«Se decía que la Teología de la Liberación estaba en crisis. Hoy podemos decir que esta mejor que antes»
Entrevista realizada por Nicolás Panotto (Argentina)
Ivan Petrella, argentino, es uno de los académicos más representativos en Estados Unidos en torno al trabajo sobre la teología de la liberación latinoamericana. Agnóstico y Doctor en Estudios Religiosos y Derecho en la Universidad de Harvard, desarrolla un trabajo muy original, relacionando diversas disciplinas, entre teología, filosofía, teoría del derecho, ciencia política y otras, en diálogo con los teólogos y teólogas más importantes de nuestro continente. Es autor y compilador de varias obras sobre estas temáticas, entre ellas Beyond Liberation Theology: A Polemic (London: SCM Press, 2008), Theology for Another Possible World (London: SCM Press, 2007), The Future of Liberation Theology: An Argument and Manifesto (London: SCM Press, 2006) y Latin American Liberation Theology: The Next Generation (Maryknoll, NY: Orbis Books, 2005).
En esta entrevista para GEMRIP, Petrella nos ofrece un panorama general en torno a los desafíos de las teologías latinoamericanas en el ámbito público y teológico actual.
Tu peregrinaje académico se ha centrado primordialmente en el análisis de las teologías latinoamericanas de la liberación, desde diversas ópticas. ¿Cómo describirías el estatus actual de tales teologías, tanto en nuestra región como a nivel global? ¿Qué desafíos y necesidades plantearías?
La teología de la liberación latinoamericana (TL), y la familia de las teologías de la liberación en su conjunto, fueron la corriente teológica más importante del siglo XX y la siguen siendo en el siglo XXI. El estatus es de total vigencia. A fines de los ochenta, con la caída del socialismo real y las presiones del Vaticano (para el caso latinoamericano donde la mayoría de los “fundadores” fueron curas) se decía que la TL estaba en crisis. Hoy podemos decir que esta mejor que antes. ¿Por qué? Por un lado, hay una mayor diversidad de tipo de personas que la desarrollan: laicos, mujeres, indígenas, personas de distintas orientaciones sexuales, y hasta agnósticos. Este abanico de experiencias vividas más amplia enriqueció la TL.
Por el otro lado, también hay mayor variedad de enfoques y herramientas que han hecho de la TL un discurso mucho más sofisticado. Tenés, por ejemplo, el análisis teológico de la economía y otras ciencias sociales del teólogo laico Jung Mo Sung. Ese tipo de análisis, que lo empezó el DEI en Costa Rica, ahora lo practican también muchísimos teólogos afines en las universidades y los seminarios teológicos más prestigiosos de EEUU. También la obra revolucionaria de la trágicamente difunta Marcella Althaus-Reid, que combina TL con teoría bisexual y feminista para indagar sobre los límites sexuales no solo de la teología de la liberación sino de la teología misma. Es una obra impensable en los setenta y los ochenta pero que también ha tenido una influencia enorme por todo el mundo. La TL de raíz latinoamericana ha logrado colonizar una parte importante del pensamiento teológico en el mundo más rico. Es un paradigma y un interlocutor inevitable para cualquier teólogo esté donde esté.
Desde mi punto de vista, el principal desafío es lograr que otras disciplinas hagan suya la revolución epistemológica que caracteriza a la TL —el intento de pensar y hacer teología desde la perspectiva de los pobres. Esa revolución epistemológica no tiene porqué ser algo que se produzca solamente dentro de la teología. Se puede aplicar a la economía, a las ciencias políticas, a la medicina, a la arquitectura, y más. Un ejemplo: Paul Farmer, uno de los médicos y antropólogos más importantes de EEUU, usa la TL para replantearse sus ciencias. Demuestra, de la misma manera que sucedió con la teología, que si uno aplica la revolución epistemológica a la medicina no solo cambian las respuestas sino también las preguntas que te haces. Su libro Pathologies of Power está inspirado por la TL, le dedica un capítulo entero e incorpora la opción preferencial para los pobres al plan de estudio para alumnos de la carrera de medicina en la Universidad de Harvard, donde enseña. Soy el encargado del grupo de TL del American Academy of Religion para los próximos tres años, donde Farmer es un ejemplo de una tendencia que es clave y quiero impulsar.
En varios de tus trabajos has resaltado la necesidad de reflotar la noción de “proyecto histórico” en la TL. ¿Qué desafíos pone sobre la mesa del desarrollo teológico por estas latitudes tal concepto?
Hay que reflotar la metodología de pensamiento que dio lugar a la noción del proyecto histórico—la idea de que hay que pensar nuestros ideales en relación a sus posibles encarnaciones institucionales. A todos nos gusta la “democracia.” Pero así, de forma abstracta, es fácil estar de acuerdo. Para realmente entender lo que queremos decir con el concepto hay que darle contenido institucional. ¿Es un concepto político nomas, o económico también? ¿En lo político vamos por el lado de Schumpeter donde lo que cuenta son elecciones cada par de años o vamos por mayor participación ciudadana? ¿Queremos financiamiento privado o público de las campañas? Hay cientos de interrogantes cuyas respuestas van dando especificidad al concepto.
Esto se remite al viejo debate entre José Míguez Bonino y Jürgen Moltmann, donde Bonino decía que no se podía entender qué se quería decir con nociones como “el reino de Dios” o “liberación” sin el proyecto histórico, o sea, sin las instituciones que daban especificidad a la idea. Para eso, es clave no relegar el desarrollo institucional de los ideales teológicos a una segunda instancia, como si fuera algo menor o no necesariamente parte del trabajo del teólogo. Todo lo contrario. Para el teólogo de la liberación pensar ideales en relación a instituciones es una manera de darle mayor rigurosidad y especificidad al ideal. Es parte ineludible de la teología misma.
Si por algo se ha caracterizado la teología latinoamericana ha sido por su explícita elaboración y reconocimiento de las ciencias sociales para su desarrollo, especialmente de ciertas nomenclaturas filosóficas y sociológicas mayormente de corte marxista. Aunque tal abordaje dista de ser dejado de lado ya que posee vigencia en ciertos niveles, ¿pensás que se requiere de nuevos marcos epistemológicos? ¿Cuáles te parecen pertinentes para un diálogo interdisciplinario más actualizado?
En mi opinión, lo que en EEUU se llama “critical legal studies,” “critical race theory,” y “Lat crit theory” son marcos, dentro del derecho, que podrían enriquecer a la TL. La crítica al capitalismo o la globalización dentro de esta corriente y otras vertientes de pensamiento de izquierda casi siempre se plantea de manera muy abstracta, como si el capitalismo fuera ontológicamente perverso y una sola cosa en todo el mundo. Yo no creo que sea así, ni tampoco que denuncias tan abstractas sirvan de mucho.
Hay muchos capitalismos. El modelo norteamericano es distinto al sueco o al japonés. El capitalismo es un marco legal. Por eso pongo énfasis en estas corrientes dentro de la filosofía del derecho ya que permiten hacer un análisis puntual de las reglas de juego—el marco legal—que inevitablemente favorecen a unos y perjudican a otros. Eso es lo que hay que analizar de manera concreta y pensar cambios de manera específica a nivel nacional, regional y global. Es solamente a través de ese nivel de detalle que podemos volver a pensar nuestros ideales teológicos en relación a su encarnación institucional.
Además, volviendo a una pregunta anterior, creo fundamental importar la opción preferencial para los pobres (como marco epistemológico) a otras disciplinas. Debería ser eje de un dialogo interdisciplinario que tiene que incluir la economía, la ciencia política, la medicina y otras disciplinas. Son estas formas del saber, mucho más que la teología, que deciden quienes viven y quienes mueren dentro del estatus quo. Cambiarles el enfoque, entonces, es tarea ineludible.
Entiendo que tu especialización ha sido en la relación entre derecho y religión. ¿Cómo podrías describir, grosso modo, la importancia de lo religioso en el campo de lo público desde tu perspectiva?
Generalmente en la teoría política liberal, como fue desarrollada por John Rawls por ejemplo, se quiere relegar la religión al ámbito privado y mantenerlo separado de lo público. Se teme el efecto desestabilizador de la religión dentro del ámbito público, un temor que es herencia de las guerras de las religiones en Europa en el siglo 16 y 17 y que es reforzada por los fundamentalismos que hoy azotan al mundo.
Entiendo el temor, pero el efecto desestabilizador y por ende transformador de la creencia religiosa puede también ser positivo y catalizador para el desarrollo de una sociedad más justa. Martin Luther King es un ejemplo paradigmático. Su lucha por los derechos de la gente de color en EEUU es inseparable de su creencia religiosa. El “civil rights movement” fue un movimiento religioso y político. La teoría política liberal no deja lugar para esa clase de movimiento social. Claro, la religión, vivida intensamente, tiende a extremos. Por un lado están King y Gandhi, por el otro Osama Bin Laden.
Por eso creo que el estudio de la teología es fundamental en el mundo de hoy. Por dos razones por lo menos. En primer lugar, ya no podemos seguir creyendo en la noción de una “sociedad secularizada.” La famosa tesis de la secularización resulta un error, sacando Europa occidental el mundo es cada vez más religioso. Por eso, es inevitable que las creencias religiosas tengan mayor influencia en la política a futuro. En segundo lugar, lo que importa no es tanto la “religión” de algún actor en lo político y lo público, sino mas bien la teología que lo motiva, o sea la interpretación de la religión que determina para esa persona lo que esta bien y lo que esta mal. La teología viene antes que la ética, es lo que determina y define el acto virtuoso. Las religiones pueden tener un poder catalizador para el desarrollo de lo democrático, a la Martin Luther King o Gandhi, pero todo depende de la teología que guía sus adherentes.
¿Hay alguna relación entre tu trabajo actual en Buenos Aires y tu desempeño académico en los EEUU?
Hace unos siete meses me tome una licencia de la Universidad de Miami para desempeñarme como director académico de la Fundación Pensar, el instituto de políticas públicas del Pro. Nuestra tarea principal a corto plazo es el armado de los planes de gobierno nacionales del partido. Tenemos más de veinte áreas de trabajo incluyendo educación, salud, infraestructura, política fiscal, relaciones internacionales etc. Cada área tiene un coordinador y equipo que prepara trabajos de diagnostico, propuestas concretas de política, notas de opinión y documentos cortos para la dirigencia política. A mediano plazo la tarea es consolidar la plataforma programática del partido para darle sustento a largo plazo, y no sucumba a los personalismos que caracterizan a la política argentina hoy en día.
Mi interés por este trabajo, técnico y político, surge de un deseo de contribuir mi grano de arena al desarrollo del país y de mi interpretación de lo que demanda la TL. Ella tiene tres elementos principales. En primer lugar el epistemológico, donde se trata de pensar desde la perspectiva de los que menos tienen. Esa revolución epistemológica, ya dije, es demasiado importante para que se quede solo dentro de la teología. Otras disciplinas tienen que hacerla suya. Por ende, la revolución epistemológica nos obliga a ir más allá de la teología e incursionar en otras disciplinas. En segundo lugar, el imperativo practico-moral de pensar ideales teológicos en relación a su encarnación institucional, todo el tema del proyecto histórico. Nuevamente nos vemos obligados a ir más allá de cómo generalmente se entiendo el trabajo del teólogo e incursionar en otros ámbitos, especialmente la política comparada y el derecho. Finalmente, una interpretación metafísica de la modernidad como idólatra (en vez de secular). De esa interpretación surge la crítica a la idolatría en la economía, el neoliberalismo, etc. Otra vez vemos que un elemento central de la TL nos lleva a otros ámbitos del saber y de la acción humana.
Siento como muy natural la transición del trabajo más académico al trabajo más práctico y político. La TL te obliga a incursionar en la economía, la ciencia política y la sociología como herramientas necesarias para su desarrollo. De ahí, el paso a preocuparte por, y querer influir en, las políticas públicas de tu país es apenas un paso.
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