Posted On 19/10/2008 By In Opinión With 2501 Views

La diversidad religiosa: ¿Un camino hacia la laicidad?

Entiendo la laicidad como una propuesta de sociedad en la cual el Estado es aconfesional y los acuerdos de convivencia de una sociedad asumen el pluralismo cultural y religioso como un hecho y también como un horizonte social.

Imagino que coincidimos en considerar el marco democrático, la pluralidad religiosa y cultural, la relatividad de los imaginarios colectivos que se expresan en cada religión o experiencia de fe, y la importancia de unas instituciones laicas o aconfensionales que garanticen esas condiciones sociales. Aquí, me gustaría indicar que todo esto tiene que ver con unas condiciones que están dadas o que se conforman de manera suficiente para que tenga lugar el diálogo, la conversación, y que sea posible el entendimiento mutuo.

Existen tareas pendientes en éste camino: un Estado aconfesional que tenga una práctica más coherente, unas instituciones religiosas menos autocentradas, la libertad para todos y todas, de expresarse y la capacidad de escucharse y aprender mutuamente, en la construcción de unas identidades más bien cosmopolitas, en el sentido que propone el profesor Appiah: desarrollar el hábito de la coexistencia, reconocer el valor de la semejanza así como se reconoce el valor de la diferencia (para dejar de llamar “extranjero” a quien no pertenece a nuestra parcela), en suma, admitir que el cosmopolitismo no es una solución sino una aventura y un ideal al mismo tiempo. (Cosmopolitismo. La ética en un mundo de extraños, Katz, 2007).

Con todo, la diversidad religiosa y la laicidad son una condiciones ligadas a los procesos históricos y la manera como se entiende y se quiere una sociedad en occidente, en Europa en concreto y también aquí entre nosotros. Pero, me parece, éstas condiciones tienen que ver con algo más, con una serie de desafíos que afectan nuestro presente y futuro. Con ello quiero decir que la diversidad religiosa y la laicidad son condiciones en cuanto a otros problemas complejos que tienen que ver con las realidades sociales que vivimos: por ejemplo, los problemas del paro, la inmigración, etc. En mi opinión, las cuestiones de diversidad religiosa y laicidad tienen sentido con relación a problemáticas en las cuales se busca una justicia, una libertad y una paz que todavía son un desafío para todos nosotros.

Posiblemente sea más valioso comenzar a hablar de los modos en que ésta diversidad religiosa y ésta laicidad, una y otra como condiciones sociales (y tareas), pueden operar. Para ello quisiera invitaros a pensar en una situación concreta en la cual vengo pensando en éstos días: la actual crisis económica, que afecta globalmente a los países ricos, trae como resultado el incremento del desempleo y la crisis de la vivienda (en EUA, por ejemplo, es creciente el número de personas que han perdido su vivienda y en España se mantiene el temor de un problema semejante si no se logran soluciones adecudas). Esto nos hace pensar, no solamente en la especulación sobre la construcción de viviendas sino en la transformación del conceptos de propiedad en la sociedades capitalistas: ¿las casas o los pisos son para que la gente viva o son para que gane más y más dinero al considerarse siempre como una inversión? Entiendo que estoy planteando esto de un modo muy simplista, porque el tema de la propiedad y su valoración en el mercado, con sus reglas de libre juego, son algo complejo. Pero son precisamente las situaciones de crisis las que permiten pensar estas situaciones con cierta claridad, como al preguntarnos si la finalidad de las casas es vivir o ganar dinero.

Aquí es donde las experiencias o la reflexión de las diversas expresiones religiosas pueden aportar algo en cuanto que son visiones diversas y expresan una racionalidad diferente respecto a la realidad. Se abren cuestiones interesantes cuando nos preguntamos cómo se tematizan en las diferentes religiones cuestiones fundamentales como el hecho de tener una casa o la actitud con respecto quienes no la tienen. ¿Qué significa tener casa y decidir si se abren las puertas de casa a otros, a quienes vienen de fuera? En otras palabras ¿qué significa la hospitalidad en un mundo de tantas migraciones?

Aquí es donde las expresiones religiosas diversas, siempre y cuando no adopten posiciones de extremo fundamentalismo, pueden aportar al diálogo desde su propio imaginario y su experiencia con lo sagrado. La hospitalidad, para seguir con el ejemplo propuesto, se piensa en los textos judeo cristianos como una tema fundamental, puesto que se parte de experiencia del exilio o la errancia perpetua, en las cuales el deber de hospedar se constituye en la piedra de toque para que un tejido social se sostenga o se rompa en mil pedazos (el relato mítico de Sodoma lo expresa claramente, el terrible relato de Jueces 19 lo problematiza de modo radical).

De la misma manera que hay situaciones extremas de ruptura de lo social (cuando se rompe el deber sagrado de la hospitalidad) los relatos bíblicos tematizan la experiencia cotidiana con respecto a una memoria de inmigrantes o de extranjería: de ese modo, se combaten los efectos de una vida que supone que siempre se han tenido las condiciones de propiedad y comodidad: la ley de Moisés le recuerda a quienes tienen casa y comida que fueron extranjeros y que el pan tiene un carácter de deuda de gratitud. La predicación paulina plantea que la llegada del Mesías en Jesús implica vivir “como si no” (esto ha sido debatido con cierto cuidado por el filósofo Agamben, sobre la dimensión mesiánica de occidente y, para ello, ha tomado los primeros versos de la carta de Pablo a los romanos). Son visiones que pueden ponerse en la conversación cuando nos planteamos cuestiones fundamentales ligadas a tener un sitio para vivir, definir las actitudes y respuestas hacia quienes llegan y no tienen techo, definir si la economización de todas las cosas tiene que valorarse sólo según unas reglas de mercado o entran en juego también otros valores.

Aquí es donde la conversación tiene realmente sentido, cuando nos preguntamos cómo tematizan o responden a éstas cuestiones las diferentes comunidades religiosas, cómo lo problematizan desde su experiencia de lo sagrado y cómo esto se puede poner en diálogo en un contexto plural y laico, es decir en un contexto donde se asume un rasgo de relatividad y se asumen las diferencias sin que se llegue a la extrañeza ni se considere inconmesurable el mundo propio desde el cual se reflexiona y debate. El diálogo es o puede ser fecundo si es posible una crítica abierta en cualquier frente, y pienso por ejemplo en el seminario sobre la hospitalidad de Jaques Derrida, quien deconstruye el problema de la hospitalidad en occidente (su imposibilidad, las paradojas de la ley de la hospitalidad, la herencia griega en sus mitos y los textos judeocristianos que también tematizan la cuestión).

Si podemos construir diálogos de ése tipo, que vayan más allá de nuestros intereses institucionales o grupales, creo que cobra sentido decir que la diversidad religiosa no es tanto un camino a la laicidad, sino que ambas condiciones (diversidad religiosa y laicidad) son un camino hacia una sociedad menos injusta y excluyente.


Interveción en la «Taula Rodona: La diversitat religiosa, un camí vers la laïcitat?»

Oficina d’Afers Religiosos de l’Ajuntament de Barcelona (activitat inclosa dins les Jornades de Solidaritat i Cooperació Internacional coordinades pel Districte de Sant Martí). Dimecres 15 d’octubre, Centre Cívic La Farinera del Clot

Víctor Hernández

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