«Amigo, recuerda que durante tu vida terrenal recibiste muchos bienes, y que Lázaro, en cambio, solamente recibió males. Pues bien, ahora él goza aquí de consuelo y a ti te toca sufrir. Además, entre nosotros y vosotros se abre una cima infranqueable…»
Lucas 16:25-26
(La Palabra, Sociedad Bíblica de España, 2010)
Estas palabras del evangelio forman parte de la parábola del rico glotón y Lázaro, el mendigo. El rico había vivido como si Dios no existiera. Su falta de fe se comprueba, no por su equivocada ortodoxia doctrinal (sus formas de dirigirse a Dios y de citar las Escrituras son correctas), sino por su falta de compasión con los pobres, por su forma de orientar su vida hacia la acumulación de bienes materiales y disfrutarlos de manera egoísta: «vestía de púrpura y finísimo lino, y… todos los días celebraba grandes fiestas» (Lucas 16:19).
Después de morir, las distancias entre el rico y el pobre se mantuvieron intactas. Él rico lejos, muy lejos del pobre (y por ende, de Dios). Pero Jesús introduce un cambio: ahora quien sufre es el rico y quien goza de los placeres celestiales es el pobre. Aquí hay una enseñanza muy profunda que no puede reducirse a decir que hay que sufrir en la tierra para poder gozar en el cielo. ¡Nada más extraño a las enseñanzas de Jesús!
No se trata de sufrir aquí para gozar allá. Lo que enseña el Maestro es que los que gozan aquí deberían ser solidarios y generosos para que todos pudieran disfrutar aquí de una vida digna. Así, terminaríamos con las diferencias sociales, aquí y allá; el gozo sería para todos por igual, tanto aquí como allá. Porque, es cierto: hay una estrecha relación entre nuestra vida presente y el destino eterno. Es asunto de atender el Padrenuestro: «Hágase tu voluntad en la tierra lo mismo que se hace en el cielo» (Mateo 6:9).
Para seguir pensando:
«El que encuentra un tesoro encuentra un amigo… El problema no está en encontrar amigos. El problema está en encontrar un tesoro que no nos haga perder un amigo»
Alessandro Pronzato (Escritor y sacerdote)
Vale que nos preguntemos:
¿Qué puedo hacer para contribuir a la construcción de un mundo más justo y solidario?
Oración:
Justo y bondadoso Señor, hazme un instrumento de tu paz y de la justicia que deseas ver en este mundo. Que se haga aquí en la tierra tu voluntad, así como se hace en el cielo.
Amén
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