Estamos reunidos esta mañana para celebrar los 90 años de vida de nuestra Obispa emérita, Rda. Amelia Rodríguez de Sosa. Ya en 1994 le rendimos un merecido homenaje aquí mismo, al que fui invitado a predicar. En aquella ocasión prediqué sobre “Las discípulas de Jesús”, cuyo texto apareció publicado en mi libro Alborada de Tiempos Fecundos: una teología ecuménica y pentecostal. El énfasis en aquella oportunidad era destacar el seguimiento a Jesús y la entrega de vida en ese caminar.
En esta ocasión el motivo principal es la celebración de su nonagésimo cumpleaños. Ha llegado Ud. a esta edad honorable, junto a sus 11 hijos, 32 nietos y 42 biznietos. ¡Esto de por sí es una gran hazaña!
El texto que nos ocupa hoy es 2 Co. 8.9-15. Pablo ha insistido en la necesidad de ser agradecidos y agradecidas por la gracia de Dios, mostrándolo en solidaridad concreta en el compartir. En el capítulo 8. 1-2 se resaltan estas afirmaciones tan acertadas:
“Asimismo, hermanos os hacemos saber la gracia de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia, que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad”.
Eso lo hace la abundante gracia de Dios.
Cuando decimos gracias nos recordamos de la gratuidad, lo grato, lo agradable que provoca acción de gracias. Recuérdese que el texto ha ido hilvanando esta idea de suplir a los que más necesitan y en la bendición de compartir. Así es que se puede entender lo abundante que es la gracia de Dios.
Hoy lo hacemos compartiendo esta “fraternura”, como diría nuestro hermano del alma, Hugo Assmann. Es una ocasión llena de fraternidad y ternura. Y hemos de regocijarnos.
Hay tres dimensiones que deseo subrayar en la lectura y análisis del texto bíblico.
En primer lugar, la gracia abunda en lo que compartimos. Por eso es tan agradable este momento de evocación y celebración. Ud. nos comparte la alegría de llegar a estos 90 años de vida y nosotros y nosotras nos unimos gozosos a tan trascendental logro. Nos agrada estar aquí.
En segundo lugar, la gracia abundante produce más gracia. Primero a Dios. Luego a Ud. por tanta bendición compartida con sus hijos e hijas, nietos, biznietos. Y los que nos hemos agregado como hijos adoptivos. Como dijera Juan en su evangelio: “Porque de su plenitud tomamos todos y gracia sobre gracia” (Juan 1.14). La gracia de Dios lo ha dado y lo ha llevado a la plenitud del amor en su gracia.
En tercer lugar, la gracia abundante provoca admiración e inspiración. ¡Es una gran bendición ver aquí a toda esta prole, reunida en torno suyo! Estamos honrando a la madre, abuela, bisabuela, madre espiritual de la Unión Evangélica Pentecostal Venezolana. Usted, Amelia, es madre de la patria venezolana. Su dedicación, esmero y devoción proviene del amor de Dios. En medio de dificultades y vicisitudes Amelia Rodríguez ha triunfado.
La gracia de Dios en Amelia Rodríguez de Sosa, en nosotros y nosotras la hemos compartido en Jesucristo, regalo de Dios a la humanidad. Y ello nos mueve hoy a decir con el apóstol Pablo gracias, gracias, “gracias a Dios por su don inefable”.
Hermana Amelia, que alegría tan contagiosa el estar aquí. Nos regocijamos en esta gran fiesta. Nos veremos en el centenario de su vida fecunda y generosa. Amén.
Carmelo Álvarez
(Sermón predicado en La Piedad, Venezuela – 17 de diciembre de 2011)
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