«Como bien sabéis, los que gobiernan las naciones las someten a su dominio, y los poderosos las rigen despóticamente. Pero entre vosotros no debe ser así. Antes bien, si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás»
Mateo 20:25-26
(La Palabra, Sociedad Bíblica de España, 2010)
Jesús observa lo que acontece a su alrededor. No sólo se interesa por los acontecimientos religiosos, también se interesa por la sociedad en general. En particular se detiene para ver lo que pasa en el mundo político y se da cuenta de que los gobernantes abusan del poder y ejercen sus funciones con despotismo. A su observación añade una crítica punzante y, después de eso, les pide a sus discípulos que vivan de una manera diferente y ejerzan la autoridad bajo el principio del servicio.
A todo ser humano le asalta, tarde o temprano, el deseo de ser grande. Ya desde los primeros años de vida, los niños y las niñas juegan a la grandeza: se visten con la ropa de mamá y papá, o simulan estar conduciendo un vertiginoso avión de combate. Ya de adultos, las realidades superan los sueños infantiles y, entonces, se quiere dominar la tierra entera. Es el insaciable deseo de poder que se agazapa en el alma humana.
Las ambiciones de poder alcanzan, en muchos casos, niveles patológicos, ¡cómo no! Hay que ver la extensa y triste lista de dictadores (de derecha y también de izquierda), de jefes militares, de empresarios, de políticos y otros más, trastornados por el poder. Muestras de egoísmo extremo que nunca logra calmar la sed de poder.
¡El mensaje de Jesús nos hace libres! Libres para servir. Libres para imitarlo y, por ese camino, descubrir el secreto de la verdadera grandeza.
Para seguir pensando:
« El cristiano es libre señor de todas las cosas y no está sujeto a nadie.
El cristiano es servidor de todas las cosas y está supeditado a todos»
Martín Lutero (Reformador alemán, 1483-1546)
Vale que nos preguntemos:
¿Cuál es la grandeza a la que aspiro? ¿Cómo podría hacer de mis labores diarias una práctica de servicio a los demás?
Oración:
Dios de toda bondad. Lo que necesita nuestro mundo son gobernantes servidores, políticos responsables y dirigentes solidarios con los más pobres. Ayúdame a construir un mundo diferente. Sin importar qué haga o que cargo ocupe, dame, Señor, un corazón servidor. Amén
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