Posted On 16/03/2013 By In Opinión With 1656 Views

Francisco, la gran paradoja

Sorpresa mundial: tenemos nuevo Papa y es latinoamericano. Esta sola afirmación levantó inmediatamente todo tipo de sentimientos. ¿Por fin llega el cambio tan esperado? ¿La iglesia católica romana optó finalmente por la reforma? Fue interesante ver cómo las circunstancias de esta elección –al menos desde lo que parecía en una primera instancia- despertaron todo tipo de esperanzas, sueños, deseos e imaginarios.

Lamentablemente mi reacción –así como la de muchos y muchas en nuestra tierra argentina (por supuesto, cada quien con sus matices)- distó de ser esperanzadora. Mi respuesta fue inmediata: “la iglesia quiere seguir en la misma de siempre”. Bergoglio nunca fue un personaje de mi agrado, hace ya mucho tiempo. Es un representante más del conservadurismo religioso católico, de cerviz rígida y firme, ligado a actores de la sociedad argentina críticos a toda idea progresista, pero con mucho alcance con la gente. Pero vayamos por parte.

Mucho se ha hablado de su vinculación con la dictadura. Hay quienes tratan de matizar el asunto, apelando –por ejemplo- a una afirmación (en cierta medida sacada de contexto) del Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, quien asevera que no se puede comparar el caso de Bergoglio con la participación más activa que sí tuvieron otros obispos en aquella época. El reconocido teólogo Leonardo Boff también ha opinado en la misma línea. Pero la realidad es que queda aún impune el caso de Orlando Yorio y Francisco Jalic, dos jesuitas que fueron secuestrados por la dictadura militar argentina en 1976, hecho por lo cual se acusa a Bergoglio -en ese momento superior provincial- de haberlos desprotegido, y así facilitado su entrega. También la vinculación con la desaparición de otros/as religiosos/as y la entrega de bebes nacidos en clandestinidad, cuestión que Bergoglio negó rotundamente diciendo que la iglesia lo desconocía, cuando hace poco tiempo atrás salieron a la luz pruebas que afirman totalmente lo contrario.

Ahora, ¿se puede matizar la relación de Bergoglio con la dictadura militar por la comparación con otros casos dentro de la iglesia y su actuación en los ’70? No lo creo. Para hablar de este tema, hay que realizar una mirada más amplia que nos traiga hasta nuestros días. En Argentina, los juicios contra la dictadura se han realizado en los últimos 10 años. ¿Cuál ha sido el posicionamiento de Bergoglio? El oficiado por la institución católica: evasión, silencio y negación. Nunca hubo por parte de la iglesia –donde Bergoglio fue uno de sus principales líderes- un mea culpa o reconocimiento al respecto. Para mí, eso es suficiente vinculación y habla, también, del concepto de derechos humanos del Pontífice.

Luego nos podemos adentrar a otros temas, como su llamado a una “guerra de Dios” cuando se analizaba en Argentina la ley de matrimonio igualitario. “No se trata de una simple cuestión política sino de la pretensión de destruir el plan de Dios”. Afirmación totalitaria, si la hay. Obvio, todo esto en consonancia con la defensa de la “familia” (lo pongo entre comillas porque es una idea muy específica sobre su composición, obviamente) Sí, me podrán decir: ¿esperas otra opinión de los representantes de la iglesia católica al respecto? La verdad que no. Pero no olvidemos este detalle no menor a la hora de hablar de “los aires de reforma” que trae consigo este Papa.

Ahora, también tenemos la otra cara de la moneda. Una persona muy carismática, inteligente, con gran acercamiento y llegada a la gente. Más allá de su conservadurismo, ha sido férreo oponente a sectores de ultra-derecha en el país, llegando a interceder frente a Juan Pablo II para que tome cartas en el asunto. Se lo conoce por su austeridad y por movilizarse en la ciudad a través del transporte público (cosa que, por supuesto, podría ser tomado también como una nota pintoresca de color) Ha realizado grandes campañas en contra de la Trata, congregando grupos militantes y de víctimas en instancias litúrgicas. Su trabajo entre las villas de Buenos Aires es muy reconocido. Es, como se dice, una persona con calle. Se sabe que invita a sus estudiantes a recorrer y trabajar entre los sectores populares. El grupo de “curas villeros” fue, en buena medida, movilizado por él.

(Aunque permítanme aquí otra nota: esto no es, naturalmente, garantía de una conciencia crítica a nivel social o político. Bergoglio es jesuita, pero acunado en una escuela conservadora y tradicional, cuya visión social es sumamente asistencialista. Tengamos cuidado en sobredimensionar este elemento)

Es interesante ver las narrativas de experiencias particulares que surgen en este tiempo. Por un lado, una persona vinculada a los jesuitas me escribió expresándome la gran resistencia que existe en su grupo con Bergoglio y las tensiones que tuvieron con su conservadurismo durante el trabajo en Argentina. Por otro lado, también pude acceder a relatos de personas que compartieron con este religioso momentos de diálogo y cofradía, en donde resaltan su calidez, sensibilidad pastoral y buena persona.

En síntesis, podríamos decir que la persona del Papa Francisco se presenta como una gran paradoja. Los matices y énfasis de esta condición las daremos según nuestro lugar, deseo y opinión. Mirando este breviario, ninguna de las características descritas dista de tener importancia a la hora de vincularlas con su rol papal y la nueva coyuntura que se abre en el Vaticano y la iglesia en general.

La gran pregunta: ¿habrá cambios? Yo creo que sí, pero en temas no sensibles y fundamentales. Creo que Francisco es consciente de la crisis de la iglesia, por lo cual la pertinencia de la institución dependerá de la concreción de cambios urgentes, aunque no serán a nivel estructural o profundo. Se despertarán sensibilidades, y algunos temas olvidados y necesarios volverán a la agenda. Seguramente se harán efectivos “gestos” que aumenten la credibilidad del pueblo creyente (tal como la aparición en la Plaza sin vestiduras ostentosas, pidiendo la bendición de la gente presente)

Algunos/as nos preguntamos si la figura de Francisco será como la de un Juan Pablo II en versión latinoamericana. Tal vez es una declaración fuera de lugar. Pero mucho parece apuntar al hecho de que será un personaje políticamente correcto, con atisbos de flexibilidad y algunos gestos que lleguen al pueblo. Pero más allá de eso, se mantendrá firme en la ortodoxia, abogando por la defensa de la institución, especialmente en tiempos de fuerte crisis como en los días que corren.

Pero sobre todo, me niego a las lecturas reduccionistas que hacen una vinculación directa entre una persona con una posición de liderazgo y una serie de efectos inevitables que cause su presencia o acción en un grupo o institución. No creo que las dinámicas de poder sean lineales o unidireccionales, sino procesos con circulaciones complejas y sorpresivas. La iglesia católica es un espacio sumamente heterogéneo, donde conviven todo tipo de expresiones, voces y prácticas, muchas de ellas articuladas y otras en completa tensión y antagonismo. “Lo católico” no es un campo homogéneo y unificado; por el contrario, es un trazo multicolor difícil de encuadrar.

La asignación de Francisco hay que ubicarla en esta dinámica más amplia, proyectando sus acciones y cambios no sólo desde una mirada unidireccional –lo que él haga desde su investidura- sino también desde cómo el pueblo católico reapropiará y articulará, de las maneras más diversas, los nuevos espacios que se construyan, por más pequeños que sean, a partir de los cambios que desarrolle. Con un poco de esperanza, podríamos decir que, desde aquí, tal vez surjan cambios inesperados, ya que así son las acciones de los sujetos.

Todos y todas tenemos el deseo de que se produzcan cambios. Pero al ver la figura del nuevo Papa, el escenario no parece prometedor más allá de ciertos gestos, que sí, no dejan de ser menores, pero no van a lo profundo de la crisis en la iglesia católica. Crisis –no olvidemos- que tiene efectos más allá del Vaticano y la iglesia católica, proyectándose en la situación social, económica, política y religiosa de personas, grupos y países en otras latitudes. Personalmente, sigo creyendo en el pueblo católico, especialmente en las personas y espacios que abogan por una reforma real. Espero que, en esta nueva coyuntura y desde los posibles (e inevitables) cambios que se den, se aprovechen las brechas que se abran, por más pequeñas que sean, para lograr transformaciones que vayan más allá de lo superficial, y de la misma figura de Francisco.

Nicolás Panotto

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