Posted On 19/02/2020 By In Opinión, Pastoral, portada With 1694 Views

La huella de la gracia. “Algo mejor es posible” | Ignacio Simal

Estaba leyendo a Nadia Bolz-Weber*, cuando cuatro palabras, entre otras, quedaron grabadas a fuego en mi “aposento interior”: “algo mejor es posible”. Algo mejor es posible para nuestras comunidades de seguidores y seguidoras de Jesús de Nazaret, el “Señor de la gloria” (1 Cor. 4:8).

Y ese “algo mejor” guarda relación con la experiencia de comunidad como huella visible de  la gracia de Dios para todas las personas que participan de ella. Ya que decir “gracia”, es decir acogida, abrazo y perdón incondicional. Decir “gracia” es decir encuentro con personas ante las cuales puedo mostrarme desnudo, vulnerable, sin vergüenza para mostrarnos tal como somos, y no vivir ocultando nuestra desnudez con el delantal de hojas de las convenciones religiosas y de la “santidad” que las acompaña, tal y como se espera de nosotros. Solamente así podremos ser comunidades donde las personas puedan sentirse realmente conectadas unas con otras.

Pero no, entendemos la vida como un “Facebook” gigante, anhelando llenarla de cientos “me gusta”, convirtiéndonos en una parodia humana, ocultándonos en nuestro simulacro existencial de cara a la galería. Sin embargo, detrás del simulacro se encuentran las lágrimas y el dolor, y como “la Zarzamora” de la copla, andamos llorando por los rincones de nuestra interioridad, allí donde nadie nos ve. Y así, la comunidad, en lugar de ser una huella de la gracia de Dios, se convierte en una no-comunidad, en un espacio que añade más dolor al dolor al exigir, de facto, el ocultamiento de nuestra vulnerabilidad**.

La buena noticia de Jesús dice que Dios nos ha concedido, de entrada, un “me gusta” sin condiciones. Él nos ama en nuestra imperfección. Saberlo y experimentarlo es tan profundamente sanador como liberador. Y así, la comunidad que sigue los pasos de su Maestro es un espacio donde sus participantes se reciben los unos a los otros tal y como Cristo les recibió (Ro. 15:7). Ello implica recibirnos en/con nuestras debilidades, en nuestra desnudez, a la manera del buen Padre de la parábola del “hijo pródigo”. Solo los que han aprendido por experiencia propia lo que significa la palabra “gracia”, son capaces de construir espacios de gracia, ya que saben que cuando se muestran como lo que son, hombres y mujeres débiles, es cuando son, en el poder del Espíritu, realmente fuertes (2 Cor. 12:9-10). Sin duda, ¡algo mejor es posible! Y lo posibilita la experiencia de la comunidad cristiana como huella de la gracia de Dios en medio de la historia, de nuestra historia.

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*Bolz-Weber, Nadia. Desvergonzada. Juanuno1 Ediciones, 2020. Pág. 216

**Recomiendo la lectura de “El poder de la vulnerabilidad”, de Brene Brown (Ediciones Urano, 2016)

 

Ignacio Simal Camps
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