“Mas allá de la ficción de la realidad, se encuentra la realidad de la ficción”[i]
Decía un pensador que crecer mentalmente implica, por necesidad, crecer en la cantidad de dogmas y convicciones que tenemos[ii]. A medida que el ser humano acumula más y más doctrinas, creando así un cierto sistema religioso o filosófico, se vuelve más humano. Por el contrario, cuando el ser humano se desconecta de los sistemas y expresa escepticismo, retorna a su estado animal e incluso vegetal. Siguiendo esta forma de pensar, las contradicciones de este ‘animal’ llamado Job[iii] encuentran diversas respuestas en labios de tres humanos, sus amigos, con uno añadido al final. Sus respuestas representan la ortodoxia pura y razonable que todos ellos aceptan, un sistema de doctrinas que resuelve dudas y contradicciones, ofreciendo así esperanza y verdad, ofreciendo humanidad[iv]. Escuchemos la manera en que la ortodoxia intenta domesticar las dudas de este ‘animal’.
Ortodoxia como mecanismo
El pilar principal en el que se apoyan los tres amigos de Job está claro y todos coinciden en este punto. En palabras del apóstol Pablo:
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gálatas 6:7 RVR1960)
Esta idea hace acto de presencia una y otra vez en las palabras de los amigos[v] y de ella derivan su opinión acerca de la situación de Job. Es una ley eterna que Dios ha establecido y por medio de la cual reina. Este mecanismo divino refleja no solo la justicia de Dios sino también su bondad. Gracias a esta ley, aquellos que siguen las reglas de Dios encuentran paz y abundancia[vi], son bendecidos con muchos hijos[vii], se ríen ante la destrucción y el hambre[viii], y tienen larga vida[ix]. Por el contrario, aquellos que se rebelan contra Dios no podrán escapar de él[x], habitarán lejos de la seguridad de su morada[xi], no tendrán hijos[xii], vomitarán las riquezas que engulleron[xiii], estarán rodeados de terrores[xiv], y serán devorados por el fuego[xv]. Y Dios es tan bondadoso, según esta idea, que incluso ha puesto en nuestras manos la posibilidad de elegir entre estas dos opciones, de elegir entre la vida y la muerte[xvi].
Esta ley es un reflejo de Dios hasta tal punto que en ella vemos a Dios mismo. Este mecanismo es, por decirlo de alguna forma, la palabra de Dios. Por medio de ella entendemos a Dios, cómo obra a nuestro alrededor, lo que quiere y no quiere de nosotros. En esta ley oímos al mismísimo Dios, y a nuestro alrededor percibimos la obra de sus manos, los efectos de su voluntad. Dios nos ha dejado su palabra, y por medio de ella revela sus deseos, y nos muestra el camino hacia él. No hace falta otra revelación; tenemos ya todo lo que necesitamos. Y si en algún momento nuestra experiencia apunta en dirección contraria a la palabra de Dios, nuestra experiencia ha de ser errónea.
Credenciales
¿De dónde viene la autoridad de dicho mecanismo? Las doctrinas y creencias de las que se compone una cierta ortodoxia no surgen de la nada. Su autoridad proviene, en buena medida, de la tradición en la que han sido recibidas. Como dice Bildad:
“Porque pregunta ahora a las generaciones pasadas, Y disponte para inquirir a los padres de ellas; Pues nosotros somos de ayer, y nada sabemos, Siendo nuestros días sobre la tierra como sombra. ¿No te enseñarán ellos, te hablarán, Y de su corazón sacarán palabras?” (Job 8:8-10 RVR1960)[xvii]
El mecanismo es cierto porque así nos lo han enseñado y así lo hemos aprendido. La tradición nos dice lo que es verdad, nos aporta las lentes a través de las cuales hemos de interpretar lo que vemos a nuestro alrededor, y a través de las cuales hemos de interpretar los textos que leemos. Es por esto por lo que Elifaz puede decir, con total certeza:
“He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; Por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la llaga, y él la vendará; Él hiere, y sus manos curan” (Job 5:17-18 RVR1960)
Elifaz expresa aquí varias ideas tomadas, casi de forma literal, de ciertos textos sagrados[xviii], y no tiene ningún problema para aplicarlas a la situación que atraviesa Job. Pero fijaos en el proceso: la tradición nos aporta un mecanismo y le da legitimidad, el mecanismo determina la forma en la que tanto los textos como nuestra experiencia han de ser interpretados, y a continuación los textos son usados para confirmar la autoridad de dicha forma de pensar. ¿Alguien percibe una cierta circularidad en este proceso?
¡Busca a Dios!
El objetivo principal de este proceso circular es la producción de certeza. Es por esto por lo que Elifaz puede decir, con confianza ciega:
“Esto lo hemos examinado y es verdad. Así que escúchalo y compruébalo tú mismo” (Job 5:27 NVI)
Los tres amigos a una. Lo han investigado y es cierto. No hay duda. Y cualquier evidencia que no encaje con su certeza ha de ser falsa, por definición[xix].
Es desde esta certeza que los tres amigos pueden actuar a modo de evangelistas e invitar a Job a buscar a Dios[xx]. Pero ¿qué quiere decir ‘buscar a Dios’? Si ahora mismo salgo a la calle y le digo a la primera persona que me encuentro que ‘busque a Dios’, seguramente esa persona entenderá algo bastante distinto de lo que yo tengo en mente. Todo dependerá de la narrativa particular de esa persona. Para unos ‘buscar a Dios’ significa llevar a cabo ciertos ritos religiosos. Para otros realizar sacrificios personales. Unos decidirán ir a vivir a un monasterio y otros se irán de misioneros a un país lejano. Las palabras ‘buscar a Dios’ no significan nada fuera de un contexto determinado. Para los amigos, ‘buscar a Dios’ significa aceptar el plan divino que Dios ha revelado y cuya autoridad ha sido establecida de forma incuestionable. Para Job, significa cuestionar dicha revelación y escuchar a su propia experiencia.
Una pregunta que surge de todo esto es: ¿hay ciertas formas de buscar a Dios que son mejores que otras? Creo que en estos tiempos que corren tendemos a pensar que no, que todas las formas son válidas, siempre y cuando seamos sinceros. Pensamos que si somos sinceros Dios ve nuestro corazón y se deja encontrar. Pero sospecho que tanto Job como sus amigos responderían de forma distinta a esta pregunta. Por un lado, los amigos de Job tienen la certeza de que la única forma correcta de buscar a Dios es por medio de la revelación que Dios ha dado, aceptando el plan que ha designado y por medio del cual reina, e interpretando nuestra situación de acuerdo con este plan, alineándonos con él. Job, por otro lado, está convencido de que la mejor forma de buscar a Dios es dejando a un lado la ortodoxia reinante y escuchando su propia experiencia.
¿Quién tiene razón?, ¿es mejor buscar a Dios desde la certeza de la ortodoxia o desde la incoherencia que emana de las dudas y las contradicciones?, ¿es igualmente posible hacerlo desde ambos sitios? Es más, ¿apuntan ambas búsquedas al mismo Dios? Y puestos a preguntar, ¿necesita realmente quien habita en la certeza de la ortodoxia buscar a Dios? Si Dios aparece reflejado de forma perfecta en su ley, en la revelación de su palabra, quien ha encontrado certeza en dicha revelación, ¿por qué habría de buscar a Dios?
El papel de Eliú
Sospecho que cuando los amigos dicen a Job que ‘busque a Dios’, lo que realmente le están pidiendo es que acepte su lugar dentro de este sistema ortodoxo en el que viven, que se conforme con la lógica de dicho sistema y que sea consciente de que no puede hacer nada para cambiarla. Me da la impresión de que este clamor de los amigos procede, en buena medida, del miedo que sienten ante la amenaza que presenta Job. Porque Job, lejos de aceptar la coherencia del sistema, apunta más bien a su incoherencia y, aún más, apunta a Dios mismo como responsable, pidiéndole que hable. Y esto para los amigos es ciertamente una amenaza, porque si bien el Dios del sistema está completamente domesticado, el Dios al que Job llama es una incógnita. ¿Y si decide responder?
Es por esto por lo que los amigos insisten en mantener a Dios dentro del sistema, mantener a Dios domesticado. Y esta es también la función que cumple este joven personaje que aparece por sorpresa en la historia casi al final del libro. El enfoque del discurso de Eliú es ofrecer otra perspectiva, no tan distinta de la ofrecida por los otros tres amigos[xxi], que permita mantener a Dios domesticado. Y la estrategia elegida es sencilla. Para Eliú, Dios es el ‘Gran Educador’[xxii], quien habla y disciplina por medio de los eventos y circunstancias que nos rodean[xxiii]. Los truenos de la tormenta son la voz de Dios[xxiv] y los cielos son quienes cuentan sus maravillas[xxv]. Esta es una forma de entender a Dios que abunda en nuestras iglesias. Tanto es así, que muchos comentaristas interpretan a Eliú como un héroe de la fe, como aquel que da respuestas adecuadas a las preguntas de Job, incluso como aquel que anticipa la respuesta del mismísimo Dios[xxvi].
Pero no es así para el autor de este monólogo. En el texto encontramos suficientes pistas que indican que para el autor de este texto las palabras de Eliú no son otra cosa que las flatulencias típicas de alguien que ha comido demasiado[xxvii]:
“Estoy tan lleno de palabras que ya no puedo contenerme; estoy a punto de estallar, como el vino encerrado en cueros nuevos” (Job 32:18-19 DHH)[xxviii]
Para el autor, mas que alguien que habla por Dios, lo que Eliú hace es mostrar la ridiculez de tal intento.
Podrías ser tú, podría ser yo
Muchos comentaristas consideran el monólogo de Eliú como una adición posterior al texto[xxix]. Esto no es descabellado. Lo que resulta quizá más interesante es la posible función que esta adición cumple en el texto. Según algunos intérpretes, Eliú funciona a modo de representante del lector o lectora, nos representa a ti y a mí, representa los nuevos intentos que los lectores podemos intentar llevar a cabo para justificar (o domesticar) a Dios[xxx].
¿Podría ser esto cierto?, ¿te sientes tú, lectora, identificada con Eliú?, ¿crees que podrías justificar a Dios mejor de lo que lo han intentado hacer estos cuatro?, ¿piensas quizá que la ortodoxia es suficiente, que ofrece respuestas a todas nuestras preguntas, o que al menos nos aporta las herramientas correctas para buscar dichas respuestas? Está claro que en general nos gusta hablar de Dios como misterioso e impredecible, como un Dios que habita fuera de nuestras cajas ortodoxas. ¿Pero es esto algo que creemos realmente? Hay una anécdota que cuenta la historia de un famoso físico que en cierta ocasión recibió la visita de un buen amigo[xxxi]. Al entrar en casa de su amigo, notó que en la pared había una herradura y, sorprendido, le preguntó: ‘¿Cómo es que siendo un hombre de ciencia tienes una herradura en la pared?’. A esto el físico respondió: ‘Tranquilo, yo no creo que las herraduras ahuyenten los malos espíritus. Sin embargo, he oído que funcionan incluso cuando no crees en ello’. He ahí el poder de la ideología.
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[i] S. Zizek, Less Than Nothing: Hegel and the Shadow of Dialectical Materialism
[ii] G.K. Chesterton, Heretics
[iii] Ver el estudio 5 de esta serie
[iv] E.M. Good apunta que, no solo los amigos defienden la ortodoxia reinante, sino que también lo hacen al unísono, con una sola voz, a pesar de tener voces distintas (Irony in the Old Testament)
[v] Elifaz la menciona, por ejemplo, en Job 15:34-35, Bildad en Job 8:20 y Zofar en Job 20:4-5
[vi] Job 5:24
[vii] Job 5:25
[viii] Job 5:22
[ix] Job 5:26
[x] Job 11:20
[xi] Job 18:14
[xii] Job 18:19
[xiii] Job 20:15
[xiv] Job 20:25
[xv] Job 20:26
[xvi] Esta idea aparece a menudo en los textos bíblicos (ver, por ejemplo, Deuteronomio 30:15-20)
[xvii] Ver también, por ejemplo, Job 15:7-10
[xviii] La primera frase proviene de Salmos 94:12, la segunda de Proverbios 3:11, y las otras dos aparecen tanto el Oseas 6:1 como en Deuteronomio 32:39
[xix] C.S. Lewis apunta en su libro, Miracles, que los seres humanos leemos nuestra experiencia a través de las lentes que llevamos puestas
[xx] Elifaz lo hace en Job 5:8 y en Job 22:21-23, Bildad en Job 8:5 y Zofar en Job 11:13
[xxi] D.J.A. Clines, Job 21-37
[xxii] E.M. Good, In Turns of Tempest
[xxiii] Job 33:14-19
[xxiv] Job 37:2-5
[xxv] Job 37:14-20
[xxvi] Ver, por ejemplo, D.J.A. Clines, Job 21-37, para una lista de algunos de estos comentaristas (J.E. Hartley, The Book of Job, es uno de esos ejemplos). S.J. Vicchio, The Book of Job, incluye, entre otros, a San Agustin y a J. Calvino entre los que apoyan esta forma de entender a Eliú
[xxvii] E.M. Good, In Turns of Tempest; R. Alter, The Hebrew Bible: A Translation with Commentary. El monólogo de Eliú nos presenta una imagen cómica, la imagen de un joven impaciente y arrogante que esta lleno de palabras pero que, en lugar de decirlas, repite una y otra vez las mismas palabras sin llegar a decir nada (ver, por ejemplo, Job 32:18-20, 33:1-2, 33:31-33, 36:3-4)
[xxviii] Es una pena que la mayoría de las traducciones españolas se pierdan la broma que hace el autor. En el texto hebreo, Eliú se refiere al ‘aire que presiona su tripa’. La DHH se acerca mucho a este sentido, aunque no use ‘aire’. Sin embargo, al traducir ‘aire’ como ‘espíritu’, la mayoría de las traducciones dan una impresión equivocada de lo que dice el texto. Es irónico que, unos capítulos antes, Elifaz dijera: “¿Proferirá el sabio vana sabiduría, Y llenará su vientre de viento solano?” (Job 15:2 RVR1960). Ahí, la RVR1960 no tiene problemas para usar la palabra ‘viento’
[xxix] R. Alter, The Hebrew Bible: A Translation with Commentary
[xxx] C.A. Newsom, The Book of Job: A Contest of Moral Imaginations
[xxxi] Sea cierta o no, esta es una anécdota que S. Zizek cuenta a menudo acerca del físico N. Bohr