«La tentación de toda religión es pretender encerrar
el Misterio y la Vida en un sistema».
Javier Melloni
INTRODUCCIÓN
Tratar de la espiritualidad es considerar una dimensión personal (universal e innata) que nos permite trascender (ir más allá de nuestra realidad personal) e indagar la dimensión profunda de la realidad y orientarnos al Misterio de amor, bondad y belleza que nos envuelve, independientemente del nombre con el que le denominemos.
Mientras que la espiritualidad ha de considerarse como una dimensión individual y subjetiva, la religión ha de entenderse como una faceta colectiva y cultural. Es una construcción social y tiene que ver con el conjunto de creencias y convicciones, de actitudes y sentimientos y de maneras de comportarse que vinculan a una persona o grupo humano con aquello que reconoce como sagrado, misterioso o trascendente.
En todas ellas identificamos, con mayores o menores grados de énfasis, una estructura conceptual, una “teatralización” de su cosmovisión o sistema ritual, unas pautas de comportamiento y un modelo organizativo, conjunto que podemos equiparar al sistema al que hace referencia el teólogo Javier Melloni en la frase que encabeza este escrito.
ESTRUCTURA CONCEPTUAL
Incluye los textos sagrados, las narraciones míticas y dogmáticas, las tradiciones, los credos, las confesiones de fe, los principios, los valores… Todo ello necesario para establecer una manera de ser. Cada tradición religiosa cree unas cosas y no otras y, de este modo, es reconocible y establecen su identidad.
Pero este conjunto, sobre el que se soporta el contenido de la fe, va creando un marco mental, en especial desde las hermenéuticas interpretativas de los textos. El rechazo, en muchos casos, del método histórico-crítico, la pretensión de equiparar el mito con la historia objetiva, el mantenimiento de tradiciones históricas descontextualizadas, las confesiones de fe sesgadas por principios confesionales… van configurando unas ideas sobre Dios, la trascendencia o la espiritualidad muy difíciles, por no decir imposibles, de asumir actualmente, por parte de muchas personas, por cuanto les sitúa en una confrontación intelectual entre los postulados de la ciencia y de la fe o les aleja de lo que entienden más honesto, a la hora de considerar la divinidad, como son su inefabilidad y su Misterio.
ESTRUCTURA RITUAL
Esta estructura está constituida por las ceremonias religiosas, los sacramentos u ordenanzas, las celebraciones, la liturgia, los cantos, las oraciones, las lecturas de los textos sagrados, la música, los tiempos de silencio… Su función es imprescindible si no olvidamos que, como bien describió el filósofo Ernst Cassirer, somos animales simbólicos y que los ritos actúan como elementos de mediación entre el mundo metafísico y nuestra realidad contingente.
Pero también aquí encontramos ciertos escollos. La incapacidad de trascender la función metafórica de los elementos rituales, por carencias pedagógicas, nos sitúa en una especie de reduccionismo (aquello de permanecer más pendientes del dedo, que de aquello a lo que el dedo apunta o señala). Un segundo riesgo es el del legalismo o estado de satisfacción derivado del cumplimiento de las manifestaciones externas de la fe. Es el sentimiento de autosatisfacción y justificación por haber participado en la puesta en escena de nuestra religiosidad.
Con todo, el principal problema radica en la imagen de Dios que esta estructura ritual, a nivel de contenido y forma, va generando en el mundo consciente e inconsciente de la persona. Muchos de los textos empleados en los servicios religiosos, determinadas letras de las canciones, el contenido de las plegarias, las reflexiones, las experiencias compartidas… contribuyen, con demasiada frecuencia, a la conceptualización de un ser superior en un mundo metafísico entendido como causa de los efectos que acaecen en el espacio-tiempo, a la pretensión de que Dios sea funcional a nuestras necesidades a través de la oración, a la necesidad de la muerte sacrificial para el perdón de los pecados o a una escatología cercana a la ciencia ficción, entre otros muchos ejemplos.
ESTRUCTURA ÉTICA
Toda religión suele estar acompañada de un código de normas morales que rigen la conducta de sus fieles entre sí y con respecto a la comunidad en la que se halla integrada.
Suele hallarse referenciado al contenido normativo de los textos sagrados, a sus posteriores interpretaciones, a las enseñanzas de sus profetas y maestros, a los principios y valores fundacionales…
No se cuestiona la necesidad de normas, derechos y deberes que orienten la existencia y las relaciones interpersonales; ahora bien, el énfasis en la observancia de determinadas conductas, desvinculadas de la principal motivación que es el amor y el bien de la persona receptora de nuestra acción u omisión, conducen, en este supuesto, al legalismo moral, a la satisfacción del deber cumplido.
ESTRUCTURA ORGANIZATIVA
Es la dimensión institucional que toda organización social, de modo explícito o implícito, requiere para su funcionamiento. Estatutos, reglamentos… tienen la finalidad de ordenar la iglesia para que esta pueda llevar a cabo su misión espiritual. Ahora bien, cuando el modo de organizar la comunidad y las normas de actuación se convierten en una finalidad por sí mismas, de manera que requieren más tiempo, dedicación y recursos que los empleados para la consecución de sus objetivos espirituales, el medio se ha convertido, idolátricamente, en un fin.
En estos casos, el hecho fenomenológico de lo religioso se confunde con la organización administrativa y social que se deriva de él.
CONSECUENCIAS DERIVADAS DE LAS ESTRUCTURAS DISFUNCIONALES
Cuando la ciencia y la fe son presentadas dicotómicamente y, en aras de la sacralización del texto sagrado, se provoca el suicidio intelectual de la persona; cuando las lecturas literales impiden la identificación de los géneros literarios; cuando la imagen transmitida de Dios se aleja de las enseñanzas de Jesús; cuando el criterio de evaluación de la espiritualidad personal es el grado de cumplimiento de los “deberes” religiosos; cuando se niega la autonomía de la creación al enfatizar un intervencionismo divino por encima de las leyes naturales y de la libertad individual; cuando el estricto cumplimiento de la ley no tiene en cuenta la situación ni el amor debido al prójimo; cuando el legalismo va configurando una espiritualidad disfuncional; cuando se confunde la estructura formal con la misión espiritual; cuando…
El dato objetivo es que cada vez hay más personas que renuncian a algunos de estos espacios, en los que el Misterio y la Vida han sido encerrados por las estructuras religiosas; pero que, no necesariamente, abandonan le fe. Personas que continúan su camino más allá del “sistema” en otros escenarios más significativos y acordes con sus necesidades espirituales, pagando el precio de la incomprensión y el juicio crítico. Creyentes que desean desprenderse de condicionamientos limitativos para alcanzar la raíz de las cosas.
APUNTE FINAL
Para mantenernos asombrados, fascinados… ante lo que nos trasciende, habrá que reducir, en lo que sea posible, las limitaciones que todo sistema o estructura impone al Misterio al pretender explicarlo. Y, aunque sea difícil erradicar las proyecciones antropomórficas a la hora de pensar la divinidad, tendremos que ser conscientes de ellas para no confundir lo que concebimos, a través de nuestra limitada comprensión de las cosas, con aquello sobre lo que las proyectamos.
El filósofo del lenguaje Ludwing Wittgensteisn decía al respecto: «La forma en que empleas la palabra “Dios” no muestra en quién piensas, sino lo que piensas». Por eso, uno de sus principales axiomas es que: «de lo que no se puede hablar hay que callar». El nombre o definición de Dios: «Yo soy» (Ex 3,14 RV60) tiene sujeto y verbo, pero carece de predicado. No podemos objetivarle sin convertirle en objeto.
Dios trasciende las coordenadas del espacio-tiempo y nuestras habilidades cognitivas. De Dios sólo podemos decir lo que no es, todo lo demás son proyecciones. Habrá que asumir que, en teología, la expresión atribuida al arquitecto Mies Van der Rohe: «Menos es más», lema de minimalismo, tiene también su sentido.
Jaume Triginé
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