El Reino de los cielos se parece…
Gerardo Oberman
¿A qué debería parecerse,
según nuestra humana comprensión de la vida
el Reino de los cielos?
Hago la pregunta porque tantas veces he oído
que medimos las cosas de Dios
desde nuestra estrechez mental
y desde un corazón tan mezquino,
que me he cansado.
Una y otra vez el maestro nazareno indica el horizonte,
señalando hacia el lado de la compasión,
de la misericordia, de la dignidad, de la plenitud.
Pero no, a nosotros no nos gusta ese Reino.
No nos gusta un Reino en el que la justicia
alcance a cada persona, sin importar sus méritos.
No nos gusta un Reino donde la igualdad de oportunidades
sea una realidad concreta para cada hombre, para cada mujer.
No nos gusta un Reino en el que todos y todas
podamos vivir con lo que es necesario para el buen vivir.
Decimos ser hijos e hijas de Dios,
pero seguimos insistiendo con que algunos somos más hijos que otros.
Nos cuesta entender al Dios generoso, amplio, inclusivo,
dadivoso, de mano abierta y de corazón aún más abierto.
Nos enojamos con el Dios que no se ajusta
a nuestra prejuiciada manera de ver al mundo.
Digámoslo de una vez: nos molesta el Dios de la gracia.
Sí, nos molesta el Dios que se glorifica en cada señal de amor,
que se enaltece en cada gesto solidario,
que es santificado en cada acto de restauración de su creación.
El Reino de los cielos se parece…
no a lo que a nosotros nos parece,
sino a lo que Dios en su bondad
ha querido que se parezca:
“con mi gracia, yo hago lo que quiero.
Y lo que quiero es construir un mundo más justo.”
Si nos molesta este Dios,
tal vez debamos preguntarnos
si realmente somos sus hijas y sus hijos.
Gerardo Oberman
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