Posted On 16/07/2013 By In Opinión With 4325 Views

La Comunidad en Búsqueda de la Unidad

Dios dijo: «No es bueno que el hombre este solo…» (Gn.1:27), pero en su mente divina más allá de crear a una mujer, su deseo era formar comunidades. 

Las comunidades suplen muchas de nuestras necesidades fundamentales y debido a ellas podemos realizar nuestras aspiraciones sociales. Incluso, de las agrupaciones se desarrollan las interrelaciones pragmáticas que han dado paso al surgimiento de las familias, los grupos étnicos con sus códigos, sus historias, costumbres y vivencias particulares (David 2008).

Karl Barth, citado por Maston (1981), decía, Dios llama al ser humano a  «encontrarse a sí mismo mediante la afirmación del otro, a conocer el gozo animando al otro y la expresión personal honrando al otro» (p.47).

La expresión acabada de la unidad en búsqueda de comunidad, implica relación y vivencia con  el Creador, con el prójimo y con el mundo. He ahí la importancia de la comunidad cristiana como un  paradigma que refleja la unidad presente en el trino Dios.

Por otro lado, es ilusorio creer que sobre la base de nuestros recursos podamos  reproducir las características de la comunidad espiritual.  La recién inaugurada comunidad en el libro de los Hechos, «tenía todas las cosas en común» (Hch. 2: 44-47).  No obstante, esta hermandad, solidaridad hacia los demás, la armonía para recordar al Señor mediante compartir el pan y otros calificativos de comunión, fueron el resultado de  «haber creído» (en Jesús como el Mesías).  Mientras que desde nuestros corazones pretenciosos y egoístas estamos más inclinados a construir «torres de Babel».

Dietrich Bonhoffer (1996) decía:

Comunión cristiana significa comunión a través de Jesucristo y en Jesucristo. No existe una comunión cristiana que sea más, ni ninguna que sea menos que ésta. Desde el encuentro breve único, hasta la larga convivencia de muchos años (con otros creyentes), la comunión cristiana es solo esto: nos pertenecemos unos a otros únicamente por medio de Jesucristo y en Él (p.4-5).

De las palabras de Bonhoffer se desprenden algunas conclusiones: Primero, la vida en comunidad es una iniciativa divina y Cristo es la cabeza.  Segundo, nos debemos unos a otros y Cristo es nuestro centro. Tercero, las relaciones de hermandad cultivadas en la tierra tienen trascendencia eterna. ¡De aquí a diez mil años continuaremos cultivando la amistad fraterna!

El autor del libro de Hebreos nos recuerda la importancia de buscar la constancia de la unidad por medio de la comunidad: «…estimularnos al amor y a las buenas obras» (Heb.10:24-25). Por cierto, la recomendación del autor, «no dejemos de congregarnos…» en el mismo pasaje, no es una imposición legalista para justificar el activismo eclesiástico que ha venido a sobresaturar las agendas de las comunidades y a fraccionar la armonía y el orden familiar.

Con la llegada de la globalización y el individualismo postmoderno, la comunidad de fe tiene un serio desafío al deconstruir la unidad basada en los métodos, las figuras, los personajes, los números y otros.  ¿Será nuestra carencia de espiritualidad la causante de  buscar la unidad en otras fuentes?

¿De qué sirve contar números como indicador de éxito, cuando cada vez son más frías y escasas las relaciones interpersonales? El peor mal que carcome la unidad es la cantidad de miembros incapaces de identificar amigos o conocidos dentro de las mismas comunidades de base:

-¿Eres nuevo en esta comunidad? ¡Bienvenido!

-No, llevo 5 años asistiendo, pero ¡tampoco te conocía!

Esta historia se repite día a día en nuestras comunidades.

Finalmente, hablar de la unidad y de la comunidad es transportarnos a Juan 17, pasaje considerado por algunos como «la carta magna de la unidad cristiana» (García 2009). En esta oración el Señor intercede por los momentos de agonía y tormento que vendrían, intercede por los suyos y por los que creerían después de su muerte y resurrección, e intercede para que el sentido de unidad pueda ser perfeccionada en sus discípulos.

A más de dos mil años de esta oración intercesora derramada por Jesús, considero que aún estamos en deuda. Pedro Arana, evidenciando el descuido que vivimos decía:  Es el mayor reclamo que los cristianos escuchan y que viene de todos los países, de todas las etnias, de todas las lenguas y de todas las culturas. Toda la tierra habitada demanda una presencia unida de los cristianos para llevarles salvación y no separación; sentido de comunidad y no confusión; dignidad y no distracción.

La razón más importante para que el mundo crea, según las palabras de Jesús, se encuentra en la unidad y la verdad.  Así como el Padre y Jesús son uno, la comunidad de fe tiene que ser testimonio de unidad y esto solo se consigue con el sacrificio y la entrega.

¿Es esto utópico? Ciertamente no, siempre y cuando dicho proyecto sea en Cristo y por Cristo. Sólo así se puede ir perfeccionando nuestro amor de unidad en la comunidad.

Bibliografía

Arana, Pedro. La misión integral en el entramado de gracia (sf), mundo e iglesia.

Bonhoeffer, Dietrich. Vida en comunidad (1966).  Editorial La Aurora: Madrid, Buenos Aires

David, Jeff. El liderazgo cristiano y la comunidad cristiana (2008). Artículo publicado para Prometa: San José, Costa Rica.

Maston, T.B. Ética de la Vida Cristiana (1987) Traducción de Floreal Ureta. Casa Bautista de Publicaciones: El Paso Texas.

García, Juan Pablo. Ecumenismo y espiritualidad (2009) en la obra de don Julián García Hernando, Vida religiosa.

Alexander Cabezas

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