Posted On 02/02/2021 By In Al Alba With 847 Views

La ira de Dios es creadora de justicia | Ignacio Simal

2 de febrero, 2021

En ocasiones los salmos se me hacen extraños cuando los leo y medito desde el Mesías Jesús. Hoy leía, «¿quién conoce el poder de tu ira, y tu furor conforme al temor que se te debe?» (Sal. 90:11 LBLA). Me quedé pensativo y meditabundo… No he conocido el poder la ira de Dios, pero si he conocido el poder de su amor manifestado en la vida-muerte-resurrección de Cristo.

Me sedujo, y me sigue seduciendo el poder transformador del amor de Dios. La experiencia de su amor me concede la gracia de la seguridad y la confianza para afrontar los retos cotidianos sin temores irracionales.

Sin embargo, como una certera saeta, vino a mi mente un texto que afirma que la ira humana no construye la justicia de Dios (Stgo. 1:20), y por vía de contraste -un contraste alimentado por todas las Escrituras- me condujo a la afirmación de que la ira de Dios es creadora de justicia.

Dios está airado, indignado cuando observa las fracturas de nuestro mundo. Escribió Pablo, «la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad» (Ro. 1:18 LBLA). Esa ira, esa indignación, se transforma en poder de salvación a través del Evangelio, a través de la vida-muerte-resurrección de Jesús de Nazaret. Salvación que se encarna abriendo una brecha en el Imperio-mundo, y creando, en su interior, espacios de justicia contra la corriente de este mundo.

Nuestra ira, purificada por el Espíritu de Dios, se torna en lucha militante a favor de otro mundo que creemos posible: el reinado de Dios. La ira divina es creadora de justicia y salvación. La ira divina, siempre momentánea, abre la puerta a la bondad, a la misericordia y al perdón. Así también la nuestra.

Dios, en Jesús, escuchó el clamor de los afligidos por causa de la injusticia y la falta de equidad. Experimentó la ira ante lo que veía, y decidió, en su misericordia, participar de nuestra humanidad y aflicción a fin de abrir -reitero- una brecha en nuestro mundo, y crear las condiciones de posibilidad para que el nuevo mundo se interne en el antiguo. Él trae el nuevo mundo, no nosotros. De él es la iniciativa, no nuestra. Él nos resucita a un modo de existencia alternativo, no nosotros a nosotros mismo.

Entonces, sólo entonces, entendí que conocer la ira de Dios es conocer su justicia. Que conocer su furor es introducirnos en el respeto a su persona. Un respeto que no es producido por el miedo, sino por la admiración de la coherencia de su justicia. Una justicia a favor, siempre a favor, del ser humano.

Y porque está a favor del ser humano, especialmente hacia los más desfavorecidos por el Imperio-mundo, expresará su ira en forma de justicia cortando «el espíritu de los príncipes» de este mundo. ¡Temible es él a los reyes de la tierra! (Sal. 76:12). Él nos vindicará en ese día en el que traerá su reino. Por ello, hacemos nuestro el clamor de multitud de hermanos y hermanas de todos los tiempos, y gritamos, ¡Señor, ven pronto¡ y contigo, nuestra vindicación frente a los poderes del Imperio.

Soli Deo Gloria

Ignacio Simal Camps
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