El texto del evangelio en Mateo 22:34-40 es bien polémico. Los fariseos y saduceos han intentado cuestionar a Jesús sobre asuntos cruciales relacionados con la ley judía, desde el tributo al César hasta la resurrección, pasando por el mandamiento en la ley. Jesús insiste que el más grande mandamiento es el amor, y en ello está el pleno cumplimiento de la ley y los profetas.
Pablo, por el otro lado, nos insiste en I Tesalonicenses 2:1-8 que su ministerio está fundamentado en el afecto y la ternura, con denuedo, intensidad y arrojo, desde ese llamado y tarea que Dios le encomendó.
Nos parece que ambos textos se complementan para ayudarnos a resaltar la vida y ministerio del pastor José David Rodríguez Rivera. Quisiéramos resaltar esta noche, ante su partida con el Señor, la intensidad con que amó. Porque con gran pasión José David se entregó a cumplir cabalmente el mandamiento del amor como un don de Dios. Como Jesús asumió que el mandamiento del amor hay que cumplirlo, no abrogarlo, en dimensiones de entrega a Dios y al prójimo. En palabras del poeta y teólogo japonés, Toyohiko Kagawa, “el amor es ley de la vida”. Es un imperativo amar para vivir plenamente. Y se recibe como don desde la iniciativa divina: “Nosotros le amamos a Él, porque El nos amó primero (I Juan 4:19)”.
Me comentaba mi pariente, el Dr. Francisco Manrique Cabrera, que para él José David era un ser humano excepcional, brillante y sumamente sensible:
“Carmelito, José David vivía en el crisol de lo poético, con gran intensidad”, concluía nuestro querido Manrique.
José David amó con toda su vida. Con tesón y dedicación lo demostró en su compromiso pastoral, porque amaba lo que hacía con pasión. Recuerdo una experiencia durante su último pastorado en la Iglesia Luterana Nuestro Salvador en Cataño. Yo estaba de vacaciones en Puerto Rico y como hice en muchas ocasiones prediqué aquel domingo en dicha congregación. Esa tarde se recibió una llamada del Hospital de Veteranos solicitando la presencia del Pastor Rodríguez pues un veterano norteamericano de confesión luterana solicitaba la eucaristía y la oración. Su condición era crítica.
Al llegar hasta el lecho de aquel veterano sumamente enfermo el pastor Rodríguez lo tomó de una mano y yo hice lo propio con la otra. Le administramos la comunión y lo encomendamos al cuidado amoroso de Dios. Al bajar por el ascensor el pastor Rodríguez me expresó: “Yo no sé tú, pero yo en este ministerio me muero”. Yo asentí emocionado con mi cabeza.
Una consigna constante en su ministerio era amar al prójimo, al próximo y al extraño. Aquella dimensión tan elocuentemente expresada por Martin Lutero en La libertad cristiana, José David también la asumió con intensidad: “Por la fe sale el cristiano de sí mismo y va a Dios; de Dios desciende el cristiano al prójimo por el amor”. José David, estudioso asiduo de la teología luterana, comprendió que esa fe es activa en el amor.
José David amó intensamente su familia. Su esposa Carmen por 65 años fue su compañera idónea de vida y ministerio, y compartieron un matrimonio de excelencia en el amor y la entrega mutua. Además, fue un abuelo consentidor como lo pueden atestiguar sus nietos y nietas presentes esta noche aquí. Todos y todas los que vivimos de alguna manera cerca de él testificamos de esa generosidad y dadivosidad tan auténtica.
Un distintivo de este pastor y maestro fue la intensidad en cultivar amistades. Esta noche frente a nosotros y nosotras está adolorido y pensativo su gran amigo del alma, el Lcdo. William Fred Santiago. Esa amistad de 70 años es un testimonio elocuente de lo que venimos destacando en nuestra predicación: José David Rodríguez Rivera fue diligente en cultivar el amor de Dios que le fue regalado.
José David nosotros y nosotras te decimos, gracias por tu dedicación, amor, cuidado e inspiración en esta existencia de 88 años llenos de tanta ternura, bondad y desprendimiento. Te vamos a extrañar, mi viejo querido. Prometemos no olvidarte y emularte en todo lo que hagamos. Seguramente seremos mejores si lo hacemos. Y así tus esfuerzos serán eternamente premiados. Te mereces ese eterno descanso. Hasta el día de Jesucristo, José David.
Carmelo Álvarez – 21 de noviembre 2012 – Chicago, IL
(Sermón, Culto funeral, Rdo. José David Rodríguez Rivera. 25 de octubre 2012, Iglesia Evangélica Luterana Santísima Trinidad, Lomas Verdes, Bayamón, Puerto Rico)