Posted On 17/06/2022 By In Opinión, portada With 621 Views

La insuficiencia del mito para responder a la cuestión del mal desde Paul Ricoeur | Gabriel Burgueño

 

Ricoeur en su libro El mal: desafío a la filosofía y a la teología trata, en el capítulo dos, sobre “los niveles del discurso en la especulación sobre el mal”. Propone tres estadios en el discurso: El nivel del mito, el estadio de la sabiduría y el estadio de la gnosis y de la gnosis antiagnóstica. Yo me abocaré a hacer un breve análisis del siguiente párrafo que conforma parte del texto que explica el estadio de la sabiduría, en donde el autor, expone por qué en el mito dejan al hombre sin respuestas satisfactorias en torno al mal.

“¿Podía el mito responder por entero a las expectativas de seres humanos activos y sufrientes? Parcialmente, toda vez que salía al paso de una interrogación contenida en la lamentación misma: «¿Hasta cuándo?», «¿Por qué?». A lo cual el mito no aportaba más que el consuelo del orden, que desplaza la queja del suplicante al ámbito de un universo inmenso. Dejaba, en cambio, sin respuesta una parte significativa de la pregunta: no sólo ¿por qué?, sino ¿por qué yo? Aquí la lamentación se vuelve queja y pide cuentas a la divinidad. En el terreno bíblico, por ejemplo, añade a la dimensión del reparto de roles una implicación considerable de la Alianza: la del proceso. Ahora bien: si el Señor está en juicio con su pueblo, este último también está en juicio con su Dios.”[1]

 El mito como móvil o recurso literario, dentro de un marco histórico-cultural específico, forma parte de la narrativa popular de los pueblos que, por la observación de los fenómenos y la experiencia propia, intenta encontrar sentido y explicar el origen de las cosas y sus relaciones con las causas y los efectos; en este sentido, el mito también intenta abordar bajo este bagaje literario, el problema del mal.

Pero la cuestión del mal, no encuentra para Ricoeur una respuesta satisfactoria para el hombre en el mito; sólo parcialmente en un momento de la experiencia humana, ante tal sufrimiento específico o general, el sujeto podrá reconocer un principio fundante de esa tragedia que tiene origen y que está dado como posibilidad constante y contingente.

El problema con el mito como respuesta conclusiva es que deja al sujeto o a la comunidad sin respuesta satisfactoria a la concreción del mal específico que se experimenta.

¿Por qué yo? ¿Por qué a nosotros? Son preguntas que suscitan ante el evidente dolor que causa el mal y el deseo de una comprensión más íntima de la causa que provoca o lo permite. Como dice el autor, el lamento se transforma en queja, queja a su Dios. Le pide cuentas, necesita respuestas, no puede comprender porque él y no otro, y aun mayor es el reclamo si el sujeto es consciente de no merecer el grado de sufrimiento causado por el mal, una conciencia que se despierta en torno a una idea de “Justicia retributiva”, muy marcada en el Antiguo Testamento.

El libro de Job va un poco más lejos de la concepción de “justicia retributiva”, porque en la experiencia propia de los pueblos e individuos esta idea no daba una respuesta clara y comprensible del mal, puesto que muchas veces los hombres de bien son reos de las desgracias más espantosas y los impíos gozan de paz y riquezas terrenales. En una “vuelta de tuerca” esta sabiduría hebrea busca explicar que el sufrimiento muchas veces es parte de un proceso de transformación interior y religiosa. Dios nos mueve y zarandea con el fin de despertarnos de un letargo espiritual, moral, político, social, etc. En una especie de dialéctica humano-divina se va dando una respuesta más centrada, que intenta salvaguardar a Dios de la culpabilidad del mal, mostrando su gobierno providencial y pone el hombre en un lugar nuevo, esto es, él puede debatir con Dios en un camino dialogal que, en medida del progreso discursivo, va dando a luz una respuesta concreta: Dios se sirve aun del mal para propósitos santos, en ciertos casos perfeccionar la fe y la esperanza del hombre.

El citado párrafo me pareció interesante, principalmente porque explica la transición que el sujeto tiene en cuanto busca respuestas al sufrimiento, desde la propia experiencia con él, avanza hacia delante en busca de sentido. Al ser el libro de Job uno de mis favoritos, me atrevo a pensar que este mito se encuentra en este estadio, el autor se animó a dar un paso más no conforme con la primitiva idea de retribución, sino que desde un plano más existencial busca darle sentido al mal desde la experiencia particular de un individuo concreto, en donde en realidad se universaliza una nueva idea, esta es la del proceso.


[1] P. Ricoeur. “El mal: un desafío a la filosofía y a la teología”. Pág. 31-32. Amorrortu editores, 2004.

Gabriel Burgueño

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