Posted On 28/10/2022 By In Ética, Opinión, portada With 822 Views

«Evité decirles, —verás, saldrás de esta—»

A lo largo de mi vida he visto a seres queridos sumidos en una enfermedad que les encaminaba al final de su existencia. Recientemente he visto como personas amadas, después de luchar con la enfermedad, se las llevaba la parca. En esas circunstancias que ellas vivían jamás se me ocurrió hablarles de que su situación estaba vinculada a la voluntad del Dios en el que creo. También evité decirles, intuyendo un final próximo, “verás, saldrás de ésta”. Por muchos textos bíblicos que se me aduzcan, mi conciencia no me permitiría involucrar a Dios con un sufrimiento insufrible, o poner en mis labios palabras que les indujeran a una falsa esperanza.
Creo que debemos asumir, y no simplemente porque no nos quede otra, la enfermedad y la muerte como parte de la vida, de esta vida. El consuelo, al menos así lo vivo en mi experiencia personal, surge de la certeza de que el Señor, y mis hermanos y hermanas, me acompañan sufriendo conmigo, de la certeza que me concede la fe de que la muerte no tiene la última palabra (la última palabra la tiene la vida, la resurrección) y de la oración que expresa con toda crudeza y libertad el sentir del que lo ignora todo, y no soporta por más tiempo tanto sufrimiento. Por ello, y a pesar de todo, creo en esperanza contra toda esperanza: hay vida después del sufrimiento y la muerte, y es una vida mejor. Una vida que consiste en entrar al otro mundo posible plenamente realizado: sin dolor, sin lágrimas y sin muerte.
Soli Deo Gloria
Ignacio Simal Camps
Mis redes

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