están diseñados, que son el resultado de millones de años de ciega improvisación»[32].
No es nada fácil, pues, ni evidente, que la postura del diseño inteligente pueda demostrarse por procedimientos estrictamente científicos. Supongamos que se detectara en los seres vivos algún fenómeno que sea difícil de explicar como efecto de la casualidad, como alguno de los casos de complejidad irreductible que presenta Behe; en tal caso, un ateo siempre podrá afirmar que esos casos serán explicados satisfactoriamente de un modo natural en el futuro, apoyándose en la experiencia pasada de ejemplos similares. Por otra parte, aunque todo lo que vemos en los seres vivos fuese compatible con el puro azar, la hipótesis filosófica del diseño inteligente no tendría motivos de ser rechazada, pues no hay nada que impida, en principio, que Dios haya incluido el azar (o algo parecido a este) entre las herramientas con las que ha creado el universo.
Un cristiano puede optar entre el diseño inteligente o la evolución teísta, pese a las diferencias y críticas que unos hacen a otros. Todos coinciden en la existencia de una voluntad de creación que llega hasta nosotros, los seres humanos, que somos capaces de tomar conciencia del universo que nos rodea y de su historia formativa. La evolución teísta, o la creación evolutiva, puede considerarse de varias maneras, como la acción o iniciativa de Dios que o bien establece las leyes de la naturaleza que con el correr los siglos dará paso a la vida por su propia dinámica natural; o un Dios que opera desde dentro manteniendo el proceso creativo-evolutivo en un continiuum providencial; o también un Dios como agente externo que dirige el despliegue evolutivo. O, como dicen los teólogos procesuales, un Dios que co-crea en conjunción con el proceso evolutivo. Pero todas estas son cuestiones complejas para ser tratadas en el límite de este artículo.
[1] West Virginia’s «intelligent design» bill dies, https://ncse.ngo/west-virginias-intelligent-design-bill-dies?utm_medium=email&utm_source=cc_ncse&utm_campaign=march_newsletter_2023&utm_content=wv_cta
[2] Eugenie C. Scott y Glenn Branch, Not in our classrooms. Why intelligent design is wrong for our schools. Beacon, Boston 2006.
[3] Teaching Evolution with NCSE Executive Director Ann Reid, https://www.ashg.org/publications-news/newsletter/201903-outside-voices-ann-reid/
[4] Charles Darwin, Autobiografía, pp. 34-35. Nueva York 1961.
[5] Darwin Correspondence Project, 2814, https://www.darwinproject.ac.uk
[6] Francisco J. Ayala, Darwin y el Diseño Inteligente. Creacionismo, cristianismo y evolución, p. 51. Alianza Editorial, Madrid 2011, 4ª ed.
[7] Diarmuid O´Murchu, Teología cuántica, p. 130. Editorial Abya Yala, Quito, Ecuador 2014.
[8] Stephen Hawking y Leonard Mlodinow, El Gran Diseño, p. 204. Planeta, Barcelona 2010.
[9] Richard Dawkins, El relojero ciego, p. 20. Editorial Labor, Barcelona 1988.
[10] Dawkins, El relojero ciego, p. 40.
[11] Dawkins, El relojero ciego, p. 42.
[12] Dawkins, El relojero ciego, p. 50
[13] Dawkins, El relojero ciego, p. 53.
[14] François Jacob, La lógica de lo viviente, p. 2. Salvat Editores, Barcelona 1988 (org. 1970).
[15] Paul Nurse, ¿Qué es la vida?, p. 197. Planeta, Barcelona 2020.
[16] Michael J. Behe, La caja negra de Darwin. El reto de la bioquímica a la evolución, p. 48. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile 1999 / Homo Legens, Madrid 2006.
[17] «El compromiso filosófico de ciertas personas con el principio de que no existe nada más allá de la naturaleza no debería interferir con una teoría que surge naturalmente de datos científicos observables» (Behe, La caja negra de Darwin, p. 310).
[18] Behe, La caja negra de Darwin, p. 311.
[19] Fred Hoyle, El Universo inteligente, p. 109. Grijalbo, Barcelona 1984.
[20] Hoyle, El Universo inteligente, p. 12.
[21] Hoyle, El Universo inteligente, p. 17.
[22] Max Planck, Autobiografía científica y últimos escritos. Nivola, Madrid 2000. Planck también decía, y el tiempo le da la razón: «El progreso de la ciencia consiste en descubrir un nuevo misterio cada vez que se cree haber resuelto una cuestión fundamental… La ciencia es incapaz de resolver el misterio último de la naturaleza» (A dónde va la ciencia, Losada, Buenos Aires 1961).
[23] Para una historia muy bien documentada del origen del Diseño Inteligente y sus críticos, véase Thomas Woodward, Darwin contraataca. Portavoz, Grand Rapids 2007.
[24] Colin Patterson, Evolución. La teoría de Darwin hoy, p. 147. Editorial Fontalba, Barcelona 1985.
[25] Colin Patterson, Evolución, p. 152.
[26] «El diseño inteligente es una nueva estrategia de la pseudociencia creacionista, es religión disfrazada de ciencia y es el “caballo de Troya” de la ultraderecha religiosa». Eustoquio Molina y Manuel Tamayo, “Argumentos y datos científicos interdisciplinares sobre las imperfecciones del diseño evolutivo”, Interciencia, 32/9 (2007), p. 635.
[27] Niall Shanks, God, the Devil, and Darwin: A Critique of Intelligent Design Theory. Oxford University Press, Oxford NY 2004.
[28] Barbara Forrest y Paul R. Gross, Creationism’s Trojan Horse: The Wedge of Intelligent Design. Oxford University Press, Oxford, NY 2004.
[29] Jonathan Witt, Review of Creationism’s Trojan Horse, https://www.discovery.org/a/2951/
[30] Stephen C. Meyer, The Return of the God Hypothesis. HarperCollins, Nashville 2021.
[31] Cf. Leandro Sequeiros, El diseño chapucero: Darwin, la Biología y Dios (Khaf, Madrid 2010); Francisco J. Ayala, Darwin y el Diseño Inteligente. Creacionismo, cristianismo y evolución (Alianza Editorial, Madrid 2011); Denis R. Alexander, Creación o evolución, ¿debemos elegir? Fliedner Ediciones y Andamio, Madrid-Barcelona 2018.
[32] Alberto Marín Sanguino, Diseño inexistente, https://www.ull.es/portal/cienciaull/diseno-inexistente/