El Rev. Fernando Frontán trabaja actualmente como Capellán en la Comunidad Terapéutica Bethania (una comunidad de recuperación de adictos a las drogas), pero lleva más de 20 años luchando por la causa de los derechos de la diversidad sexual en Uruguay. Un país que hace sólo unos días aprobó la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo.
Comunicador, periodista, panelista en diferentes programas de televisión opinando sobre temas vinculados a la cuestión social. Fue pastor en Casa de Luz ICM (Monterrey, México) donde trabajó temas similares, incorporando a ellos las problemáticas del VIH/SIDA, y la infancia, por el que recibió el reconocimiento de “Promotor de la Paz” otorgado por la UNESCO.
A pesar de que en esta última semana ha vivido un ritmo frenético para atender a diferentes medios de comunicación, desde el primer momento accedió gustosamente a realizar esta entrevista para el blog Homoprotestantes, algo que le agradecemos sinceramente.
Llevas trabajando más de veinte años en Uruguay por el reconocimiento de los derechos de las personas lgtb, un país que acaba de aprobar el matrimonio igualitario. Supongo que esto produce satisfacción, tanto por el trabajo realizado, como por lo que esa ley significa para la vida de muchas personas.
Hace unos días atrás, recordaba aquel memorable sermón del Rev. Martin Luther King apoyado en la frase: “Yo Tengo un Sueño”, por el cual -el incansable luchador por los derechos afroamericanos- conmovió a miles y miles de seguidores por la causa de la integración en los EEUU. No pude dejar de emocionarme porque cuando tomé la decisión de hacerme visible como gay y cristiano (allá por los primeros años de los 90) me apoyé en ese discurso para tomar fuerzas y valor, para vencer mis miedos, mis prejuicios… para atravesar aquella pesada cruz del estigma anti-homosexual que existía en mi país, con el espíritu del resucitado. Y en verdad, cada vez que escuchaba palabras de rechazo, o de odio, o de desprecio, cada vez que sentía la risa burlona o los descalificativos, o ese dedo acusador apuntando sobre mis pares gays, lesbianas, personas trans o sobre mí… Me decía: “Yo tengo un sueño” el sueño de un país más democrático, más respetuoso, más igualitario, más incluyente… Y ese sueño le llevó a realizar “locuras para la esperanza” (como canta Silvio Rodríguez). El rev. King no pudo ver su sueño realizado, pero Dios me ha bendecido permitiéndome verlo a mí y es una profunda alegría, inexplicable, pero muy honda. La ley de Matrimonio Igualitario, es un gran paso que ha dado mi país, histórico paso y hoy podemos decir que las y los uruguayos somos más iguales ante la ley.
¿Cuáles han sido los problemas más importantes a los que os habéis tenido que enfrentar hasta la aprobación de esta ley?¿quiénes han mostrado una mayor oposición?
Hace mucho tiempo adopté un lema como rector en muchos de mis análisis personales: “el único problema que tengo soy yo”; los demás no son un problema, la sociedad no es un problema, la alteridad no es el problema; por tanto si “yo soy mi único problema”, en mí están las llaves de las soluciones. Yo creo que gran parte del éxito del activismo uruguayo ha sido este, no ha visto problemas en sus adversarios, sino que el gran desafío ha sido superarnos en creatividad, agudeza, compromiso con los DDHH que también son nuestros derechos… y estos valores nos han devuelto la precisión y el éxito en nuestras campañas de transformación de la sociedad.
Creo, mirando en perspectiva y hacia atrás, que los grandes opositores de la emancipación de nuestro colectivo, hemos sido nosotros mismos, y no quiero con esto omitir, ni eludir, ni absolver la cantidad de instituciones, personas y grupos de poder que han ejercido presión para que sus intereses no se vieran afectados por la inclusión de nuestros derechos, claro que no. Ahí están las múltiples y diversas manifestaciones del fundamentalismo religioso cristiano –tanto católico, como protestante, básicamente esa corriente “neo-pentecostalista” (que tanto daño han hecho a la humanidad), o la derecha política y moralista de nuestro país poniendo piedras en el camino para que no avanzáramos, pero lo que afirmo es que no ha sido lo determinante. Simplemente quiero decir que si hemos tenido logros en el Uruguay para el beneficio de la comunidad de Diversidad Sexual, eso ha sido básicamente posible porque hemos derribado las barreras del miedo, de la auto-discriminación y hemos dado pie a los sueños por sobre la realidad adversa.
En la anécdota de este último mojón, la derecha conservadora ha sido la resistencia más notoria, pero no ha podido vencer, con su odio: “lo políticamente correcto”, que se ha instalado en el Uruguay como fruto de una visibilidad GLBTTI, llena de orgullo y dignidad. Y como hoy no suena bien negar derechos a las personas sexualmente diversas, estas personas han quedado “maniatadas” en sus propios discursos demagógicos.
Imagino que también habéis tenido aliados inesperados, tanto de la sociedad en general, como dentro de las iglesias.
Desde 2006 en adelante, el Movimiento de Diversidad Sexual en el Uruguay ha sabido abrir su causa a muchas realidades muy diversas y ha sido incluyente en su agenda de las causas de otros movimientos (mujeres, jóvenes, migrantes, estudiantes, trabajadores, afro-descendientes, etc.) esto ha permitido instalar la agenda de Diversidad Sexual en muchos espacios de la sociedad civil organizada y ha logrado quebrar esas distancias de los colectivos encerrados en lo propio de sus intereses. Curiosamente esta estrategia, en la manera de hacer política ciudadana, ha permitido que la “Marcha de la Diversidad Sexual”, pasara de ser un espacio de expresión de las personas GLTTIB, a ser un espacio de expresión de todas y todos aquellos uruguayos que elegimos vivir en una sociedad que reconoce, valora, incluye, respeta y promueve la diversidad humana más allá de la diversidad sexual. En números significativos pasamos de una marcha de 1000 asistentes a una de 25000 participantes activos que sienten suya la causa que, finalmente, es de todos y de todas: la igualdad en la diversidad. Este cambio sustancial ha permitido hacer alianzas con Gremios Universitarios y de Trabajadores, ONG de mujeres, discapacidad, colectivos afros, algunas iglesias progresistas.
En unas declaraciones que hiciste en Radio Reflejos de Venezuela afirmabas que “las familias” han sido tu motivación y tu gozo. ¿Qué ha sido lo más difícil y lo más enriquecedor en tu labor de orientación a padres y madres de gays y lesbianas?
Lo más difícil ha sido convencer a mis pares de que ser gay, o lesbiana, o trans, o… no es una enfermedad, no es un delito, no es un pecado. Mi amigo, el Rev. Roberto González (pastor argentino) decía: “Cuando la homosexualidad era un problema para mí, era un problema terrible. Cuando lo acepté, el problema fue de los otros”. Creo que lo difícil siempre ha estado en ubicarnos en el lugar correcto, ese lugar de “hijo de Dios”. Cuando lo logramos, todo lo que viene es el amor y la dignidad que permiten a los otros ver la verdad, donde no imaginaban encontrarla. El hecho de ser nos hace dignos, pero decidir ser quienes somos nos hace libres, y da la oportunidad de libertad y dignidad a los demás.
Lo más emocionante y gratificante fue ver, en un encuentro de familias, como un padre abrazaba a su hijo gay y delante de todos le pedía perdón por los años en los que lo hizo sufrir a causa de su “propia vergüenza”, “su miedo al rechazo por tener un hijo gay”… Fue realmente estremecedor.
En el caso de familias cristianas, ¿te has encontrado con alguna diferencia, respecto a otras familias que no lo son, a la hora de aceptar que uno de sus miembros sea homosexual o transexual?
Sí, claro. Las familias cristianas estamos más contaminadas por el discurso jerárquico y moralista que surge de la doctrina y no del Evangelio Liberador. Ese discurso tóxico es tan nocivo y poderoso, que suele nublar la gracia del amor y la aceptación. Pero cuando sembramos más amor en nuestras relaciones y muchas veces, lo único que podemos hacer, es confiar en Dios cuando no podemos convencer con nuestras razones a la familia; es el momento de entregarlos al misterio de su gracias, “soltar las riendas” y dedicarnos a vivir nuestra vida en la fe que sí tenemos en el Amor Incondicional que nos inspira Dios y el testimonio cristiano.
Igualmente es una diferencia sutil, porque cuando en cualquier familia falta esa chispa del amor incondicional, el laberinto de la homofobia hace estragos en las relaciones familiares.
Supongo que poco a poco se van haciendo más visibles también en Urugay las familias de dos hombres o dos mujeres que han decidido tener hijos. ¿Crees que aportan algo a la visión tradicional de la familia y los roles de género que se dan dentro de ella?¿O tienden a imitar lo que ya existe?
Creo que basta con la visibilidad autentica de ser quienes somos, como somos y como nos identificamos. Luego eso trae muchas y muy variadas combinaciones, pero una vez más como dice el Rev. Gonzales, cuando el problema no está en mí, ese problema es de los otros.
Las familias están saliendo a la luz de sus refugios y eso es comprensible, porque cuidan a sus “críos” con celo atávico, como lo haría cualquier progenitor. Porque entre paternidad/maternidad y capacidad progenitora hay mucha diferencia. Y las familias homo-parentales han puesto el centro de la cuestión donde debe estar: en los vínculos, en la responsabilidad materno/paternal y no en la capacidad biológica de reproducción.
Eres pastor de una iglesia inclusiva, sin embargo muchos gays y lesbianas forman parte de comunidades que no lo son e intentan transformarlas. ¿Cuál crees tú que es el punto en el que esta labor no tiene ya sentido? Es decir, ¿cómo distinguir el momento en el que más que transformarla, estamos colaborando con una institución homófoba?
Siempre he creído que cada uno debe estar donde siente, donde cree que el Espíritu lo mueve a estar. La obra de Dios trasciende nuestras agendas y el control que pretendemos hacer de ellas; simplemente porque Dios es Dios y en su misterio conoce la verdad; y nosotros somos simples y necesitados de su gracia para descubrir y seguir su voluntad.
Creo que cuando pretendemos y hacemos de nuestra lucha cambiar las viejas instituciones es como “ir a la ferretería a buscar pan”. Si quieres pan, ve a la panadería. Uno distingue que está en el lugar correcto, haciendo lo correcto cuando descubre que lo que hace no es para cambiar a otros sino para vivir mejor en Dios. Si vivir mejor en Dios te pone en una iglesia tradicional, conservadora y estas bien… pues quédate allí y deja que el Espíritu guie tu vida. Pero si por el contario sientes todo lo contrario, busca por sobre todo el Amor de Dios que siempre se expresa en el amor de tus hermanos.
Has vivido en carne propia la experiencia de discriminación, pero también de lucha por la dignidad y los derechos de las personas lgtb. ¿A qué, y cómo pueden contribuir dichas experiencias dentro de una comunidad cristiana?
La verdad, no lo sé. Simplemente sé que Dios me llama desde su amor y esa experiencia no necesito demostrarla a nadie. Luego, vivo conforme a ese llamado intentando seguir las huellas de Jesús. Como decía un gran director espiritual que tuve, el padre Daniel Agacino: “Nadie sabe cuál es la voluntad de Dios, pero que en el camino vayas creciendo en amor, en fe y en esperanza” y creo que así es. El milagro de nuestra fe esta en testificar de lo que ha sucedido en nuestras vidas, jamás en provocar, ni controlar, ni contabilizar conversiones de otro. Yo esa preocupación ya la saqué de mi agenda. Tan sólo asumo el camino, mi camino y claro que me gusta caminar con personas a mi lado para sentir su amor y expresarles el mío.
Y en la otra dirección, ¿qué puede aportar la fe y las iglesias a las personas lgtb y a sus familias? Supongo que eres consciente de que muchas personas lgtb perciben al cristianismo como un enemigo.
Cuando la fe hace algo en ti, lo demás, lo que suceda en, derredor tuyo es la obra y el misterio del Espíritu en los demás. Creo que si los cristianos nos concentráramos mucho más en vivir nuestra fe en vez de adoctrinar personas seríamos más efectivos y estorbaríamos menos para que la “gran comisión” se cumpliera como Jesús nos lo pidió.
Para terminar, y dándote las gracias por haber accedido a responder a nuestras preguntas, ¿Cuáles son tus retos del futuro? ¿Dónde, y cómo, crees que se debe seguir incidiendo para seguir construyendo unas sociedades y unas iglesias más justas con todos?
¿Mis retos? Mmmm: amar. Dejarme enamorar y amar a otro. Pido a Dios que me permita tener esa oportunidad de construir junto a otra persona un familia, sencilla, doméstica, donde se amase el pan para la mesa y se celebre la vida y el reto de estar juntos.
¿Sobre lo que creo que es o debieran ser mis retos? Pues cada vez que he pensado en ello he realizado lisa y llanamente “cagadas”. Por tanto con total conciencia e impotencia te respondo, querido amigo, que, ¡¡aquí estoy!! para lo que Dios vaya presentando en mi vida. Como dijera San Ignacio de Loyola (a quien sigo en su espiritualidad): “en todo amar y servir”, y no más.
Quiero agradecerte a ti y a todo este espacio de comunidad virtual, por la oportunidad de compartir este tiempo de reflexión compartida.
Gracias a ti, Fernando.
Entrevista realizada por Carlos Osma
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