“Alejad de mí el ruido de los cánticos; me molesta la melodía de vuestras arpas. Que fluya el derecho como agua y la justicia como un río inagotable” (Amós 5:23-24 BTI)
Somos expertos en apaciguar el alma. Nos encanta una liturgia bien elaborada que logre asombrarnos con la experiencia de lo trascendente. Nos seduce la buena música en nuestros cultos. Música que nos traslade a otra esfera, y por un momento nos haga olvidar nuestro penar. Deseamos «escapar» de la realidad, y si puede ser acompañados, mucho mejor.
Sin embargo, todo ello, desligado del compromiso con el derecho y la justicia de nuestro mundo pondrá de manifiesto nuestra falta de amor a Dios, nuestro Señor, y a nuestro prójimo. Y si falta el amor, de nada sirven las experiencias que propicien nuestras celebraciones (1 Cor. 13:1ss). Son puras interferencias en el compromiso con la vida conforme a los valores del mundo nuevo según Dios. Es más, el profeta Amós, revelará el sentir del Dios de Jesús de Nazaret: El Señor considera ruido nuestros cánticos aunque suenen como un coro de ángeles, y le molesta escuchar la melodía de nuestros instrumentos aunque se asemejen a música celestial cuando están desligados de la opción por la justicia.
Evidentemente, una cosa no quita la otra. Pero nuestro máximo interés, lo que realmente debe mover nuestras existencias, dándoles sentido, es nuestra lucha militante para lograr que el derecho y la justicia fluyan como un río inagotable en medio de nuestra aldea global. Me parece oír el eco de unas palabras de Jesús: «esto último deberíais hacer, aunque sin dejar de cumplir también lo otro» (Mt. 23:23).
Soli Deo Gloria
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