Tiempos de preocupación
Son tiempos de preocupación, de cuidado, de autocuidado y de cocuidado. La irrupción del virus COVID-19, llamado popularmente como el “coronavirus”, nos afecta a todos de alguna u otra manera. Es interesante la palabra “afectación”, la cual indica que algo nos impacta, nos importa, nos concierne. El virus en expansión nos afecta, nos daña, nos recuerda cuan vulnerables somos. El filósofo Karl Jasper habla de las “situaciones límites”, es decir, de todas aquellas cosas que hacen que el ser humano recuerde su precariedad y vulnerabilidad: la enfermedad, el dolor, el fracaso, la muerte. A partir de esto, me surge la pregunta de cómo pensar una espiritualidad en tiempos de contagio. ¿Qué le dice la experiencia espiritual al contagio y qué nos aporta el contagio a nuestra comprensión de la espiritualidad? Son algunas de las cosas que buscamos ofrecer en esta columna.
La espiritualidad es una búsqueda humana
El psiquiatra chileno Sergio Canals en su obra “El poder de la caricia” define la espiritualidad como una actitud de búsqueda propia del ser humano que se enfrenta a la realidad. Jasper, por su parte, vincula las situaciones límites con estas búsquedas más profundas y comenta que la razón técnica, las búsquedas del progreso económico, social, político, cuantitativo, han “privado” al ser humano de esta dimensión más profunda que es la espiritualidad. Pero, y aquí aparece algo interesante, a saber que esta misma época actual nos ha demostrado que las lógicas de exceso de acumulación, del culto al dios dinero o de las tentaciones del poder no son para nada eficaces al momento de enfrentarnos a un virus. Insistimos con lo que anteriormente decíamos: el virus nos recuerda – como un fantasma de Dickens – que somos vulnerables, que nos enfermamos, que estamos en situaciones de precariedad. Pienso también que estos días de cuarentena, del no poder salir de las casas, de no tener las rutinas diarias normales nos recuerdan que hay muchas personas que viven todo el año precariamente. Quizás este tiempo también es una invitación a entender que la espiritualidad en semanas de crisis sanitaria es un recuerdo de que somos polvo, de que somos frágiles (Cf. Gn 3).
¿Qué formas de espiritualidad tenemos y que nos pueden ayudar estos días de cuarentena y durante toda la vida? La oración, la meditación, la contemplación amorosa, el silencio y la quietud, la práctica de la serenidad, la soledad, el compartir con la familia dentro de la casa, la capacidad de asombrarnos, la reflexión ante lo pequeño, la acogida bondadosa del otro, el cuidado, el autocuidado y el cocuidado. Con estas propuestas, nos damos cuenta de que la espiritualidad es una vuelta al origen, a la matriz, al hogar. Curiosamente la invitación de estos días es QUÉDATE EN TU CASA, lo cual puede entenderse como la recuperación de la espiritualidad y del origen. El filósofo chileno Humberto Giannini dice que en la casa y nuestro estar en ella es una disposición espiritual que cuando entramos a ella volvemos a la seguridad del útero materno. La casa es un espacio protegido, en donde encontramos el cuidado ante la crisis. La casa manifiesta un sentido de responsabilidad para con los nuestros. Si yo me cuido puedo cuidar a los otros y así nos cuidamos entre todos. Esto ya es espiritualidad
De algún modo la peste nos empuja a volver al origen, a encontrarnos con el otro y a practicar una actividad tan básica como es el conversar. El mismo Giannini define la conversación como un tipo de acogida, como un modo de ser hospitalarios. En la conversación somos seres auténticamente humanos: ¿cómo estás? ¿cómo te sientes? ¿qué piensas? ¿qué sueñas? ¿qué esperas? ¿qué necesitas? ¿qué temes? Con la espiritualidad de la casa, de la conversación y en medio de la época del contagio recuperemos la humanidad, esa humanidad que está amenazada y que comienza a ser consciente de su precariedad.
Espiritualidad de la casa
La espiritualidad de los tiempos de contagio es una espiritualidad de la casa, de la conversación, de la humanidad amenazada. Con ello volvemos con Canals: “se funda una ética de la responsabilidad para conmigo y los otros como una comunidad de personas, infinita y sagrada”. Ofrezcamos finalmente algunas características de esta espiritualidad que hemos tratado de reseñar:
- Hoy es el tiempo en donde separarnos es la manera más amorosa de estar juntos.
- En donde quedarme en casa va manifestando el sentido común, que es el menos común de los sentidos.
- En donde el cuidarnos, el co-cuidarnos, el co-cuidado refleja nuestra responsabilidad ciudadana y trascendente.
- En donde hoy es la hora de sumar.
- Empatía y responsabilidad aparecen como fundamentos de nuestra espiritualidad.
Con ello hemos visto que la espiritualidad no se reduce a una cuestión meramente religiosa o confesional, sino que ella es una forma auténtica de ser auténticos seres humanos.