Con el título de este artículo podemos pensar en mil cosas diferentes. A algunos, les vendrá a la mente la orden Jedi y su extraña religión espacial, según la saga de películas de Starwars. Otros pensarán en los excéntricos buscadores de ovnis, aquellos que exploran montañas solitarias o explanadas desérticas para vislumbrar el cielo y contactar telepáticamente con supuestos seres extraterrestres que salvarán la Tierra de la autodestrucción. Habrá quienes recuerden también la serie de documentales Ancient Aliens, con las rocambolescas teorías sobre los mitos religiosos de la antigüedad que tantos memes de Internet han originado. En fin, que el título da para mucho según la imaginación de cada cual. Eso sí, ruego al lector o lectora que si siente curiosidad por seguir leyendo este artículo de divertimento, que por favor lo haga con atención, pues no estoy interesado en que se me relacione con aquello con lo que no comulgo. No sería la primera vez que se toma un artículo de esta página para acusar al autor o autora de algo que no dice (¡o hasta de lo contrario de lo que dice!).
No tengo interés en hablar de ningún tipo de pseudociencia ni de pseudoteología. Sé que muchos están abrazando teorías, a veces impregnadas de hipótesis conspiranoicas, sobre extraterrestres que nos visitaron en el pasado, que configuraron nuestras civilizaciones y cosas así. Este tipo de ideas, bastante comunes entre los apasionados de los misterios, tratan de fundamentarse principalmente en el inicio del capítulo 6 de Génesis de la mano del conjunto de libros pseudoepigráficos que conforman 1Henoc; pero por supuesto, hay otros textos bíblicos que también se toman para argumentar la presencia de ovnis o visitantes interplanetarios en los tiempos bíblicos (por ejemplo el prólogo de Ezequiel, la columna de nube y fuego de Éxodo, y otros tantos).[1]
Siguiendo esa línea de conjeturas, la asociación de los conceptos «ángeles» y «estrellas» como palabras sinónimas, que en la Biblia no suele estar tan clara, en los libros apocalípticos peritestamentarios se hace más evidente. La katábasis (caída angelical) suele aparecer en la literatura apocalíptica presentada como un fenómeno de estrellas fugaces o caída de meteoritos. Los lectores poco familiarizados con el lenguaje simbólico de la apocalíptica corren el riesgo de vincular a esta idea de estrellas y ángeles, una nueva, la de los extraterrestres procedentes de otros planetas. Si bien al pronto la idea de relacionar extraterrestres con ángeles parece lógica, en realidad es pedir al lenguaje simbólico más de lo que en realidad dice y traicionar lo que estaba en la mente de aquellos autores. No hay seres de otras galaxias en la Biblia.
Tampoco faltan los creyentes cristianos que consideran que los ovnis, los extraterrestres y todo eso son meramente criaturas demoníacas que para engañar se nos presentan como seres del espacio. Por lo que he podido ver, esta sería una explicación muy común entre evangélicos de habla hispana, así que entiendo que muchos lectores potenciales de este artículo adoptarán esta postura. Sin embargo, aquí no vamos a barajar esa idea que es más propia de la demonología popular, pues no entra en el campo de reflexión teológica que vamos a presentar. Ruego no se molesten.
Dicho esto, sin más preámbulo, quisiera entrar ya en materia, aunque quiero volver a advertir que aquí no trataré de ufología y religión. A ver cómo me libro luego de la etiqueta de friki en estos tiempos que la comprensión lectora anda cada vez más relajada. La teóloga protestante Anna Marie Reijnen, como miembro del Center of Theological Inquiry (Princeton) ha formado parte del Equipo de Investigación sobre las Implicaciones Sociales de la Astrobiología que promueve la NASA y la John Templeton Foundation. En su visita a España para el Aula Abierta de la Facultad de Teología SEUT el 29 de abril de 2017, nos dejó ante las incógnitas que plantean las cosmologías contemporáneas. Su conferencia llevaba por título ¿Era pequeño el mundo de Lutero? Cosmología en 1517 y 2017: problemas y misterios. En ella nos hacía una comparación de la cosmología y cosmovisión de hace 500 años con la que tenemos actualmente, y no sé si de manera intencional, nos abría la puerta al planteamiento de otras posibilidades de vida en todo un universo por descubrir.[2] Por supuesto, hoy tenemos una comprensión del universo mucho mayor que en los siglos pasados, y como el mundo del cine evidencia, nos gusta soñar con la posibilidad de otros mundos en el espacio exterior. Unos años antes, el catedrático de Paleobiología Evolutiva de la Universidad de Cambridge Simon Conway Morris, en la VI Conferencia Fliedner de Ciencia y Fe (amparada por la Facultad de Teología SEUT con el apoyo de la Universidad Pontificia de Comillas), trató el interesantísimo fenómeno de la convergencia en la evolución, dando algunos guiños a las implicaciones de la historia evolutiva para la búsqueda de vida extraterrestre. Aquella VI conferencia del Centro Ciencia y Fe llevaba por título ¿Es la humanidad el destino inevitable de la evolución? Entre científicos y filósofos creyentes, como también entre teólogos, el tema parece estar cada vez más presente (aunque no siempre de manera directa). En su libro Religions and Extraterrestrial Life, David A. Weintraud realizó una investigación sobre la perspectiva de las diversas religiones ante la hipótesis extraterrestre. Según su estudio, el 32% de los cristianos de EEUU creen en la existencia de vida inteligente en otros lugares del espacio exterior (su estudio adjunta el porcentaje pormenorizado según varias denominaciones cristianas).
En mi caso, siendo más joven pensaba que si hubiese vida inteligente en otros planetas supondría una amenaza para la fe cristiana. Tardé en darme cuenta de que no es así, aunque puedo entender a quienes todavía lo piensen de ese modo. Curiosamente, el teólogo Ted Peters indica en el sexto capítulo de su libro Science, teología, and ethics, que tanto en la patrística como en la Edad Media, los teólogos ya se estaban preguntando sobre la posibilidad de que Dios hubiese creado otros mundos. Posteriormente, sin ningún tipo de problema, en el siglo XVIII también se planteaba el tema. El teólogo anglicano William Derham publicó Astro-theology en 1714 donde exponía la grandeza del Creador y lo incomprensible que para nosotros pueden resultar sus planes para el universo. En el siglo siguiente, en el año 1884, el teólogo católico alemán Joseph Pohle publicó Die Sternenwelten und ihre Bewohner, donde trazaba la posibilidad de la existencia de diversos mundos habitados inteligentemente en el cosmos, dispuestos como parte de una gran Creación para la gloria de Dios.
Ahora bien, ¿Qué ocurriría si hubiese vida inteligente en otros planetas? ¿Qué lugar tendría la fe cristiana? ¿Cómo sería la redención para ellos? ¿La necesitarían? ¿Si tuviésemos un encuentro con ellos habríamos de evangelizarlos o sería colonialismo religioso? ¿Se habría encarnado el Logos como un habitante más de su mundo? ¿Fue únicamente el Logos encarnado en Jesucristo quien, aquí en la Tierra, vence para todo el universo (o multiuniversos) la alienación de la existencia a la que estamos sujetos? ¿Cómo se interpretaría el señorío de Jesucristo?
A preguntas como estas, hiladas meramente en conjeturas, trata de dar respuesta la exoteología. A muchos le sorprenderá que uno de los primeros en abordar este tipo de interrogantes fue C. S. Lewis en la década de 1950. Lewis, en un artículo en el Heraldo Cristiano planteó que, o bien Dios podría idear un plan de salvación diferente en cada planeta habitado, o bien el Logos podía encarnarse en otros mundos (tal y como él mismo había propuesto en aquella misma década con Aslan en su novelas juveniles de Las crónicas de Narnia). Por su parte, Paul Tillich planteó algo bastante parecido.[3] El teólogo español Eloy Bueno de la Fuente, doctorado en Misionología, publicó uno de los pocos artículos que tenemos en nuestra lengua al respecto: Y si hubiera vida inteligente en otros planetas, ¿cuáles serían sus posibilidades de salvación?[4] También en la lengua de Cervantes contamos con una traducción del artículo Vida extraterrestre de Giuseppe Tanzella-Nitti en el Diccionario Interdisciplinar Austral especializado en Ciencia, Filosofía y Teología. Hay que decir, que en artículos relacionados con la misionología, me he topado ocasionalmente con el dilema de la inculturación, el colonialismo y la evangelización en estos hipotéticos casos, aunque a veces como comparativa a las misiones en aquellos lugares remotos donde aún no ha llegado el evangelio en nuestro propio planeta.
Hay que subrayar que este tipo de hipótesis deben separarse por completo de los planteamientos de las contemporáneas religiones de ovnis y espiritualidades contactistas, como también del tipo de estudios que algunos ufólogos han venido haciendo en torno a la religión (como el exjesuita Salvador Freixedo). La exoteología atiende a otros dilemas. Por ello creo conveniente hacer una radicalísima distinción entre este segundo tipo de libros de lo que debería ser propiamente exoteología. Sin embargo, este campo de especulaciones es un nido para albergar todo un mundo de frikismos y pseudociencias como he podido comprobar mientras escribía el artículo. Mi pronóstico es que solo encontraremos algunas píldoras sueltas de modo indirecto en las obras de algunos/as teológos/as, filósofos/as o científicos/as creyentes y pocos libros serios sobre el tema, al menos en castellano. Por ello mismo, quisiera invitar a quienes leen estas líneas a dejar algún comentario compartiendo los títulos de libros, artículos o autores que conozcan que hayan abordado este asunto de una manera medianamente seria. Quizá así podamos abonar el camino a algún osado estudiante o investigador que quieran tratar este tema tan aventuradamente infrecuente. Únicamente rogaría, pare ceñirnos al tema, que no se compartan títulos de libros de temática ufológica-religiosa, ni de espiritualidades de contacto, ni de la teoría de los antiguos astronautas, ni de supuestos ovnis o extraterrestres angelicales en la Biblia,[5] tan solo títulos de obras académicas. Será interesante conocer qué se opina al respecto y que materiales de cierto rigor existen en castellano.
Un afectuoso saludo vulcano.
[1] Basta con darle un vistazo al conocido libro J. J. BENÍTEZ; El ovni de Belén (Barcelona: Planeta DeAgostini, 2001).
[2] Juan XXIII expresó una vez: «Cuan pequeño sería Dios si después de haber creado este inmenso Universo poblara en él únicamente al diminuto planeta Tierra. Ese no es el Dios que yo conozco».
[3] Cf. D. WILKINSON; Science, Religion, and the Search for Extraterrestial Intelligence, 1ed. (Oxford: Oxford University Press, 2013) p.156.
[4] E. BUENO DE LA FUENTE; Y si hubiera vida inteligente en otros planetas, ¿cuáles serían sus posibilidades de salvación? Burgense: Collectanea Scientifica, Vol 55, Nº 1, 2014. Pp.207-228.
[5] Concuerdo con un teólogo tan conservador como el misionero pentecostal Pablo Hoff en que se tratan de concepciones populares contemporáneas que, por la lectura anacrónica que proyectan sobre los textos bíblicos, son erróneas. Cf. P. HOFF; Teología Evangélica. Tomo 1/Tomo 2 unidos en uno (Miami: Vida, 2005) pp.390-391.