Al territorio hispanohablante nos llegan con cuentagotas las noticias relevantes desde el evangelicalismo estadounidense que, sin embargo, sí influyen en la teología y las formas comunes de enseñanza y doctrina a través de la industria editorial y audiovisual. Esta columna es un intento de explicar un poco qué está pasando por allá que nos interesa acá.
Joe Rigney, sucesor de John Piper al frente del Seminario Bethlehem en Minneapolis y pastor de una de las iglesias asociadas a la iglesia de Piper, en 2019 escribió un artículo un tanto desafortunado en la web de Desiring God en el que, haciendo una imitación un tanto triste de Las cartas del diablo a su sobrino de Lewis, intentaba defender que la empatía (o una definición un tanto retorcida de «empatía») era un pecado y un modo en el que Satanás se colaba en las iglesias para destruirlas. En realidad, el artículo pasó un poco desapercibido (y muchos ni siquiera sabíamos quién era el autor), hasta que en marzo de 2021 Rigney participó en el podcast de Doug Wilson, un personaje bastante polémico dentro del evangelicalismo estadounidense por estar muy relacionado con el nacionalismo evangélico blanco, volviendo a insistir en su teoría de que la empatía es pecado y desencadenando, ahora sí, una gran oleada de ovaciones y críticas.
Entonces comenzó a saberse que esto de considerar pecado la empatía, o el «exceso de compasión», no era una excentricidad nueva, sino algo que dentro de las filas de la denominación de Piper llevaba mucho tiempo dando vueltas y que, incluso, había conllevado despedir a varios pastores. En agosto de 2021 Christianity Today escribió una noticia intentando poner luz a lo que estaba ocurriendo, pero mucha gente se quejó a través de las redes sociales de que el artículo había sido demasiado amable y que omitía muchas de las otras controversias que estaban ocurriendo en el entorno de la iglesia desde la cual John Piper se hizo reconocido a nivel mundial, y que todo esto, además, estaba muy relacionado con graves problemas que atraviesa la iglesia evangélica en Estados Unidos desde comienzos del siglo XXI.
Aunque hay una gran cantidad de creyentes que siguen apoyando la iglesia y el seminario fundado por Piper, y encuentran en ella una fuente de apoyo y comunidad, hay muchas otras personas que han salido de estas filas porque no se ven representados en el modo en que iglesias como la de Bethlehem tratan temas de calado social como la petición de igualdad de las mujeres, las quejas de abuso sistémico contra la comunidad negra y la polarización política.
El problema es que, entre el círculo de pastores afines a Piper, se ha extendido esta nueva doctrina de que la empatía es pecado, en parte, porque ofrece una respuesta al rechazo que siente este sector más conservador, que considera cualquier cambio como una afrenta a los valores cristianos, a involucrarse en las cuestiones sociales contemporáneas. Consideran que la sociedad se ha vuelto demasiado permisiva y que una vuelta al conservadurismo y al fundamentalismo de hace décadas (y, quizá, a una sociedad más a la imagen de la de entonces) es la única manera de volver a los brazos de Dios. James White, un conocido pastor de Arizona, amplifica esta cuestión de «la empatía es pecado» de esta manera:
«El Gran Mandamiento de la Empatía ha sido muy útil para la degradación de la ética y la moral cristianas, por no hablar de evangelismo, la consejería pastoral, etc. Hace sesenta años era casi impensable que los cristianos pensaran, en su mayoría, que la homosexualidad es “un don de Dios”, pero ese es el caso hoy. ¿Por qué? Por la empatía. “Hay que caminar en sus zapatos. Considerar su vida. Entrar en su experiencia emocional”. Entonces pasan de [aceptar] la simple homosexualidad a [aceptar] la redefinición del matrimonio. De ahí al poliamor, a la poligamia. Y desde 2015 cualquier “experiencia” de destruir el género. Debes empatizar. Debes “entrar” en ello o no “muestras amor” (…)».
Por supuesto, ha habido mucha gente que, desde la teología, ha desestimado esta nueva enseñanza como algo antibíblico. La cuestión es que hay que intentar entender las razones por las cuales algo que, a primera vista, a cualquier cristiano común le parece una barrabasada (pensar que ser empático y tener compasión se puede convertir en una ofensa contra Dios) puede pasar a convertirse en la gran tabla de salvación teológica para todo un movimiento. Hay que tratar de entender que desestimar la empatía es una manera de, de un solo golpe, desentenderse de todas las complejas reclamaciones sociales que exigen un gran esfuerzo teológico de parte del mundo cristiano.
Además, por supuesto, muchos otros han señalado que detrás de esto hay otra importante explicación: la plaga de pastores y líderes con trastornos de personalidad y rasgos narcisistas que desde hace décadas llegan sin esfuerzo a los altos cargos de las iglesias y organizaciones porque la visión empresarial del evangelicalismo favorece al líder fuerte y agresivo por encima del manso y amable. Shane Moe, terapeuta especializado en trauma, ve en esta proliferación de la enseñanza de que «la empatía es pecado» un miedo a la vulnerabilidad. Explica:
«Sí, permitirnos experimentar empatía puede hacernos más vulnerables (¡vaya!) a la influencia de aquellos que piensan diferente a nosotros. Y si uno vive en un estado perpetuo de hipervigilancia o miedo a equivocarse o corromperse —y, por lo tanto, con una profunda ansiedad existencial hacia las diferencias y el cambio teológico o ideológico— puede llegar por lo tanto a la conclusión de que la empatía es una amenaza. Estas amenazas pueden llegar a crear una contrarrestación teológica, mecanismos de defensa psicosociales como este, para blindarse a uno mismo a la empatía y a la vulnerabilidad que implica».
Añade:
«Si alguien dice que no puedes experimentar empatía sin sentirte comprometido por la otra persona, hay muchas probabilidades de que esté proyectando sus propias carencias psicosociales y emocionales, su falta de inteligencia emocional o la ausencia de una diferenciación del yo. (…) Hay razones por las cuales algunos de los miembros de la familia de mis clientes que exhiben rasgos narcisistas y muestran patrones consistentes de abuso espiritual y psicológico hacia mis clientes se han sentido atraídos por la enseñanza de que la empatía es pecado (y hacia esta iglesia): alimenta perfectamente su narcisismo y su dependencia psicológica a mantener el poder y el control».
No son palabras fáciles de digerir cuando nunca se ha pensado en ello y nunca se ha aceptado que una parte de los problemas del evangelicalismo modernos se derivan de doctrinas creadas para satisfacer los trastornos emocionales de cierta clase de líderes. Pero este es un ejemplo claro de que no nos es algo ajeno.
Parte de esta información está tomada de Have you heard the one about empathy being a sin?, de Baptist News Global. Utilizado con permiso.