Posted On 13/05/2021 By In portada With 844 Views

Fe, promesa y resistencia a la maquinaria de la ley | Nicolás Panotto

Fe, promesa y resistencia a la maquinaria de la ley

“Si debiéramos cumplir la Ley para conseguir la promesa, la fe ya no tendría sentido y la promesa también se quedaría en nada. Pues la Ley solamente trae condena: Ley y transgresión van juntas” (Rom 4.14-15)

La contraposición entre fe y ley es como la contraposición entre deseo y deber. Deber, no como correspondencia sino como inercia (hacia la vida, hacia el otro). La inflexibilidad del deber hace que la vida inevitablemente se vuelva un mecanismo que se alimenta a sí mismo, lo cual hace de la historia un devenir acumulativo de hechos y pruebas que legitiman su invariabilidad. Medios que justifican fines. Por ello, el deber por el deber se vuelve inmisericorde frente a la falla, a la contingencia, y tiende a la inmediata supresión de lo que omita el automatismo. El tiempo hace que una forma de transforme en mito; y que el mito se vuelva Verdad, no sólo irracional sino, sobre todo, carente de cuerpo, sin afecto, sin piel, sin corazón. Este cúmulo de hábitos mecanizados se convierten en pesadas historias que cargamos biográficamente sobre nuestras espaldas. La densidad de esas historias irrevocables no nos deja lugar a la maniobra, al escape. El riesgo de la eventualidad es tan grande que mejor, hacernos Uno con la Máquina, y soportar el peso de lo Ancestral.

La fe, en cambio, es reconocernos en el devenir de la historia, pero no ya como un mecanismo, como un cúmulo de acontecimientos irrenunciables, sino como un gesto frente a la Promesa, es decir, un salto de confianza, de aventura, que al final, se vuelve un juego, un disfrute, un cúmulo no de hechos sino de posibles estrategias y pasajes. Las vivencias no forman parte de un circuito, sino se transforman en caminos insondables: epopeyas, memorias, vías de escape. El devenir muta en un aprendizaje sin final.

La fe es un deseo que transforma la vida en don pleno (Rom 4.15), donde lo que la alimenta no es la Máquina sino la Promesa: un horizonte que invoca palabras, gestos y pequeños movimientos, a partir de lo que pensamos puede ser, pero aún no es, ni sabremos cómo será. La fe es el deseo que desafía al mismísimo Dios, como una porfía que es “tomada en cuenta” para que la Historia pierda su inercia y cambie de curso (Rom 4.22) Es como que Dios decide entrar en un juego con la humanidad, donde sus apuestas son parte de los acertijos para llegar al tesoro, es decir, la Promesa. Al final, lo Divino y la Promesa se mimetizan, haciéndose prácticamente indistinguibles.

Por eso la fe es sinónimo de plena libertad, de apertura radical al Don, donde el darme al otro ya no es parte de un engranaje automatizado, sino el sello del deseo, de lo que me desafía y desconozco, de lo que me excede, lo que me impulsa a la entrega, así como me abro a la Promesa. Lo que me estimula a responder a la falla, a la falta, a la indignación, como inconsistencias con las cuales acarreamos irremediablemente. La fe, al final, nos hace ser plenamente genuinos en la insistencia y la lucha por esta humanidad, que no cargamos como un fardo en nuestra espalda, sino que tenemos que “ponerle el cuerpo” día a día, con sus bellezas, dolores, injusticias y peripecias.

Nicolás Panotto

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