Posted On 22/03/2013 By In Biblia, Opinión With 3842 Views

El idioma de los sabios

A propósito del profeta Isaías (50:4-9a)

Estamos cansados. Es un agotamiento psíquico que somatiza cansancio fisico. Fatigados ante el shock que nos producen los medios de comunicación, cansados por la falta de perspectivas de futuro, agotados de buscar lo que tan solo intuimos pero no sabemos. Las cifras y las estadísticas nos inundan, haciéndonos perder la esperanza y encerrándonos en la no-acción del cansancio.

Ante la realidad que experimentamos, no necesitamos ni uno, ni dos… Necesitamos multitud de personas sabias que den una palabra de ánimo y consuelo liberadores de tanto cansancio que se acumula en las psiques de nuestros conciudadanos. Fatiga producida por el sistema, sea éste secular o religioso, ya que en él nos movemos y somos.

El cansancio llega hasta los tuétanos del alma. Cansancio porque en medio de una sociedad generadora de pobreza y de falta de expectativas de futuro no acabamos de ver futuro ni para nosotros, ni para nuestros hijos. Mientras tanto la religión institucionalizada sólo nos ofrece asistencialismo y un cielo después de la muerte biológica, desconociendo que ya estamos muertos. Somos muertos sociales. Muertos por/para el sistema, en tanto en cuanto sus políticas sociales y económicas ya no nos tienen entre sus beneficiarios. “Habéis condenado y dado muerte al justo, sin que él os haga resistencia” (Stgo. 5,6), este podría ser el epitafio de millones de muertos en vida. El sistema, por mucho que nos digan los cuentacuentos del mismo, sólo toma en cuenta la prima de riesgo, la deuda, la banca, el PIB, etcétera, pero no a las personas “de carne y hueso”.

El Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado, escribió un antiguo profeta hebreo (Isaías 50, 4a). ¿En qué consiste el idioma de los sabios? El sabio no es el capaz de teorizar sobre la sabiduria, sino aquel que es capaz de introducirla en el andar cotidiano, transformándolo en otro andar distinto. El andar que nos propone el sabio, o la multitud de sabios que necesitamos, es un caminar que nos aleja del Imperio del Faraón de este siglo, y que se denomina “éxodo a la tierra que fluye leche y miel”. La “leche y miel” que intuimos en el horizonte, fortalece nuestro ánimo y palía nuestro cansancio, iniciando así el proceso de liberación del Imperio.

¿Cómo adquirir “lengua de sabios”? En primer lugar, debemos mantener nuestro oído despierto al clamor de los pobres y de la Palabra de Dios. Debemos mantener despierto nuestro oido, no una mañana, sino cada una de nuestras mañanas, si realmente queremos hablar a los cansados palabras de liberación. En segundo lugar, debemos ser dóciles al clamor que surge de la periferia y de la Palabra. Con ello quiero decir que necesitamos adecuar nuestras existencias a dicho clamor. O expresado de otro modo, nos convertimos en “esclavos” voluntarios al llamado que nos sale al encuentro a través del clamor social de nuestros contemporáneos. Actuamos en consecuencia, no nos volvemos atrás.

No nos volvemos atrás, no nos arredramos ante lo que pueden hacer con nuestros cuerpos los guardianes del sistema (Luc. 12,4), no escondemos nuestro rostro ante sus “escupitajos” en forma de descalificaciones. Nos pueden calificar de irrealistas, utópicos,antisistema, demagogos, populistas… pero no nos volvemos atrás. La relación con el Dios del éxodo nos capacita para poner nuestro rostro como pedernal ante el acoso al que nos podemos ver expuestos a causa de nuestra opción por los que habitan en la periferia de la Babilonia de los mercaderes.

¡Juntémonos! , nos dirá el profeta. Seamos multitud de sabias y sabios que enfrentan a los poderes de Faraón con un simple cayado entre las manos. El Señor nos ayuda, no sintamos vergüenza de hacerlo. Y con valentía digamos con el viejo profeta, ¿quién contenderá con nosotros? ¿quién es el adversario de nuestra causa? ¿quién hay que nos condene?, si es el Dios de Jesús de Nazaret quien nos salva y nos ayuda a llevar a cabo la tarea de dar una palabra de ánimo y liberación a los cansados. ¡Juntémonos! y digamos con Jesús de Nazaret, “venid a -nosotros- todos los que estáis trabajados y cargados, y os -haremos- descansar“ (Mat. 11,28), ya que el libro de la auténtica sabiduría está cerrado para los ”sabios y entendidos” de este mundo, pero abierto de par en par para “los niños”, para aquellos y aquellas que habitan en la periferia del sistema (Mt. 11,25-30).

¡Juntémonos!

Ignacio Simal Camps
Mis redes

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